miércoles, 23 de febrero de 2011

Primeras señales 2011

El pasado cinco de Febrero, hace apenas unos días, decía yo al comienzo de un post:

“Ya están aquí esos días de solete invernal, de ese sol tan ansiado que por fin vuelve a calentarnos -a través de varias capas de ropa, eso sí. Cada vez están más cerca esas primeras señales que espero cada año; mi primer lirio en El Retiro, mi primer césped salpicado de margaritas, mi primera mariquita, mi primer almendro en flor... todas esas señales que me dicen que después del reposo invernal, la vida comienza a bullir de nuevo.”

Pues ya las tengo todas. Ya no me lo tiene que decir nadie, que lo veo yo;  ¡ya está aquí el renacimiento!

La primera señal que vi fue un césped salpicado de margaritas en el Paseo del Prado, de camino al curro. Cuando lo vi pensé con suspicacia: “¿Es eso de verdad lo que me parece que es? ¿Son... margaritas?”  Paré mi bici, y sí; estaba ante mi primera señal.

(18.2.11)

Y claro, cuando viene una, las demás vienen ya todas seguiditas. Así que este finde en Patones vi mi primer almendro en flor

(20.2.11)
y mi primera mariquita (funambulista).

El lunes no me pude resistir y me escapé un rato al Retiro en una ventanita que tenía entre clases, con el objetivo de conseguir la última señal que me quedaba. Fui derechita a a la zona donde cada año florecen los primeros los lirios de todo el parque... y nada; me llevé una pequeña desilusión cuando vi las varas plagadas de capullos reventones, pero ninguna flor abierta todavía. Pero cuando ya me retiraba dándome por vencida, un poquito más adelante que otros años, lo vi; mi primer lirio. Al fotografiarlo me di cuenta de  que empezaba ya a declinar un poco el pobre, así que ha sido un gran adelantado respecto a sus congéneres.

 (21.2.11)

Vale, ya tengo todas las señales; ahora quiero el buen tiempo.

PD (15.19hs): ¡También el buen tiempo está aquí! Acabo de venir del parque de los perros; hoy ha sido mi primer día de usar la mantita de picnic para leer tirada al sol. Y al salir  para allá he dejado todas las ventanas de la casa abiertas de par en par para que entre el airecito cálido, por primera vez este año. Bieeeen.... :)

viernes, 18 de febrero de 2011

Mi primera curda

De pequeña me encantaba el anís. Y cuando digo pequeña, me refiero a cuando tenía una edad de una sola cifra. Mi madre me dejaba meter el dedito en su copa y libar así apenas unas gotitas del delicioso licor; total, unas gotitas no me iban a hacer ningún mal... Pero claro; entre que aquello me sabía a muy poco -incluso cuando mi madre me dejaba meter el dedito una segunda vez- y que sabía perfectamente dónde guardaban la botella, la tentación era demasiado fuerte para mi débil e inmaduro sentido moral.

Así que cuando mis padres no estaban al acecho, yo me iba al mueble bar, pegaba un lingotazo a la botella de anís, y con el licor ardiéndome en la boca, sin tragarlo, me iba corriendo al grifo más cercano al cual me amorraba, y mezclaba en mi boca licor y agua. Después, con los carrillos hinchados y aquel embriagador sabor inundándome la boca, me lo iba tragando a pequeños buchecitos.

Esto no lo hacía con frecuencia, porque era consciente –vagamente- de que no estaba del todo bien aquello, y tenía la  fundada sospecha de que si mis padres me pillaban me iba a caer bronca, fijo. Pero como nunca me llegaron a pillar, supongo que poco a poco me fui confiando.

Un día, ya a mis doce años, invité a Maricarmen, una compañerita del cole, a merendar en casa después de clase. Consciente de mi papel de anfitriona, después del bocata y del cola-cao, decidí darle a probar a mi invitada aquello que a mí tanto me deleitaba. El sistema del buche me di cuenta de que no era elegante para las visitas, así que cogí un vaso de duralex, lo llené hasta la mitad de anís y luego rellené la otra mitad de agua; lo que viene siendo una palomita, pero del tamaño de una avestruz.

Cuando vino el padre de Maricarmen a recogerla, nosotras no parábamos de reír y reír incontrolablemente por todo -supongo que también nos costaba mantener el equilibrio. Yo no era consciente de que nos pasara algo raro, y menos aún se me ocurría hacer una conexión entre nuestras risas y el anís, pero algo me imaginé cuando el padre de Maricarmen nos preguntó extrañado: “¿Pero qué os pasa?” Y luego nos lo preguntó otras cuatro o cinco veces más. Obviamente ni se imaginó que yo hubiera podido emborrachar a su hija; supongo que  atribuiría nuestro comportamiento a la tontería propia de las niñas de esa edad, y salimos indemnes de aquella.

