domingo, 31 de octubre de 2010

¡Cotidianas cumple tres años!

Aunque se me ha calificado de underachiever -en una conjunción imposible entre el halago y la ofensa- por no sacarle rendimiento económico a este blog, o por no haber alcanzado reconocimiento público por él, o por no haber conseguido un marido gracias a mi talento como escritora... o vaya usted a saber por qué, yo estoy más que satisfecha de que Cotidianas esté en mi vida.

A pesar de los lapsos en que soy incapaz de publicar una línea y en que casi dudo de que me vaya a volver apetecer escribir. A pesar del esfuerzo que a veces tengo que hacer para sentarme delante del teclado y parir la historia que tengo pensado contar ya hace tiempo, porque no encuentro las ganas de empezar a tirar del hilo. A pesar de que a veces  me pregunto si las cosas que cuento merecen la pena ser contadas, y dudo de que a alguien le puedan interesar los detalles insignificantes de mi vida cotidiana.

Porque todo el esfuerzo que dedico a mantener este blog se ve recompensado con creces, no sé muy bien ni cómo ni por qué –ni voy a intentar desentrañarlo ahora- pero el hecho es que ahí sigo, y está claro que por la pasta no es.

En fin, que para celebrar los tres felices años de Cotidianas, igual que el año pasado y el anterior, dejo aquí unas ventanitas a la nostalgia de cuando los cumplí yo.



miércoles, 27 de octubre de 2010

El vecino informático

Fue Ricardo quien me hizo reparar en él: “Oye, tu vecino ese está ahí con el ordenador a todas horas. Siempre que vengo le veo ahí sentado” Desde entonces no puedo dejar de comprobarlo cuando me asomo a la ventana; parece como las putas del barrio rojo de Ámsterdam, siempre ahí a la vista en el escaparate, "haciendo estampa". Le he visto en tetas, con la camiseta de España, en pijama....


Durante mucho tiempo pensé “Ay, dios mío, qué lamentable este pobre hombre, siempre delante del ordenador. Es que no tiene vida social, ni ná...” Pero un día hice un poquito de auto-análisis; ¿Cuántas horas paso yo aquí delante de la pantallita? Si alguien pudiera verme a mí desde fuera, quizás también podría echarse las manos a la cabeza. Solo para darse cuenta después –a poco auto-crítico que sea- de que él/ella hace algo parecido.

Porque claro, hay tantas cosas que se pueden hacer frente al ordenador, que aunque desde fuera pueda parecer que siempre estamos haciendo lo mismo, no es así. Podemos estar leyendo blogs o noticias, o investigando algún tema que nos interese, o viendo u organizando nuestras fotos, o buscando curro, o buscando un vuelo barato para nuestras vacaciones, o leyendo nuestro correo... incluso podemos estar “socializando”, chateando con algún amigo. Todo está aunado en esta pantallita.

Y lo cierto es que aunque por un lado me siento aliviada con esta justificación, por otra me viene a la memoria la imagen de los humanos de la película de wall-e. Viven sentados en un sillón aero-deslizante, y todo lo hacen a través de una suerte de ordenador futurista que tienen delante de los morros; hasta parecen haber perdido la capacidad de percibirse entre ellos, y para socializar lo hacen únicamente a través de la pantalla.

Cuando nos enganchamos al ordenador es como si viviéramos en una realidad “ficticia” –o una realidad paralela. Parece que “nos movemos”, que hacemos cosas, pero en realidad estamos sentados delante de una máquina, horas y horas, físicamente aislados de los demás. Si nos lo hubieran dicho hace veinte años, nos hubiera parecido demencial.

Termino de escribir el post, me asomo a la ventana y ahí sigue el vecino. Hoy lleva una camiseta roja con el logo de cerveza Duff.

martes, 26 de octubre de 2010

La madre de La Gemela

Como ya sabéis los que me leéis habitualmente, suelo ir a currar en bici. Sólo muy rara vez cojo el bus; si diluvia o en alguna otra circunstancia excepcional. Ayer por ejemplo fui a comer a casa de mis padres, y como queda a un trechito de casa decidí ir en transporte público y desde allí fui directamente a la academia. La verdad es que a la salida del curro me fastidió no tener la bici, y tener que esperar el bus como una vulgar ciudadana no ciclera, y no poder disfrutar de la vuelta pedaleando... pero en fin, aproveché el trayecto para leer un poco.

Al bajarme en la última parada del 27 en la Glorieta de Embajadores, me fijé –como siempre- en las bicis del aparcabicis, y en una chica poco más joven que yo, que estaba descandando una. De repente me di cuenta: ¡¡Llevaba la gemela de Mi bici!!

