sábado, 19 de noviembre de 2011

Jornada de reflexión

El conejito vándalo ha vuelto a las andadas por el barrio con motivo de las elecciones que se celebran pasado mañana, 20N.

Como yo aún no tengo claro del todo a quién votar, y ya que a las doce de la noche de hoy viernes comienza la jornada de reflexión, me voy a la Puerta del Sol a reflexionar en comunidad -a ver qué sacamos en claro.

¡No les votes, pero vota!

martes, 15 de noviembre de 2011

Desventuras de una ciclera en Madrid

No solo cuando monto en bici; en mi vida en general intento ser respetuosa con los demás, guiarme por unos principios básicos de buena convivencia. En la bici esto se traduce en respetar sobre todo a los peatones: cuando circulo por la calzada, por ejemplo, siempre paro en los pasos de cebra; no me salto ni uno. Cuando tengo que ir por la acera (sí, a veces lo hago aunque no esté permitido, me acojo a la desobediencia civil) lo hago siempre a velocidad prácticamente de peatón, y soy consciente de que ellos tienen absoluta prioridad.  También intento tener consideración con las personas que conducen sus coches, por qué no; cuando en una cuesta arriba tengo uno detrás, me echo a un ladito y le indico con la mano que me adelante, para que no tenga que ir pisando huevos.

Por eso me cuesta entender la intromisión y la animadversión que en ocasiones sufro por parte de los peatones, de las personas; como cuando sin ton ni son recibo “consejos” más o menos bienintencionados de completos desconocidos; voy circulando tan ricamente con mi bici sin meterme con nadie y un/a tipo/a se cree en el derecho de soltarme su admonición porque no llevo casco; perdona pero ni siquiera es obligatorio, así que déjame en paz siguiendo mis propios criterios de seguridad.

Aparte del tema casco, que es bastante frecuente, también está el tema luces; como hace un par de semanas cuando cabalgaba a lomos de mi burra por las calles de Lavapiés. El barrio es en su mayoría “de prioridad residencial”, lo cual significa que los peatones circulan por la calzada tan ricamente con todo el derecho, y los pocos coches que pasan –solo de los residentes- lo hacen a velocidad muy reducida. Estaba empezando a oscurecer,y yo iba circulando por la calzada a velocidad más que moderada, cuando una señora de unos 65 años, ajena totalmente a mi trayectoria, decidió soltarme su consejito no solicitado: “¡Hay que llevar luces!” Como iba tan despacito me dio tiempo de contestarle. “Si llevo”, señalando a la luz roja parpadeante de atrás, “¡La de adelante!”-añadió la buena señora con enojo. “Bueno, hacia adelante ya veo yo.” En cualquier caso, ¿cómo exactamente le molesta a usted que yo no lleve luz?

El martes pasado tuve otra aún más flipante por absurda. Eran como las cinco de la tarde e iba yo por la plaza de Jacinto Benavente, cerca de Sol. Circulaba por la calzada, sin molestar a nadie, cuando oigo una señora a cierta distancia decir con un tono… ¿irritado?, separando bien las palabras: “¡SIN           LUCES!” “¡DE          DÍA!” –le contesté flipada. Como no me quedé a gusto con eso, le escupí un rotundo y merecido: “¡Imbécil!” ya sin mirar atrás. La estupidez de la gente no tiene límite, de verdad.


Y vamos a por la última, colofón del entrometimiento malintencionado y razón de que me haya decidido a escribir este post: Volvía anoche del curro por una calle ancha, casi como para ser de doble sentido pero que solo es de uno. Llevaba mis luces delantera y trasera dadas. Estaba lloviendo. A la vuelta me pilla de contraria, y a veces voy ese trechito por la acera -suficientemente ancha también- pero anoche no vi venir coches, y como la calle suele estar poco transitada decidí ir por la calzada bien pegadita a mi derecha. Pues oigo una voz pijarda desde la acera decirme: “Dirección prohibida no se puede.” Miro y me veo una tipa como de unos cincuenta tacos, mirándome con suficiencia desde debajo de su paraguas. Váyase usted un poquito a la mierda, oiga –pensé. Pero de tan flipada lo único que me salió fue sonreír con pasmo: está lloviendo y esta zorra me ve en bici y no se le ocurre pensar que me estoy mojando o cualquier otra cosa inofensiva, sino que llena de razones me dice que tengo que dar un buen rodeo para buscar una calle que no sea prohibida para mojarme un poco más, para... ¿no molestarle? a ella –la gente de verdad está muy malita.

