sábado, 27 de septiembre de 2008

Suplente

Es desconcertante cuando alguien “de fuera” conoce todas los detalles íntimos de tu espacio, de la realidad cotidiana que vives entre las cuatro paredes de tu casa.

Heather está este mes asilada conmigo, en un intermedio entre el domicilio del que ha huido y el hogar al que se mudará ya el martes que viene. Lleva aquí casi un mes, y desde el principio se desenvuelve por casa con absoluta naturalidad.

No es la primera vez que vive conmigo; hace un par de años pasó aquí una temporada larga, por eso no le costó mucho recordar dónde está cada cosa en la cocina, dónde está cada enchufe de la casa… hasta reconoce los ruidos de los diferentes vecinos y sabe sus historias; "Joder con la alemana, que parece que se levanta de la cama con los tacones ya puestos." Se interesa casi con curiosidad por seguir mis costumbres, como dónde suelo poner las cosas, las áreas que prefiero “despejadas”… todas esas manías que tengo después de haber vivido sola tanto tiempo. Dice que lo hace en parte por respeto y en parte porque para ella también tienen lógica, lo cual me hace sentirme menos Mónica.

Cuando Flecha -mi hurón- anda por ahí zascandileando, Heather juega y se “comunica” con ella como yo lo hago, y como yo, después de un ratito se jarta de que Flecha intente morderla y pasa a evitarla. Se sienta en la mesa del salón con el portátil, en la silla en la que yo siempre me siento, y en un momento dado decide hacer un tea break. Va a la cocina, coge su taza favorita –ya tiene taza favorita, porque las conoce todas- pone la kettle para calentar el agua, se estira para alcanzar el té en el último estante del armario, elige la cuchara que más le apetece, se echa un hielo para no tener que esperar demasiado a que el té se enfríe...

Y es como verme a mi misma desde fuera; ver una actriz que hace mi papel mientras yo estoy observándola desde el sofá, viendo la función de quien soy cada noche cuando estoy sola en mi casa.

martes, 23 de septiembre de 2008

Rescatadas del olvido

Desde los quince o dieciséis años me gusta recopilar frases chorras que oigo a mis colegas, a los profesores, a la gente por la calle… Empecé en el instituto apuntándolas en los separadores de la carpeta clasificadora; ahora tengo un par de cuadernos de notas donde las recojo: uno en casa, sobre la mesa del salón (además de citas escribo cosas que tengo que hacer, números de teléfono etc.) y otro más pequeñito que llevo siempre conmigo. Mis amigos me temen cuando dicen alguna parida y me ven rebuscando en el bolso, porque saben que su frase va a pasar a la posteridad.

Con frecuencia repaso lo que tengo escrito y, sobre todo si estoy con los protagonistas, lo comparto con ellos; a veces hacen como si se avergonzaran, y se quejan, pero sé que en realidad les mola. Hoy estaba en una de mis sesiones de repaso en casa y he pensado; ¿Y si lo comparto a “gran escala”? Así que, ahí van. Para no aburrir –mi madre me enseñó desde pequeñita que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”- he pensado en ir transcribiéndolas de a poquito… ¡Comienza una nueva serie!

Os dejo ya con estas citas rescatadas del olvido:

Creía que se había ido la luz un instante, y es que he estornudado –Mi madre (que no está gagá ni había estado empinando el codo)

Hace una semana que no sé nada de él; ¡Tres más y es un mes! –Cristina, pesarosa.

You don’t rising, leche! –Un alumno de unos 30 años pidiendo a los demás que no se rieran de él.

Palabras que rimen con cojones… “ladrillo”… ¡Ah, no!... –Pili

Me gustan las lentejas, porque son muy normales y crecen… ¡Mírala, ya lo está escribiendo! –Cari

¿Y este espejito para qué es; ¿para depilarte los ojos? –Lolo

Yo, cuando pasa la policía, vuelvo al coito -Oída por Quique a unas sudamericanas por el centro.

Hoy he comprado un paraguas… paraguas no… ¡sandía! –Moe.

Yo voy a poner en mi lápida: “¡Sabía que podría haceros llorar!” –Lucy

You’re so beautiful I bet you shit rainbows (Eres tan bonita que seguro que cagas arcoiris) –John

domingo, 21 de septiembre de 2008

El mono

Cuando empecé esta serie de personajes del barrio sabía que “El mono” tendría que aparecer tarde o temprano. Cuando el viernes conseguí hacerle esta foto con el móvil –cobardemente, por la espalda- fui consciente de que el momento había llegado.

Por alguna razón me sentía un poco incómoda haciendo público el nombre por que me refiero a él, y se me ocurrió que podría evitarlo utilizando asteriscos, como hacen los británicos; “El m****”. Al final pensé; ¡qué coño auto-censurarme! Así son las cosas; llevas aparato y gafas y te llaman “Betty”, eres una española en Argentina y te llaman “gashega cuadrada”, eres bajito y paticorto y te llaman “El mono”, los niños son crueles…

“El mono”, pues, es el tipo de la foto. Antes llevaba el pelo largo casi por la cintura, que le hacía parecer aún más bajito. Ahora lo lleva corto, con el flequillo cayéndole encima de un ojo en plan corte cool y vanguardista, que le hace parecer aún más cabezón. Para compensar su estatura, lleva siempre una cámara de fotos muy tocha encima -pero para su infortunio el tamaño de la cámara acentúa su propio exiguo tamaño.