Hace ya quizás un mes había vuelto a ver a La Bici Gemela precisamente aparcada allí, y no me había podido resistir a dejar una notita sujeta al manillar en la que decía al dueño o dueña poco más o menos que tenía la gemela de su bici desde hacía 20 años, y que ya era la segunda vez que veía la suya por allí. Acabé la nota firmando con mi nombre.

Así que cuando ayer vi a esta chica con La gemela, me dirigí hacia ella muy decidida y muy sonriente para presentarme. Me di cuenta de que me miraba acercarme con un gesto entre intrigado y confuso.

-Hola, soy Laura –le dije- la que tiene la bici igual a la tuya.
-¡Anda! -Me dijo muy sonriente también- Pues oye, te contesté a la notita que me dejaste.
-Ah, ¿sí? Pues no la vi. Bueno, dame dos besos; ¿Cómo te llamas tú? –le pregunté
-Beatriz.
-Pues encantada. Oye, ¿y desde cuando tienes tú la bici?
-Pues desde el principio, como tú. Pero en realidad yo no quería esta, me tuve que llevar la fea, porque no la tenían en amarillo, que era la que yo quería
-¡Oye! –dije teatralmente levantando un dedo- ¡con mi bici no te metas! ¿Cómo que es fea? ¡Yo la elegí!
-Bueno, bueno... Yo ahora quiero pintarla: tengo una idea muy guay.
-Ah, ¿sí? ¿Cómo la quieres pintar?
-Con pintura reflectante.
-Halaaa, mooolaaa...

Sí, repito foto, ¿y qué?

Y bueno, en nuestra muy breve conversación comentó que estaba currando por Embajadores y que solía aparcar ahí siempre. También me dijo que cuando me había visto acercarme a ella  había pensado que quizás era una alumna a quien no reconocía. Así que atando cabos deduzco que es profe –bueno, eso en concreto no es una deducción propiamente dicha; lo que sí es deducción es que quizás sea profe de la Escuela Oficial de Idiomas -que está ahí al lado- porque tiene alumnas que pueden ser de mi edad, y acaba de currar a las nueve y media. ¡Así que tal vez la madre de La Bici Gemela sea profe de inglés también!¡Una profe de inglés que va a currar en bici!

Un día de estos –quizás hasta hoy- me apuesto ahí al lado de su burra con la mía y aclaro estos puntos que me intrigan. Os mantendré informados.

jueves, 21 de octubre de 2010

Flecha y Yoda

Para los que paséis de  los animales y no le encontréis la gracia a mis narraciones sobre Flecha y Yoda –Hola, Pacopepe...- tenéis que entender que estos son ahora mi familia; los seres con quienes comparto mis días... y es imposible que no salgan aquí con cierta frecuencia.

Además como no tengo tele, son como mis dibujos animados de carne y hueso. Me siento,  les observo interactuar, y así paso el tiempo tan entretenida. Ahí van un par de vídeos para que veáis a qué me refiero.


lunes, 18 de octubre de 2010

Una lección de estoicismo

Como buen hurona que es, a Flecha le encanta fisgar por todos lados; en cuanto abro algún armario se lanza a olisquear lo que normalmente le es inaccesible. Por eso el viernes pasado, cuando abrí mi cama abatible para rebuscar entre la ropa de invierno –aún tengo pendiente el dichoso “cambio de armario”- le faltó tiempo para meterse a huronear entre la ropa de cama, toallas y demás cosas que guardo en el canapé. Yodita, que también andaba por allí, se unió a la exploración –Flecha le suele hacer de guía en los divertimentos de la casa- y allí estuvieron los dos, ora husmeando, ora jugueteando en aquel espacio normalmente inaccesible para ellos. Yo estaba encantada de verles ahí, compartiendo juegos como dos hermanitos bien avenidos, y les dejé la cama abierta un rato mientras acababa de arreglarme.


Cuando llegó la hora de salir de casa, puse fin al divertimento de ambos, y llevé a Flecha a su cuarto. Aunque poco a poco he perdido el miedo a que alguno de los dos salga herido en una interacción un poco más efusiva de la cuenta, todavía prefiero evitar la ocasión, y me quedo más tranquila si  en mi ausencia tienen una puerta de por medio; más de una vez he oído un bufido de mala leche de Flecha o de Yoda, y he tenido que mediar entre ellos. Además iba a pasar la noche fuera, y eran demasiadas horas para que estuvieran ahí los dos sin supervisión materna.  En fin, que tras dejar a Flecha en su sitio, cerré la cama, cogí el bolso y me piré.