El viernes pasado en Tabacalera recordaba esta historia con Iñaki y sus colegas, hablando de primeras curdas. Y al acabar me quedé pensando que ahora, por mi edad, lo veo más desde la perspectiva del padre. Y me imaginé que fuera a recoger a... mi sobrina pre-adolescente (aunque ninguna de las dos tiene esa edad aún) a casa de su amiguita y me las encontrara en ese estado desquiciado; desde luego tampoco se me pasaría por la cabeza que llevaran una toña. Sería como si cuando a mi sobrina Jara le dan esos arrebatos extraños que se pone a dar saltos, y a bailar, y a poner muecas desencajadas, y a emitir sonidos guturales estridentes,  se me ocurriera pensar que se ha metido algo la criatura!...

Un momento... o_O

martes, 15 de febrero de 2011

Rescatadas 21

De pequeño, cuando nadie me veía me comía el hígado de mis hermanos; me volvía loco. A veces hasta me comía el hígado del gato a escondidas- Iñaki

Ray.¿Cómo estás?
Yo: Aquí, en mi placidez improductiva...

Sara, alumna mía de 7 años: "Solo por un peldaño a veces los abuelos se caen y se matan... es muy raro."

Cari: (después de un prólogo sobre monjes budistas) ...así que se puede llegar al humor por el amor, y al amor por el humor.
Iñaki: ¿Es tuyo?
Cari, ufana: Sí...
Yo: Hala , pues no te preocupes que yo te lo publico. (Y aquí estoy, cumpliendo )

Pili: Le pregunto a Luis "¿Dónde quedan más guay las manos en los bolsillos; en la falda o en la chupa?" ¡¡Y el pobre me contesta!! ... “¿A ver?... en la chupa.”

Un borracho zigzagueando por El Rastro, hablando solo, a la vez que levantaba dos dedos: "Tengo... para dos putas."

Cari: Lo de los esbozos se conserva
Yo: ¿¿Quéee??
Cari: Que lo de los bostezos se contagia
Yo: Joder; lo mismo.
Cari: Pero lo he dicho en contexto.
Yo: ?????

lunes, 14 de febrero de 2011

Nuevo status quo en Cotidianas

Cucarachas morded el polvo, porque ha llegado la pasma.

 ¡¡Por fin me he librado de las cucarachas en Cotidianas!! ¡Ya no son ellas las protagonistas del post más leído! Siento que mi honra, prestigio y buen nombre están a salvo; ya no me conocerán las futuras generaciones como “Laura la de las cucarachas”

¿Y quién ha conseguido expulsar del primer puesto a esos infectos insectos? Pues nada menos que “la autoridá”. Porque por alguna extraña razón que solo la providencia conoce –iba a decir San Google, pero también está el factor humano- el nuevo post ganador, por el que pasaré a la posteridad, es...


Hay que joderse... ahora pasaré a los anales de la historia como una delincuente común. Maldita sea mi suerte, una y mil veces...

jueves, 10 de febrero de 2011

Opposites

A menudo me pregunta la gente si prefiero dar clases a adultos o a niños, y lo cierto es que no tengo una respuesta clara. Si todas mis clases fueran con niños, supongo que acabaría un poco hartita, pero este año por ejemplo solo tengo dos grupos de pequeñajos, y lo cierto es que disfruto con ellos como una enana; como digo siempre, los niños son la bomba, y me siento privilegiada de poder pasar tiempo con ellos y ser de alguna manera partícipe o testigo de su forma de ver la vida, de sus razonamientos, de sus dudas...

Este martes pasado por ejemplo, estaba en clase con un grupo de tres niños y una niña, en torno a los nueve años. Estábamos haciendo un ejercicio en el que tenían que buscar adjetivos en un texto, y luego emparejarlos por opuestos: frío-caliente, grande-pequeño... Entonces Ángel me preguntó: “¿Podemos poner azul?” “No, porque los colores no tienen contrarios, ¿cuál es el contrario de azul?” Qué pregunta tan tonta. “rojo” –me contestó sin pensárselo. “Vale –le respondí divertida-  me parece muy bien. Pues ponlo si quieres”  Ya ves a mí lo que me va; esto es clase de inglés, no de lengua –pensé.

Entonces me acordé de una anécdota que me contó Guy hace tiempo; un día jugando a taboo en clase, un niño tenía una tarjeta que ponía “gato”, y tenía que definirla para que su compañero adivinara de qué se trataba. “Lo contrario de perro”-dijo. Por supuesto su compañero no tardó ni media en adivinarlo.