Y es que debe de haber algo que me estoy perdiendo; ¿Qué coño es lo que le irrita a esta gentuza? ¿les molestan las bicis? ¿No son peores los coches? Son más grandes, más peligrosos, más ruidosos y contaminan el aire que respiramos todos, ¿Por qué entonces nos tratan a los ciclistas con ese desprecio, con esa falta de benevolencia y esas ganas de pillarnos en falta? Que alguien me lo explique, porque de verdad que no lo entiendo.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Palíndromo temporal

palíndromo.
(Del gr. πάλιν, de nuevo, y δρόμος, carrera).
1. m. Palabra o frase que se lee igual de izquierda a derecha, que de derecha a izquierda; p. ej., anilina; dábale arroz a la zorra el abad.

Y hoy es un buen día para recordar esta acrobática palabra, ya que hoy precisamente hemos pasado por un instante palindrómico; instante en que esta entrada ha sido publicada:

11:02 11/11 2011

Aprovecho pues la ocasión para compartir con vosotros una selección de palíndromos recopilados de Internet -los hay para todos los gustos:

¡Arriba la birra!
Yo hago yoga hoy
Amo la pacífica paloma
Ojo, corre el perro cojo
¿Soluciones? Seno y culos
Social es reconocerse laicos
Son robos, no solo son sobornos
La ruta nos aportó otro paso natural
A tu padre casé, no con esa cerda puta
Anita la gorda lagartona no traga la droga latina
Adán  no cede  con  Eva y Yavé no cede con  nada
Roma  ni  se  conoce  sin oro, ni  se conoce  sin  amor.


¿Qué? ¿Como os habéis quedao?  ?oadeuq siébah so omoC¿ ?éuQ¿

jueves, 3 de noviembre de 2011

El Down de mi calle

Aviso de antemano a aquellas sensibilidades a flor de piel, de los matices políticamente incorrectos con que podrían creer toparse de continuar leyendo, y les invito cordialmente a abandonar la lectura antes de resultar magulladas.

En mi calle vive un hombre ya bastante mayor que es síndrome de Down. Es muy difícil adivinar su edad; tendrá cincuenta, cincuenta y cinco años como poco, pero podrían ser más -tiene aspecto de anciano. Se le ve con cierta frecuencia pasear lentamente con su bastón, calle arriba, calle abajo, a veces solo y a veces del brazo de su madre, muy ancianita y encorvada ella; viéndoles no sabe uno muy bien quién lleva a quién. 

Al tío se le ve muy independiente y muy espabilado; en más de una ocasión que me he cruzado con él por la calle se ha girado muy descarado y me ha soltado un “Hola guapa...” con un tono nada inocente, y me ha seguido un rato con la mirada en una actitud digamos donjuanesca que a mí me hace mucha gracia. A veces incluso hasta me ha soltado un "cásate conmigo" para rematar la faena. Pero en fin, aunque se le veía un poco “fresco”, tampoco había pasado de ahí.

El otro día salía de casa y él estaba fuera entretenido con Maricarmen, una mujer de unos cincuenta años que suele hacer de cariátide a la puerta de su tienda de segunda mano, al lado de mi portal; ella se estaba dirigiendo a él en un tono áspero: “Sí, es mía la calle. Hala, vete de aquí.” Aunque me consta que es algo huraña, no es mala gente, así que con la impresión que yo ya tenía de... Daun le llamaremos, me imaginé que algo le habría dicho él para provocar esa respuesta. Yo seguí mi camino y no me enteré de más, pero me picó la curiosidad; ¿qué habría pasado?

Intuí por dónde podían haber ido los tiros la semana pasada cuando salía por el portal con la bici, y Daun pasaba por allí con su bastón en ristre. “Hola guapa...” me dijo con ese atrevimiento suyo habitual. Yo toda sonriente le contesté como siempre “¡Hola!”, mientras subía la pierna por encima de la bici para montarme. “¡Vaaaaaya culo!” le oí decirme al muy jodío con todo descaro. Claro, me quedé flipada con el morro del menda, mientras me alejaba en la bici partiéndome de risa, oyendo cómo a mis espaldas él seguía con su tono desfachatado: “Adiós guaaapaaa, buenos díaaas...”

Qué tipo. Es que tenemos en el barrio personajes para todos los gustos, hasta un Down viejo verde; de verdad que somos afortunados.