Al volver a casa al día siguiente sobre el mediodía me extrañó que Yoda no viniera a recibirme, y no verle por el salón. Fui a mi habitación a dejar el bolso y demás, y supuse que me le encontraría dormido en la cama, pero allí tampoco estaba. De repente oí su maullido. “Anda mira, ya no solo maúlla para pedir comida” –pensé- Pero ¿dónde está?” Le oía muy nítidamente, pero por más que miraba por todos los rincones, no conseguía verle. Agucé el oído y por fin me pareció descubrir la procedencia de los maullidos... “oh-oh... aquí hay gato encerrado” Abrí la cama, y efectivamente, de allí emergió el pobre Yoda.

Todo el sentimiento de culpa del que soy capaz se agolpó en mi alma cuando me di cuenta que el bichejo había estado allí encerrado casi veinte horas. Hasta que vi que el tío estaba tan pichi;  aparte de que salió desperezándose, ni corrió a beber, ni se había meado ni cagado dentro... ninguna evidencia de padecimiento. Yo creo que cuando vio que no podía salir entró en modo hibernación. Cuando oyó ruido fuera despertó del trance y a maullar. Y ya salió tan ricamente.

Desde que Yoda está en casa me he dado cuenta de que los gatos son de lo más zen...  haríamos muy bien en aprender de ellos.

jueves, 14 de octubre de 2010

¿Qué realidad?

Esta mañana tenía un mensaje de Amnistía Internacional en mi bandeja de entrada del correo electrónico. El asunto rezaba: “Laura, descubre la realidad que te rodea.” "No, perdona –he pensado indignada- ¿tú qué me vas a decir la realidad que me rodea? Eso te lo diré yo a ti, si acaso”. Ni siquiera lo he abierto, de lo que me ha jodido.

Llevo casi un año sin televisión, y tampoco leo los periódicos, así que no me entero de las noticias hasta que alguien me las comenta. Ayer por ejemplo hablando por teléfono con mi madre, me dijo: “¿Sabes que ya han empezado a salir los mineros chilenos?” “¿Qué mineros chilenos?" –le pregunté yo extrañada. Y claro, la extrañada entonces fue ella; no se podía creer que no me hubiera enterado de nada del tinglado este.

Lo cierto que le noté encantada de ponerme al día del tema; ¡imagínate, una mente virgen en la que verter toda la jugosa historieta minera! Unas horas más tarde, visitando un blog que sigo, me topé con una imagen de un antiguo juego de ordenador al que solía jugar, lemmings, transformado para hacerle simular la mina y el rescate. Y pensé: “Ah... sé de qué va esto...” toda ufana de que no me hubiera pillado in albis. Luego por la noche había quedado con Iñaki, y de algún modo volvió a salir el tema, y él añadió algunos datos que  yo aún no conocía. Y mira, ya estoy informada, ¿para qué quiero más? Cuando hay algo lo suficientemente importante, me acaba llegando de alguna manera. Y si no me llega es que no era tan relevante, y eso que me ahorro.
A veces me avergüenzo un poco cuando la gente comenta cosas –sobre todo de política- y no tengo ni flores de lo que me están hablando. Perdidita del todo. Pero ya he encontrado la forma de justificarme: “No; es que estoy haciendo un experimento, a ver cómo de desinformada puedo estar.” Y no es exactamente eso, pero lo cierto es que la gente lo entiende bien así.

Creo que de alguna manera la realidad la "determinamos" nosotros, y dependiendo de la información a la que atendemos, tenemos una noción u otra de ella. Y yo no quiero pensar que la realidad es lo que me cuentan por la tele o en los periódicos; quiero vivir en la realidad “directa”, la que veo a mi alrededor: mis vecinos, mi barrio, mis colegas, mis compañeros de curro, mis alumnos, el lechero, el cartero... la realidad de mi vida cotidiana.

domingo, 10 de octubre de 2010

Recompensas

Estos últimos días del verano cogí la costumbre de acercarme en bici al parque de los perros a última hora de la tarde, con mi mantita de picnic y un libro, para disfrutar los últimos rayos del sol al aire libre.

Uno de esos días que estaba tirada en el césped leyendo vi un niño como de siete u ocho años, bangladesh o indio, que caminaba hacia mí. Supuse que me iba a preguntar la hora, y le seguí con la mirada con curiosidad mientras se acercaba. Al llegar a mi altura se dirigió a mí: “Señora… -empezamos mal- me podría prestar la bici para dar una vuelta?”