En clase con los niños muchas veces aprovecho para dar rienda suelta a mis paridas e incluso provocarles para ver por dónde me salen. Y me encanta, porque ellos reciben mis tonterías tan ricamente; no solo no se extrañan, sino que a menudo me salen con unas cosas que me dejan pasmada a mí. El caso es que para juguetear un poco con sus mentes les pregunté: “OK, what's the opposite of dog?” “Cat” me respondieron todos al unísono sin dudarlo un instante. “Aha... ¿And the opposite of fish?” -les interrogué con cierta malicia. Aquí la respuesta tardó algo más en llegar, pero no demasiado: Iván me miró con esos ojos negros de pestañas kilométricas, y me dijo tan serio, como si después de meditarlo tuviera la absoluta certeza de haber dado con la respuesta correcta: “Horse.”

   -Aha... ¿Y qué es lo contrario de pez?
   -Caballo.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Imágenes robadas

Hace unos días, un amigo (cuyo nombre no voy a revelar, porque como veréis a continuación, es muy suyo con el tema de la privacidad) me amonestaba por haber publicado aquellas fotos de “El póster” –cuando aún era “el vecino informático". “Si yo fuera él, y viera esas fotos mías publicadas, te denunciaba sin pensármelo dos veces” –me decía. “Pero a ver –me defendí- ni digo su nombre, ni digo dónde vive, ni apenas se le reconoce la jeta en las fotos. Y tampoco está haciendo nada íntimo; sólo le saco delante de su ordenador” “Ya, pero te estás metiendo en su casa!” “Pero si a los famosos les hacen fotos los paparazzi y no les pasa nada, ¿qué me va a pasar a mí? Y realmente no veo cómo le puedo estar perjudicando. Además que le saco en Cotidianas, no en El País”.

Pocos días después, esa misma semana, estaba yo en casa tan ricamente cuando sonó el timbre. Al abrir la puerta me encontré a Jorge, mi vecino/pseudo pretendiente, con el aspecto desharrapado habitual; en bata y zapatillas de andar por casa, y con barba de tres días. “Hola Laura, ¿me podrías dejar usar tu teléfono para hacer una llamada?” “Claro, claro, pasa”. Era la primera vez que Jorge entraba a mi casa. Una vez dentro le alcancé el teléfono.“¿Me marcas el 1004?” -me pidió, supongo que para demostrarme que no era una llamada personal “Sí, claro. Qué, ¿tienes problemas con telefónica?” “Sí, no me funciona la línea.” 

Mientras intercambiábamos estas frases me fijé en pequeños detalles de su indumentaria: el cinturón de la bata era un cinturón miserable de cuero, finito, con el “rabito” colgando, y en la solapa de la bata tenía una quemadura del tamaño de una moneda de dos euros (en realidad algo mayor, pero no se me ocurría otro tamaño de referencia) En el jersey que llevaba debajo tenía otra quemadura de un tamaño parecido. “¿En serio? –pensé- ¿Vas a casa de un vecino y no te da reparo aparecer así? Es más; ¿No te da reparo andar así por casa?" Pero bueno, no era la primera vez que me asaltaban estos pensamientos respecto a él, y decidí quitármelos de la cabeza y prepararme para salir a currar mientras él hablaba por teléfono.

Cuando me estaba arreglando en el baño pensé... “Jorge en mi casa... ¿y si le hago una foto mientras habla distraídamente? ¡menuda “exclusiva” para Cotidianas! Ya, pero... ¿y si se da cuenta? Sería una situación espantosamente violenta.” Pero todo esto lo pensaba mientras me acercaba ya al salón cámara en mano, sintiendo el corazón acelerándose en mi pecho. Al llegar vi que estaba de espaldas: perfecto. Nada menos que cinco fotos robadas le hice. Como me dijo Cari cuando se lo conté; menos mal que no saltó el flash.

El caso es que he estado más de una semana con las fotos en mi poder, sin saber qué hacer con ellas. Publicarlas no es tan importante para mí; ni me van a dar un Pulitzer, ni voy a ganar pasta... pero me apetece; me hace gracia. Además veo más que improbable que Jorge o alguien que le conozca llegue a las fotos alguna vez -aparte de que ni se le ve la cara- con lo cual dudo mucho que le pueda causar ningún perjuicio. 

Aún así, me gustaría saber vuestra opinión... ¿Pensáis que estoy quizás atravesando la delgada línea que divide el bien  del mal? A mi amigo ni se lo pregunto, porque me sé lo que me va a decir.

sábado, 5 de febrero de 2011

Una visita al Palacio Velázquez

Ya están aquí esos días de solete invernal, de ese sol tan ansiado que por fin vuelve a calentarnos -a través de varias capas de ropa, eso sí. Cada vez están más cerca esas primeras señales que espero cada año; mi primer lirio en El Retiro, mi primer césped salpicado de margaritas, mi primera mariquita, mi primer almendro en flor... todas esas señales que me dicen que después del reposo invernal, la vida comienza a bullir de nuevo.

