martes, 30 de diciembre de 2008

Frases célebres de niños

Ayer por la tarde me armé de coraje y emprendí la expedición al centro que había estado postergando todos estos días. Tenía una misión: comprar el regalo de Reyes de mi madre. Afortunadamente iba a tiro fijo, porque desde casa ya había visto en Internet que en La Casa del Libro tenían "Frases célebres de niños", un libro que ya llevaba tiempo queriendo comprarle.

Total, que a lomos de mi burra, y tras desplegar toda mi paciencia esquivando gente, montando detrás de grupitos de personas de todas las edades que callejeaban por el centro sin rumbo fijo con ese "entrañable" espíritu navideño, llegué a la Casa del Libro sobre las siete, al lado del Corte Inglés… con cortilandia en plena ebullición. Tremendo: todo aquello rebosante de mamás con carritos y papás con niños a hombros y personas de todas las nacionalidades desperdigadas por ahí, vendiendo bengalas, y cuernos con luz, y globos con forma de espada, tentando a los niños con todo aquello… Aparqué la bici y me metí en la librería en cuestión.

Por estas fechas todas las tiendas suelen estar petadas de gente; tienes que andar con paso de procesión, con cuidado de no dar una patada al que tienes delante, pero en comparación con la masificación de fuera, aquello era un remanso de paz. Me acerqué y pregunté a una de las dependientas, que me indicó dónde estaba el libro; lo cogí y me puse en la cola. Unos minutillos de espera, y llego al mostrador. "Dieciséis euros. ¿Lo quieres para regalo?" "Sí, por favor". Todo bastante sorprendentemente rápido e indoloro, la verdad sea dicha.

Cuando la dependienta estaba metiendo el libro en el sobre de papel, y cerrándolo con un par de celos, pensé "La verdad es que sería mejor… bueno, es igual, espero que se despeguen bien los celos. Y si no, ya lo volveré a envolver" Y afortunadamente sí, los celos se quitaron bien, y anoche estuve en casa soltando carcajadas sola hasta las dos de la mañana.

Os dejo aquí algunas de mis frases favoritas; y ya sabéis, si aún os queda algún regalo que hacer…

Juanma, 3 años
Estaba toda la familia celebrando el Día del padre en casa. El hermano mayor de Juanma regaló a su padre un dibujo, y su padre leyó en voz alta la frase que había escrita en el dibujo: "Para el mejor padre del mundo". Cuando acabaron de comer, Juanma se fue al baño, y al rato se le oyó gritar: "¡A ver, ese padre mejor del mundo, que venga a limpiarme el culo"

Alba, 3 años
Una tarde, cuando salió del colegio, le dijo a su madre: "Mamá, ya me sé los días de la semana. Mira, son cuatro: Norte y Sur.

Luis, 4 años
Estaba Luis con su padre construyendo un circuito de tren en el que había dos puentes y Luis comentó: "Yo de mayor quiero hacer puentes para que pasen los trenes". Y su padre le dijo:" Entonces de mayor vas a ser ingeniero…" Luis preguntó "¿Y es bonito el disfraz?"

Adriá, 7 años
Un día, de camino al colegio su madre le dijo "Qué pocas ganas tengo de ir a trabajar" Y él contestó muy serio: "Pues déjalo. ¡Con tres cojones!"

Adrián, 7 años
"Un día su padre le preguntó "Adrián, ¿tienes novia?" Adrián respondió: "Sí, se llama Dunia y ayer me dio un besito en la boca." Su padre insistió: "¿Y dónde os veis?" Adrián le contestó "En el recreo" "¿Y qué hacéis en el recreo?" siguió preguntando su padre. Y Adrián le contestó: "Pues hablamos de sumas y restas."

Yago, 7 años
Yago estaba tumbado en el sofá y su madre le riñó: "¡Yago, no pierdas el tiempo!" Yago dijo: "Mamá, no lo estoy perdiendo, lo estoy disfrutando".