Estoy acostumbrada a que me pidan la bici los tíos en el barrio - casi siempre negros y marroquíes- supongo que como forma de iniciar un torpe flirteo. Y no me cuesta en absoluto sonreirles de buen rollo y con cualquier razón improvisada decirles que no. Y me quedo tan ancha, oiga. Pero jo, un niño…

Yo pensaba; este pobre, que le apetece darse una vuelta en bici, ¿y yo le voy a negar el gusto? Pero claro, es que cualquiera se fía. “Pero… no te vas a ir lejos, ¿no? Te vas a quedar por el parque, que yo te vea…” Y mientras se lo decía, me decía a mí misma que si al chavalín le daba la gana se podía poner a pedalear a toda leche, pasarle la bici a un adulto forajido y dejarme a mí con dos palmos de narices presenciándolo todo. El niño debió de leer la expresión en mi cara, e interrumpió mis cenagosos pensamientos: “Yo nunca he robado nada.”

Me desarmó tanto su franqueza tan inocente y sin rodeos que no pude resistirme; “Veeenga, vaaleee…” Le bajé un poco el sillín, el niño se montó en la bici –enorme para él- y se puso a pedalear con dificultad pero alegremente. Mientras se alejaba yo no podía evitar seguirle con la mirada, pensando “imagínate que no vuelvo a ver a Mi bici, la cara de gilipollas que se me iba a quedar.” Cada vez que perdía de vista al niño me inquietaba, para luego sentir gran alivio al verle reaparecer. Al cabo de un ratillo de inevitable zozobra me empecé a tranquilizar pensando que si hubiera querido darse a la fuga ya lo hubiera hecho, y con este argumento me forcé a mí misma a relajarme y seguir con mi lectura.

Al cabo de unos minutos el niño volvió, se bajó de la bici como pudo y me dio las gracias con una sonrisa satisfecha. Mantuvimos un breve intercambio de frases en que me comentó que el último día que le habían prestado una bici, era tan grande que se había hecho daño “aquí” -mano en la entrepierna. Antes de despedirnos le dije que si otro día me veía por allí, que me volviera a pedir la bici, y el niño se fue trotando alegremente hacia donde vi que estaban su madre y su hermano.

El sol ya se estaba poniendo y empezaba a refrescar, así que recogí el “ranchito” y me monté en la burra. Cuando iba a empezar a pedalear, una chica como de mi edad que había presenciado todo se dirigió a mí:

-¿Qué ha dicho el niño? ¿Que no te la iba a robar?
-No; que nunca había robado nada. Qué majo, pobre… -contesté conmovida recordándolo.
-Sí, claro, como para fiarte. Porque claro, no son ellos, son sus padres, que los ponen a robar, y luego… -blablabla quejumbroso durante un buen rato. Yo esperando el momento de cortarla.
-Ya, pero mira, este niño lo único que quería era darse una vuelta en bici, y yo… yo me vuelvo a casa con una alegría de haberme fiado y que me haya salido bien, y él se ha dado su vuelta en bici, y todos tan contentos.
-Sí bueno, porque has tenido suerte. Pero yo el otro día en la T4, se me acercaron unos chicos y… - más blablabla de tía amargada.
-Bueno –le interrumpí- que yo tengo que irme…

Y allí le dejé con su mal rollo; a mí que no me enturbiara mi alegría una blablablera resentida.
___________________________________________
El caso es que ayer me acordé de esta historia, porque después de casi tres semanas, Cristina, la rescatadora del gato, se pasó por mi casa para hacer una visita a Yoda y de paso devolverme los 20€ que me había pedido prestados. Huelga decir que la pasta es lo de menos, pero me da mucha satisfacción y mucha alegría confiar en alguien, y en contra del pronóstico de muchos, no ser defraudada.

Además me da argumentos para seguir confiando.

martes, 5 de octubre de 2010

Doble primera experiencia ciclo-hélica

Aunque el insigne acontecimiento fue el domingo, me ha llevado un par de días encontrar la manera de publicar el vídeo, pero más vale tarde que nunca.

Con todos ustedes
la lista...
           la maja...
                      la graciosa...
                                        ...¡LAURA COTIDIANAS!



PD: Observese la duración del vídeo o_O Para los que no lo sepan, el 32 me persigue.
PD2: Desafortunadamente en cuanto se le da al play, la duración pasa de 1:32 a 1:31 :(

viernes, 1 de octubre de 2010

Rosa pedo.

Probablemente recordaréis aquel anuncio de Ausonia en el que aparecía una mujer vestida de rojo que decía "Hola, soy tu menstruación"... La asociación de ideas era burda -rojo/sangre menstrual- pero era ciertamente fácil de captar.

No puedo decir lo mismo del tipo del anuncio de Aero-red que vi ayer en una farmacia del barrio. Los comprimidos estos son básicamente para no tirarse pedos... Entonces ¿¿¡Por qué hay un señor con una especie de buzo color rosa, y con boca de estar diciendo "oh" ??! ¿¿¿Qué representa??? ¿A alguien se le ocurre una interpretación plausible?

Quizás sea cierta aquella máxima de la publicidad; si no entiendes el anuncio, es que no va dirigido a ti.