El miércoles estuve en El Retiro a primera hora de la tarde -antes de entrar a currar- dando una vueltecilla con la bici, buscando esas señales y disfrutando del sol; de poder por fin salir del refugio a "los exteriores" otra vez.

Después de un rato de vagar sin rumbo fijo entre caminos y parterres,  llegué al Palacio Velázquez, un edificio/sala de exposiciones en El Retiro -que dicho sea de paso, con lo bonito que es, nunca he conseguido retratar satisfactoriamente en todo su esplendor. El caso es que vi que había una exposición de un fotógrafo francés, Jean-Luc Mylayne,  que por lo visto se dedica a fotografiar pájaros en su entorno natural, y allí me colé.


No sé si había estado dentro antes, pero si estuve fue hace muuucho tiempo. Al entrar me sorprendió muy gratamente la espaciosidad del interior y la luz natural que entraba por las cristaleras del techo, que conseguía hacer realmente acogedor y cálido ese espacio tan amplio. Saqué la cámara y no paré de hacer fotos en todo el rato que estuve allí.

Siempre he sido muy amiga de los reflejos, y me gusta buscarlos cuando estoy cámara en ristre. En esta ocasión no era necesario, estaban por todas partes; en los suelos, en los cuadros...



 
Pero se acercaba la hora de entrar a currar, y tuve que dar por concluida mi visita. A la salida vi las sombras alargadas de los árboles, señal de que al sol le quedaba muy poco ya para ocultarse, y no pude resistirme a otra de mis constantes; la foto de mi sombra.

martes, 1 de febrero de 2011

Las Necrosantas

En aquella época, hace ya casi dos años, Cari no estaba currando, así que tenía todo el tiempo del mundo para parir proyectos. Un día tomando el aperitivo en el Chino-español me contó una idea que se le había ocurrido: iba a pintar camisetas con monigotes de trazos muy simples, y ya tenía pensado su primer personaje: Puerila. Me pidió mi "libretita de exteriores" y esto fue lo que dibujó:

(Obsérvese que va descalza, por ello los deditos de los pies)

Además de un nombre más o menos significativo, parte de la idea  era que los personajes dijeran cosas que de alguna manera definieran su personalidad, de manera que no sólo iban a ser camisetas, sino el reflejo de un modo de vida (es un decir).

Después de dibujar los sencillos trazos de Puerila, Cari me dijo: “También tengo otros dos personajes pensados: Furora y Doctor Encanto. Pero aún no los he dibujado” Y no recuerdo si me pidió que lo hiciera yo, o a mí me apeteció intentarlo; el caso es que lo hice, y salieron así:

Cada domingo, vermouth Yzaguirre mediante, Cari ponía sobre la mesa unos nombres que pasábamos a monigote. En algunas ocasiones ya traía alguna idea de cómo podría ser, en otras lo decidíamos conjuntamente y yo lo ejecutaba; primero en una servilleta para ir probando, y luego cuando ya estábamos satisfechas, lo pasaba a la libretita. A veces nos gustaba tanto el primer resultado, que yo me guardaba el trocito de servilleta con el dibujo, y al llegar a casa lo pegaba en la hojita correspondiente tal y como.

Así que mi “libreta de exteriores” de aquellos entonces está lleno de personajillos de estos; ¡hasta nos atrevimos a diseñar animales no humanos! Teníamos el perro Gandul y la vaca Le Corbusier (con pestañas).

Las dos estábamos encantadas con nuestra fauna de monigotes, así que en una de nuestras quedadas estacionales con Luis, no pudimos resistirnos a compartir con él, con ilusión de madres primerizas, nuestra obra de los últimos meses. Casi al final del cuaderno llegamos a “Las Necrosantas”, dos viejecillas encorvadas, con moño y cara de amargadas, y con un rosario en las manos. “¿Las necrosantas? –preguntó Luis- ¿Por qué Las Necrosantas? Cari y yo respondimos inmediatamente y a coro, como si lo tuviéramos preparado: “Porque son dos”.

Claro,  los tres nos quedamos mirándonos los unos a los otros con el gesto descompuesto de incredulidad y sorpresa, a cual más flipado, y como pidiendo una explicación a aquella absurda doble respuesta. Luego seguimos emborrachándonos.



(Gracias Cari, por dejarme compartir con el mundo esta preciosa historia de amor -o algo.)