Sergio, 3 años
Un día que su madre le estaba regañando, Sergio le dijo: "Mamá, no cruces los brazos, que te enfadas".

Mariano, 6 años
Un día le preguntó su padre: "Mariano, ¿tú qué quieres ser de mayor?" Y el niño, muy serio, respondió: "Yo, repartidor de pizza… Bueno, no, mejor una zarigüeya colgada de un árbol"

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Mi giróscopo solsticio-navideño

Cuando mi hermano mayor y yo éramos pequeños mi padre se deleitaba impresionándonos con todo tipo de artilugios artesanales; le veíamos ahí todo afanoso tallando un palo, o recortando un papelito con la lengua fuera, casi exhibiendo su esfuerzo, tentándonos a preguntarle. Entonces alguno de los dos caíamos en la burda trampa:

-Papá, ¿Qué estás haciendo?
-Un sisale.
-¿Y qué es un sisale, papá? -le preguntábamos entrando al trapo.
-Si-sale ya lo verás... -nos respondía triunfal y ufano.

Y volvíamos a preguntar una y otra vez: "¿Pero qué eeeeess...? ¿Qué eees, papaaá? Jooo… dimeeeloooo…" El seguía ahí, haciéndose valer. Claro, con niños de seis, siete años ya se puede; ahora que ya nos lo sabemos casi nos tiene que suplicar que le preguntemos, el pobre.

El caso es que nos encantaban los sisales que hacía; de una simple rama nos hacía un silbato... -¡incluso con una hoja de árbol!- tallaba barquitos para soltar en el río, o hacía molinos que giraban con la corriente... nos hacía todo tipo de artilugios para que abriéramos la boca con su ilimitado poder.

Otro de los inventos con que nos dejó boquiabiertos en su día fueron sus "giróscopos" -o así los llamaba él. Eran estructuras de papel, posadas en palitos, que colocaba encima del cubre-radiador, y que giraban mágicamente impulsados con el aire caliente que ascendía. Tenía diversos modelos, pero a mí el que más me gustaba era la espiral.

Han pasado ya muchos años de aquello, y ahí estoy yo, intentando superar los giróscopos de mi padre. Hoy le llevo a la cena de nochebuena el vídeo del mío para que se sienta orgulloso de mí...

...¡o rabie de envidia! Je, je, je...

domingo, 21 de diciembre de 2008

El solsticio de invierno

Hoy a las 13.04 es el Solsticio de invierno, el momento en que el sol alcanza su cénit en el punto más bajo. A partir de hoy los días comienzan poco a poco a hacerse más largos.

Desde hace miles de años y para las culturas y sociedades más diversas, el solsticio de invierno ha representado el acontecimiento cósmico por excelencia; el nacimiento del sol. Con él toda la naturaleza comenzaba a despertar lentamente y los humanos veían renovadas sus esperanzas de supervivencia gracias a la fertilidad de la tierra. Se celebraban grandes festejos paganos acompañados de ceremonias colectivas con cantos y danzas rituales, en un ambiente de alegría general.

El nacimiento de los principales dioses relacionados con el sol en muchas culturas (como Osiris, Horus, Apolo, Mitra, Dioniso/Baco, etc.) era situado en estas fechas; los cristianos no hicieron más que apuntarse al carro cuando acordaron –ya en el siglo IV- situar el nacimiento de Jesucristo en la noche del 24 al 25 de Diciembre, la fecha en la que los romanos celebraban el Natalus Solis Invicti, el "nacimiento del Sol Invencible", un culto muy popular y extendido al que los cristianos no habían podido vencer, y claro está, la fecha en la que todos los pueblos contemporáneos festejaban el solsticio de invierno.

Por todo esto hace unos años decidí volver a los orígenes, y celebrar el Solsticio de invierno en vez de las Navidades; porque para algunas cosas soy una hippy comeflores abraza-árboles, y me encantan las estaciones, y porque estas fechas tienen más sentido y me gustan mucho más vistas desde esta perspectiva. No tengo rituales específicos para la ocasión, pero sí hago algunas cosas solsticio-navideñas, como decorar la casa con árboles y luces –que originariamente representaban el sol y la naturaleza-, hacer un ejercicio escrito de repaso del año… y poco más.

