sábado, 16 de abril de 2011

Rescatadas 22

No hay nada que me joda más que los monólogos. ¿un tío que escribe tonterías? Las tonterías son para decirlas, no para escribirlas- Dani Bro

Cari: ¿A que es guay cuando conocemos personas?
Pili: Sí tía, ¡es que somos islas!
Cari: ¡Laura, eso no! –al verme sacar la libreta- Hija de puta; es lo peor de la puta sociedad.

Nadie dijo que el humor tuviera que ser gracioso... –Yo

Carlos, alumno de 10 años, sin que viniera a cuento y sin acompañarlo de ningún movimiento: Yo me coloco como en la india.
Yo: ¿Quée?
Carlos: No; quería decirlo...
(¿?)

¿Cómo se llama un atracón de chuches? Una gomilona Cari-


martes, 12 de abril de 2011

El Adonis (nuevo vecino 2)

Unos minutos más tarde, cuando salía yo por la puerta para ir a currar, seguía oyéndose el trasiego de la mudanza en las escaleras. Estaba echando la llave cuando oí a mis espaldas una voz masculina: “Hola...”  Me giré, y lo que me encontré fue... tremendísima aparición.

Un auténtico adonis se erguía ante mí; musculado en su punto justo, con una camiseta de tirantes blanca, todo él brillando y refulgiendo por el sudor... y guapo el jodío hasta decir basta. Como para mostrar su gran potencia muscular, llevaba una bombona de butano en cada mano como el que no quiere la cosa, y no se le ocurrió soltarlas en todo el rato que estuvo hablando conmigo -me gustaría pensar que estaban vacías.


 -Oye –me preguntó como si no fuera la encarnación de un dios griego- ¿a ti te han robado?
-¿¿Cómooo??
-¿No te han robado a ti, anoche?
-Nooo... no me han robado, ¿por qué? –le pregunté más que extrañada.
-Porque me han dicho que habían robado en la casa de alguien.
-Ah, pues no, a mí no...
-No roban aquí, ¿no? (¿cuántas veces se puede decir “no” en una primera conversación de escalera? Pues aún iba a haber una más.)
-Hombre, pues que yo sepa no. ¿Qué eres, el nuevo vecino? -le pregunté sonriente y arrebolada.
-Sí –sonrisa profidén con chispita de brillo en un diente... ¡ching!
-Bueno, yo me llamo Laura, ¿Cómo te llamas tú?
-Hugo

Así que el adonis se llama Hugo. Dudé de si darle los dos besos de rigor, pero estando como estaba tan sudoroso, y con una bombona colgando de cada brazo, no me pareció lo más indicado. Lo que sí hice fue regresar a la realidad más... mundana, y comentarle la gotera que las obras habían hecho en el techo de mi cocina y baño, interesándome amablemente sobre cuándo se pondría remedio a tan peliagudo asunto.

-Ah, bueno, pero eso lo tienes que hablar con el  dueño; un chico delgado que verás por aquí.
-Vale, muy bien, pero coméntaselo, si te parece- le dije con una sonrisa probablemente bobalicona.

Y bueno, intercambiamos unas pocas frases más y nos despedimos.

Mientras sacaba mi bici del patio pensaba que menudo pimpollo reventón que me había tocado por vecino, a la vez que comenzaba a especular sobre las nuevas líneas de investigación que las últimas conversaciones con el vecindario habían abierto ante mi: ¿Estaría mi tocaya llorando porque le habían robado a ella? ¿Vivirán el adonis y el chico delgado en el apartamento-ático? ¿Serán pareja, pues? Todo un mundo de incógnitas y posibilidades se abre en mi escalera.

lunes, 11 de abril de 2011

El nuevo vecino 1

Estaba el viernes pasado plácidamente leyendo cuando sonó el teléfono; era Jorge, mi vecino, el que vive a ocho escalones de mi casa. La conversación fue como siempre; él me pasó su cuestionario, y yo intenté seguirle el rollo y hacer como que sus llamadas me parecen algo natural, y como que somos colegas: “Qué tal todo, qué tal los papis, cómo va el trabajo -me preguntó, como siempre. Luego pasó a las preguntas improvisadas: ¿Y los caramelos?” (se refería a aquella bolsa de caramelos para mi tos que me dio hace ya la intemerata de tiempo, y que sabía yo que iba a traer cola).

- ¡Huy Jorge, los caramelos! ¡¿dónde estarán ya?! Jajaja. 
- Bueno, que me debes un café -me dijo, como tantas otras veces.
- Sí, le contesté despreocupada- un día de estos... 
-¡¡¡JAJAJAJAAAA...!!! -soltó una tremenda risotada, que me desconcertó sobremanera y me hizo preguntarme: "¿¿¡wtf!??" Luego continuó a lo suyo: Pues cuando estaba subiendo las escaleras he oído a... ¿cómo se llama la del primero?
-Laura.
-Ah, pues he oído a Laura que estaba llorando...
-Esto... –¿qué coño comento yo a eso, Jorge? Que eso se lo guarda uno para uno, que no nos conocemos tanto...- Vaya, pues esperemos que no sea nada serio... (yo que sé...)
-Ya... ¿Has visto los nuevos vecinos?

(Breve inciso: el piso de arriba del mío, en el que vivió la p*** alemana y el presunto traficante húngaro, ha cambiado de dueño, y durante este último mes mi despertador ha sido el persistente y muy irritante golpeteo de los obreros desde horas harto tempranas para mi buen descanso -incluyendo sábados, domingos y fiestas de guardar.)

-¿Los de las obras? No, aún no he tenido el (dudoso) placer...
-Pues están haciendo la mudanza, ¿no les oyes por las escaleras?
-Ah, sí, ¿son ellos entonces?

Fue en definitiva una conversación bastante similar a los cienes de conversaciones que hemos tenido en estos muchos años; todas ellas con sus pequeños toques desconcertantes a la par que pseudo-entrañables.

Unos minutos más tarde, cuando salía yo por la puerta para ir a currar, seguía oyéndose el trasiego de la mudanza en las escaleras. Estaba echando la llave cuando oí a mis espaldas una voz masculina: “Hola...”  Me giré, y lo que me encontré fue... tremendísima aparición.