Me contó Lucy que una vez estuvo sin querer en una pseudo-exposición suya en el Traveling, un bar de la calle Ave María. Había cubierto toda una pared con fotos pequeñas en blanco y negro de escenas del barrio; si te gustaba alguna, tú mismo la cogías de la pared y la pagabas en la barra a un euro. Supongo que la idea en realidad no está mal... pero es que no, este tío no me convence; a ver, ¿dé qué vas andando por Argumosa sin camisa y con tu super cámara en ristre? De fotógrafo buen-ro. Pues eso..

martes, 16 de septiembre de 2008

Dicotomías

¿Cola-cao o nesquik?
¿Explorer o Firefox?
¿Bragas o tanga?
¿Texto predictivo o no?
¿Un cachete a tiempo o a los niños nunca se les pega?
¿Converse o Laura’s?

martes, 9 de septiembre de 2008

Ante todo mucha calma...

Quique es, además de mi amigo más antiguo, vecino del barrio desde que nos mudamos por aquí casi al tiempo hace ya como trece años. A los dos nos encanta el tema “barrio”; observar lo que se cuece por sus calles, las anécdotas, los personajes… El otro día me contó una escena que había presenciado en la calle Lavapiés y que no me resisto a reproducir aquí.

Había ido a hacer unas compras a “La Judía”, una tienda de alimentación que frecuenta, a la que bautizó con ese nombre porque nunca cierra. Estando allí oyó una frenada, y al salir vio la escena: un coche que bajaba por la calle Lavapiés y un taxista que venía de una perpendicular habían tenido una pequeña colisión, morro con morro. Entonces el tío del coche abrió la puerta, se bajó para ver los daños, y cuando Quique ya se estaba preparando para oír gritos le oyó diciéndole al taxista con mucha calma:

-Pero bueno, ¿no ves que tienes un ceda?
-¡¡TÚ NO SABES CON QUIÉN ESTÁS HABLANDO!!

El chico al oír esa frase tan rancia, tranquilamente y sin darle demasiada importancia reflexionó en voz alta:

-¡Ah! ¡Que eres de esos…!

Se dio la vuelta, se metió en el coche, hizo su maniobra y siguió su camino sin más.

Quique y yo nos hemos apuntado la frase –y la actitud- para usarla cuando se presente ocasión. Ya tengo ganas…

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Lisboa me mata

Ya había anochecido. Nos habíamos entretenido un poco más de lo previsto en el Castelo de Sao Jorge escuchando a una mujercilla cantando fados a Lisboa con una voz dulce, casi infantil. Caminábamos cuesta abajo por una callecita estrecha de detrás del castelo, iluminada por la luz tenue y cálida de las farolas, sintiendo aún la voz de aquella mujer que cantaba solo para acompañarse, que se abrazaba meciéndose con una tímida sonrisa cuando recibía los aplausos de su escaso e improvisado público. El aire, que ya empezaba a sentirse un poco más fresco, olía a las cenas que se estaban haciendo en las cocinas de las casas que íbamos pasando… y entonces empezamos a oír un chunda-chunda machacón que contrastaba ofensivamente con el sentimiento suave y sereno que nos acompañaba.

A medida que íbamos bajando, aquella música se oía cada vez más alta, hasta que llegamos a una pequeña placita –o más bien un ensanchamiento de la calle- y descubrimos el impredecible origen de aquel ruido; un portátil abierto proyectando su luz azul eléctrico, colocado en la cumbre de una super-columna de sonido, todo ello sobre el capó de un coche, en torno al cual un grupo de tíos negros bebían cerveza y charlaban distendidamente. Nos miramos entre los cuatro que éramos con cara de “esto es surrealista, ¿no?” y cuando ya les hubimos pasado no nos resistimos a comentar la extraña escena que nos había sacado de nuestro ensimismamiento.

Llegando al final de la cuesta, habiendo dejado ya muy atrás fados y luces tenues, estábamos un poco más preparados –en la medida de lo posible- para la pintada que nos íbamos a encontrar en el muro de una casa abandonada: “Queremos más tragedias”…¿¡Qué?! Pero… ¡¿qué?! ¿Más tragedias? ¡¿Por qué?! …¡¡Nooo!! ¡Ya no cabe más perplejidad en mi cabeza!! Ninguno le encontrábamos explicación, y como única posible respuesta –traída por los pelos, lo reconozco- nos planteamos si “tragedias” pudiera significar otra cosa en portugués.

Ya en Lagos, viendo las fotos que cada uno habíamos hecho, al llegar a esta nos percatamos del corazón de la izquierda -que afortunadamente había decidido incluir en el encuadre en el último momento- rodeando un avión que se dirige hacia las torres gemelas… y así se resolvía el misterio; esas eran las tragedias a las que se refería la pintada.

Seguía siendo un poco “heavy”, pero nos quedamos más tranquilos después de haber descifrado el enigma.

PD:Muchas gracias a Quique por la foto de la mujercilla.