Ayer me enteré de la propuesta de la asociación pacifista californiana “Baring Witness”: celebrar el solsticio con un orgasmo global por la paz.

Pues eso, opinad vosotros mismos.

sábado, 20 de diciembre de 2008

El ciclo de las pinzas

El origen de todo fue en Asturias. Cari y yo estábamos desayunando en una terraza de algún pueblecito de cuyo nombre no quiero acordarme –fue hace más de quince años- cuando vimos una pinza de la ropa cayendo desde lo alto. Inmediatamente después oímos la voz de una paisana voceando desde su ventana “Ahora bajo a por la pinzaa…” Una vez abajo, la mujer justificó su comportamiento diciendo que claro, aunque era solo una; “una, y luego otra, y luego otra… y cuando te quieres dar cuenta te has quedado sin pinzas”. Y tras la explicación se volvió para arriba a seguir tendiendo. Cari y yo sonreímos conscientes de haber presenciado una escena pintoresca, mientras pensamos para nuestros adentros: “¿Y qué si te quedas sin pinzas? Te compras más, que te valen veinte duros el paquete”.

Algunos años más tarde, cuando me independicé y tuve mis propias pinzas de la ropa constaté que en efecto, tenían una acusada tendencia a saltar al abismo de entre los dedos. Entonces recordé la reflexión de aquella paisana: “una, y luego otra, y luego otra…” Como yo era demasiado orgullosa a la par que vaga para bajar a por las que se me iban cayendo, jamás me planteé hacerlo, pero un día me topé con una pinza tirada en la calle y decidí recogerla para reponer las que iba perdiendo, y así comenzó “el ciclo de las pinzas”.

“El ciclo de las pinzas” es, en definitiva, el reto que me propuse entonces de no comprar nunca pinzas de la ropa, sino ir reponiendo las que voy perdiendo con las que el cosmos pone en mi camino. Así, he tenido pinzas de madera y de plástico, de innumerables modelos y colores… todas juntas, compartiendo cesta, trabajando en equipo para tender mi colada…

Llevaba ya casi diez años contrarrestando pérdidas con hallazgos; desde que vivo en esta casa. Entonces el pasado mes de Octubre hubo una tremenda granizada en Madrid que arrancó la cesta de su asa y tiró al patio todas las pinzas. Bajé a por ellas –esta vez sí- y rescaté las pocas que aún quedaban incólumes, pero había habido demasiadas bajas y me vi obligada a reforzar la población. Compré entonces un único paquete de pinzas de plástico, de forma tradicional, en color azul, verde, amarillo y naranja en el mismo paquete, para que no se vieran todas demasiado uniformes y me recordaran la tragedia. Ahora que ya ha pasado todo, estoy contenta con mi nuevo surtido, y el ciclo de las pinzas continúa…

…hasta el próximo desastre natural, supongo.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Pelotas

Pelota (Del prov. pelota, y este del lat. pĭla). 12.com. coloq. Persona aduladora, que hace la rosca.

Odio los pelotas. Odio el peloteo. O tal vez no sea odio sino más bien un sentimiento entre el profundo desprecio y la vergüenza ajena.

Hay un tipo de peloteo que se da sobre todo en algunas parejas; esa complacencia exacerbada donde el uno parece estar esperando a que el otro manifieste algo para inmediatamente darle la razón, o facilitarle la vida de algún modo: “¿Tienes sed? No mi amor, no te levantes que yo te traigo un vasito de agua. ¿Lo quieres en bandejita de plata?” Es que no puedo verlo. Y a veces me pregunto “¿Y a mí qué más me dará? Pero es que no puedo con ello, es algo visceral.

