Estaba echando un vistazo a la página Nolotiro, cuando di con un anuncio que decía: “Protectora necesita casas de acogida para recoger gatitos hasta encontrarles un hogar definitivo. Si quieres pasar por la experiencia de tener un gatito en casa pero no quieres que sea para siempre, sé casa de acogida por un tiempo ¡colabora y salvarás sus vidas!” Y pensé que nunca me iba a costar menos echar una mano donde se necesitaba, porque me vi libre de perseguir a Flecha por toda la casa para que se entretenga, esperando a que salga de debajo de la cama para perseguirla un poco más…y en mi fantasía vi al gatito ahí haciendo el trabajo sucio por mí, encantado de la vida... No le veía más que ventajas a eso de acoger un minino, la verdad. Así que sin dudarlo más mandé un mail.
Un par de días antes de irme a Conil me llamaron de la asociación; tenían un gatito siamés que una mujer había recogido de la calle, que necesitaba un hogar de acogida. Les expliqué que me iba de vacaciones, pero que a la vuelta estaría encantada. “¿Y no te importaría llamar tú a la mujer y decírselo? Para que sepa que no le estoy dando largas, y que se quede tranquila de que es sólo una semana” “Claro claro, no hay problema.” Al darme el teléfono me di cuenta de que la gatófila en cuestión era del barrio donde me crié y donde aún viven mis padres. Pensé utilizarlo en mi beneficio, para neutralizar desconfianzas.
-Hola, ¿puedo hablar con Cristina?
-Sí, soy yo.
-Mira soy Laura, te llamo por lo del gatito.
-Ah, sí, Laura. Hola.
-¿Vives en Moratalaz, ¿verdad?
-Sí, sí…
-Lo digo por el número. Es que mis padres también viven en Moratalaz –y yo me crié allí, en la calle xxxxx
-¡En esa calle vivo yo! En el número 17
-¡Mis padres en el número 3!
Y a partir de ahí, por uno de esos misterios de la psique humana, la mujer se quedó tranquila de que yo era “de fiar”. Y como demostración me tuvo quince minutos al teléfono contándome la historia del gatito adornada con todo lujo de ramificaciones y detalles innecesarios que obviaré, y que a grandes rasgos, era la siguiente: Una de las hembras de una colonia de gatos callejeros a la que ella iba a dar de comer habitualmente había dado a luz a dos gatitos siameses. Uno desapareció a los pocos días, y para él imaginaba ella todo tipo de posibles finales funestos. El otro… cuando fue a darles de comer un día, la gata se metió para dentro del solar, apareció con él en la boca, lo dejó delante de ella y se piró por donde había venido. En plan “Cuídamelo como si fuera tu hijo… tú le podrás dar una mejor vida… ¡snif!… ¡me voy, no sea que me arrepienta!” O algo así.
Aunque lo cierto es que al día siguiente –según me contó Cristina- la gata estaba tan pichi, comiendo como si allí no hubiera pasado nada. O sea, que se debió de quedar bien a gusto la jodía.
Continuará.
Continuará.
y si el gatito se hace amigo de Flecha y te dan doble de trabajo...
ResponderEliminarhabrá hurogatos o gaturones?
La idea es que se hagan amigos, de hecho -que no amantes. Están ahí... en proceso.
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