No solo cuando monto en bici; en
mi vida en general intento ser respetuosa con los demás, guiarme por unos
principios básicos de buena convivencia. En la bici esto se traduce en
respetar sobre todo a los peatones: cuando circulo por la calzada, por ejemplo, siempre paro en los pasos de cebra; no me salto ni
uno. Cuando tengo que ir por la acera (sí, a veces lo hago aunque no esté permitido, me acojo a la desobediencia civil) lo hago siempre a velocidad prácticamente de peatón, y soy consciente de que ellos tienen absoluta prioridad. También intento tener consideración con las personas que conducen sus
coches, por qué no; cuando en una cuesta arriba tengo uno detrás, me echo a un
ladito y le indico con la mano que me adelante, para que no tenga que ir pisando huevos.
Por eso me cuesta entender la intromisión y la animadversión que en ocasiones sufro por parte de los peatones, de
las personas; como cuando sin ton ni son
recibo “consejos” más o menos bienintencionados de completos desconocidos; voy
circulando tan ricamente con mi bici sin meterme con nadie y un/a tipo/a se cree
en el derecho de soltarme su admonición porque no llevo casco; perdona pero ni siquiera es obligatorio, así que déjame en paz siguiendo mis propios criterios de
seguridad.
Aparte del tema casco, que es
bastante frecuente, también está el tema luces; como hace un par de
semanas cuando cabalgaba a lomos
de mi burra por las calles de Lavapiés. El barrio es en su mayoría “de prioridad
residencial”, lo cual significa que los peatones circulan por la calzada tan
ricamente con todo el derecho, y los pocos coches que pasan –solo de los
residentes- lo hacen a velocidad muy reducida. Estaba empezando a oscurecer,y yo iba circulando por la calzada
a velocidad más que moderada, cuando una
señora de unos 65 años, ajena totalmente a mi trayectoria, decidió soltarme su
consejito no solicitado: “¡Hay que llevar
luces!” Como iba tan despacito me dio tiempo de contestarle. “Si llevo”, señalando a la luz roja parpadeante de
atrás, “¡La de adelante!”-añadió
la buena señora con enojo. “Bueno, hacia adelante
ya veo yo.” En cualquier caso, ¿cómo exactamente le molesta a usted que yo
no lleve luz?
El martes pasado tuve otra aún más
flipante por absurda. Eran como las
cinco de la tarde e iba yo por la plaza de Jacinto Benavente, cerca de
Sol. Circulaba por la calzada, sin molestar a nadie, cuando oigo una
señora a cierta distancia decir con un tono… ¿irritado?, separando bien las
palabras: “¡SIN LUCES!” “¡DE DÍA!” –le contesté flipada. Como no
me quedé a gusto con eso, le escupí un rotundo y merecido: “¡Imbécil!” ya sin
mirar atrás. La estupidez de la gente no tiene límite, de verdad.
Y vamos a por la última,
colofón del entrometimiento malintencionado y razón de que me haya decidido a
escribir este post: Volvía anoche del curro por una calle ancha, casi como para ser de
doble sentido pero que solo es de uno. Llevaba mis luces delantera y trasera dadas. Estaba lloviendo. A la vuelta me pilla de contraria, y
a veces voy ese trechito por la acera -suficientemente ancha también- pero
anoche no vi venir coches, y como la calle suele estar poco transitada decidí ir por la calzada bien pegadita a mi
derecha. Pues oigo una voz
pijarda
desde la acera decirme:
“Dirección
prohibida no se puede.” Miro y me veo una tipa como de unos cincuenta tacos,
mirándome con suficiencia desde debajo de su paraguas. Váyase
usted un poquito a la mierda, oiga –pensé. Pero de tan flipada lo único que me
salió fue sonreír con pasmo: está lloviendo y esta zorra me ve en
bici y no se le ocurre pensar que me estoy mojando o cualquier otra cosa inofensiva, sino
que llena de razones me dice que tengo que dar un buen rodeo para buscar una calle que no sea prohibida para mojarme un poco más, para... ¿no molestarle? a ella –la gente de verdad
está muy malita.
Y es que debe de haber algo que me
estoy perdiendo; ¿Qué coño es lo que le irrita a esta gentuza? ¿les molestan
las bicis? ¿No son peores los coches? Son más grandes, más peligrosos, más
ruidosos y contaminan el aire que respiramos todos, ¿Por qué entonces nos
tratan a los ciclistas con ese desprecio, con esa falta de benevolencia y esas
ganas de pillarnos en falta? Que alguien me lo explique, porque de verdad que
no lo entiendo.