Hay pelotas sumisos, pusilánimes, y también los hay ruines, completamente conscientes de sus actos, que peloteando se creen dueños de la situación, que se ríen por dentro de aquel a quien han decidido pelotear. Es como si el peloteo fuera su disfraz, así que no sienten que sean ellos mismos quienes están perdiendo la dignidad, están peloteando para obtener un beneficio y piensan que lejos de estar en una posición de sumisión, están en una posición de dominación sin que el peloteado se de cuenta.

Así que si ya odio ser testigo de peloteos ajenos, cuando soy yo la víctima de esa adulación barata -como me está sucediendo actualmente- y encima el pelota no se da por aludido cuando le intento parar los pies, sino que continúa su cutre estrategia… ¡es que no puedo con ello! De verdad, no me gustaría parecer arrogante y desagradable, pero francamente, ¡Que se vaya a lamer otro culo!

He dicho.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Días de frío y lluvia

Vaya diítas que estamos teniendo; toda la semana llevo poniéndome por lo menos cuatro capas de ropa, la tercera siempre un gersey de los gordos. Luego abrigo, bufanda, guantes y gorro... y arrepintiéndome de no haberme comprado las orejeras que vi el domingo pasado en El Rastro -mañana caen. Y es que no solo hace un frío que deja los coches blancos de escarcha por la noche, sino que de vez en cuando también toca lluvia, y viento… ha habido días en que salir a la calle suponía una lucha contra los elementos. Y de bici nada, claro; andando a todas partes agazapada debajo del paraguas y con cuidado de que el viento no me lo volviera del revés.

Esta mañana cuando me he despertado, la habitación estaba mucho más oscura de lo que suele estar a esas horas; he abierto las cortinas y he visto que fuera estaba diluviando y había una luz muy mustia, como de atardecer. Así que aunque ayer tenía mucha ilusión por ir al mercadillo de trueque que había hoy en el Parque de los perros -Parque Casino de la Reina- le he mandado un mensaje a Quique diciéndole que me contara qué tal si bajaba, pero que con semejante día me sentía muy predispuesta a no poner un pie en la calle.

Y luego he puesto la calefacción y me he quedado un rato pegada al radiador mientras se calentaba el salón, viendo llover por la ventana, con una taza de té calentito entre las manos.

martes, 9 de diciembre de 2008

Rescatadas 4

Yo lloro con “mi carro”… Es que me siento España y lloro. Una alumna de 14 años

Eres una autotatriz con un coño expugnable –Pizarro, ininteligible como siempre

Joder, ¡¿Cómo que otra vez sin batería!? ¡A estas pilas las descarga el diablo! -Yo

Homer sí que es zen, total, total. –Quique

Yo soy sucia y desordenada… ¡Noooo, que esta lo publica! Hijaputa. Cari

Nosotros y los caballitos de mar somos las únicas criaturas que disfrutamos el sexo- Moe. Lo decía convencida.

No, yo no soy antisemita, ¡pero es que son unos cabrones! –Ray

Mira, ese soy yo… ¡con cinturón! –Paul mirando una foto

Hay por aquí mucha gente de lujo…Maru en la tele, refiriéndose a los famosos.

Félix: Mírales, son como niños (hablando de Michel y compañía)
Michel: Sí, pero bien dotados.

domingo, 7 de diciembre de 2008

My tazas' world

La primera taza que tuve en propiedad exclusiva fue a los quince o dieciséis años. Era blanca, tipo mug, tenía globos de colores pintados, y cuando la levantabas sonaba una musiquita. Lo extraño ahora que lo pienso es que ningún miembro de la familia encontrara el soniquete irritante; a mi desde luego me parecía el colmo de lo guay. Me molaba que esa taza fuera mía exclusivamente, me hacía sentirme especial; me molaba que me la había comprado yo con mi dinero.

Mi contacto con la cultura inglesa estimuló aún más mi afición por las tazas; allí en la mayoría de las casas todas las tazas son diferentes. Te asomas al estante donde están, y una es del eclipse total de 1999, en otra pone “Sexy chick”, en otra pone “Edimburgh” y un dibujito del castillo… las compran mucho de recuerdo, y se las regalan mucho entre ellos, así que en cada cocina siempre suele haber un buen surtido, de mejor o peor gusto.

En las casas inglesas cuando llega gente de fuera, sea quien sea, y sea la hora que sea, el anfitrión siempre ofrece té; “Would you like some tea?” “Yes please” –se oye como respuesta el 90% de las veces. Entonces el anfitrión pone la kettle. Si tiene su taza por ahí del último té que se ha tomado, la va a buscar, la pone en la encimera y a continuación pone las otras dos, tres o el número de tazas que se requiera. Y no sé los demás, pero cuando a mí me toca ser anfitriona, llegado este punto entro en mi “tazas' world” donde existen una serie de reglas con el objetivo de conseguir cierta uniformidad de criterio entre las tazas escogidas -ya sea por tamaño, forma, temática o colorido -aunque a menudo puedan ser muy dispares y sea difícil aunarlas en una categoría.

Cuando vivía con Guy, para facilitar las cosas teníamos todas las tazas por parejas; nunca idénticas, sino de la misma “serie” pero en diferente color, por ejemplo. Cuando las comprábamos se adjudicaba una taza a cada uno y eso era respetado religiosamente; nunca las intercambiábamos. Si alguna vez a uno de los dos nos regalaban una taza, intentábamos emparejarla con otra que tuviéramos desemparejada de antes, siguiendo alguno de los citados criterios de tamaño, forma, temática o colorido. Algunas parejas así unidas resultaban bastante satisfactoriamente afines; las menos afortunadas eran irremediablemente condenadas a ser usadas con menos asiduidad. Si no había ni siquiera opción para un “mal matrimonio” se restringía el uso de la taza a momentos single o a cuando teníamos invitados. Las tazas singles eran por su condición, de inferior categoría.

Evidentemente mi ruptura con Guy supuso un caos en mi "tazas' world" y la mejor solución que encontré al dilema de qué hacer con aquel mundo de alianzas y soledades, fue ir donando poco a poco la mayoría de las parejas a otros hogares –siempre procurando que fueran adoptadas juntas. También doné sus singles; las mías me las quedé.

Entonces en un viaje terapéutico a Manhattan para combatir mis males de amores compré una taza en el Empire State building; sin ser consciente estaba comenzando mi actual repertorio de singles, que desde entonces voy ampliando cada vez que visito una nueva ciudad. Y como todas son de ciudades, no hay problema a la hora de seleccionarlas cuando vienen invitados, porque la temática es la misma… el mundo single es mucho menos complicado.

El mundo single de las tazas.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Lo prometido es deuda

Dije que lo haría y ahí está. Desafortunadamente parece que a Flecha una bañera llena de globos no le parece tan excitante como esconderse en una bolsa de plástico del Pull and Bear -que hace mucho ruido- o perseguir y morder la fregona mientras friego... los hurones son impredecibles.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Chicazos y nenazas

La mayoría de mis amigas son de las que dicen que toda su infancia han sido un poco “chicazos”; que preferían los juegos de chicos a las muñecas y que incluso a lo largo de la vida han tenido más amigos chicos que chicas. Yo también soy así; probablemente haberme criado entre tres hermanos lo explique en parte.

Pero lo que a mí me resulta curioso es que decimos que hemos sido “chicazos” con el pecho henchido de orgullo… ¿¡Orgullo por qué?! ¡Ellos no estarían orgullosos de haber sido un poco “nenazas”! Parece que a algunas tías nos han hecho creer que ellos son mejores que nosotras y que ser como ellos mola. Nos han hecho creer desde pequeñitas que las tías son unas débiles, unas cursis y unas dóciles, y aunque somos una de ellas y no cumplimos el estereotipo, en vez de cuestionalo, seguimos creyéndonos el cuento, pensando que debemos de ser la excepción; como no somos sensibleras y sumisas, y somos más independientes, debemos de ser un poco “como un chico”.

Que no nos vendan la moto: las tías molamos tanto, ¡si no más que ellos! :) He dicho.