miércoles, 27 de febrero de 2008

Hazañas cotidianas

Hay días en los que ves un negro albino en el metro –un lunes, un jueves…- O te resbalas en un paso de cebra mojado por la lluvia y te pones perdida. O te devuelven cinco euros de más en el super. O te cruzas por la calle con un famoso. Estas pequeñas hazañas cotidianas rescatan al día del total olvido, de su total uniformidad respecto a otros.

Ayer, martes veintiséis de febrero, iba a ser un martes cualquiera, pero a eso de las ocho y media de la mañana, andando ya hacia BMW pedí un deseo sin darme cuenta; “molaría que hoy me pasaran cosas, tener un día completito”. Completito iba a ser; no acababa de currar hasta las seis y media…

Ya cuando mi jornada de trabajo iba a terminar recibí una llamada de teléfono de Cari para invitarme al teatro a ver 666 con ella y Pili -“¡Mira qué bien, tengo plan guay!”- y al acabar la clase un alumno me sorprendió ofreciéndose a llevarme a casa en coche, porque le pillaba de paso. Sonaba perfecto, pero desafortunadamente se le ocurrió amenizarme el viaje tirándome los trastos todo el camino, alentado tal vez por el hecho de que a los dos nos gusta montar en bici, y el campo, y nos preocupa el medio ambiente, y tenemos la misma edad… cada cosa que descubría que teníamos en común hacía una fiesta. Y ya después de dejar caer varios planes vagos sobre salidas en bici que podíamos hacer juntos me propuso quedar el fin de semana para ver un partido de rugby! Del tirón. Obviamente le expuse la pertinente excusa. Qué chaval, encima es sólo la tercera clase que tengo con él; me da que a este le voy a tener que decir las cosas claritas, que además yo con alumnos paso. Si acaso ex-alumnos ;)

Tras una paradita en casa cogí el metro en Puerta de Toledo por tercera vez en el día. Cuando llegué al teatro Pili me estaba esperando fuera y Cari había pasado para coger sitio. Entramos, encontramos a Cari, y cuando me iba a sentar vi una sonrisa conocida que me saludaba desde la fila de atrás; “¡Raúl!” Qué casualidad, porque no hace mucho me le encontré por el barrio también un par de días antes de bici crítica; así que tuvimos una breve conversación casi calcada de aquella: “Este jueves toca; ¿vas a ir?”… Y quedamos en vernos por allí.

La obra por cierto nos encantó. Cuando salimos nos fuimos las tres a tomar unas cañitas, y al llegar al bar encendí el móvil y vi que tenía una llamada perdida de Manolo. Como no había hablado con él desde su decisión de separarse le llamé y me contó cómo le van las cosas; lleva un mes viviendo en la casa desocupada de una amiga, pero ella vuelve y él no quiere molestar –debe de ser una paranoia que compartimos en la familia- así que le ofrecí mi casa. “Pues me alegra que me lo digas tú, porque es lo que te iba a pedir. Sólo un mes o así hasta que encuentre un piso” Así que voy a vivir otra vez con mi hermano, ¡después de quince años! ¡Esto va a ser una aventura!

En fin, que algún pesimista por ahí dice “ten cuidado con lo que deseas, porque se puede cumplir”… ¡Pues que se cumpla, no te jode! :)

domingo, 24 de febrero de 2008

Pintadas del barrio

Este cartel ha aparecido este fin de semana en la pared de la Corrala de Lavapiés. Cuando lo vi me gustó porque doy clases a tres directivos de una sucursal de BMW y me pregunté qué opinarían ellos de la frasecita; dos son un poco más normales, vienen de familias de clase trabajadora, pero el otro siempre arruga la nariz cuando habla de inmigrantes, y yo me doy prisa para cambiar de tema, que un día le suelto una.

Las pintadas de un barrio dicen mucho de las personas que lo habitan. Había una que me gustaba mucho en la calle Mira el Sol, que decía "Arriba las manos, esto es un contrato". Cari le hizo una foto con su móvil y la llevó de fondo de pantalla una temporada. Pili también tenía su favorita, en la misma calle: "Ni putas ni sumisas". Sin más. La de Quique; "Buscaba un futuro y me dieron calimocho". Y por último a Ray le gustaba una -también en la calle Mira el Sol, que con la Grándola y Ladinamo por allí, hay mucho rollito inconformista…- que decía "Solitario, no estás solo". Yo creo que iba por "El Solitario", porque apareció por aquellas fechas, pero a él le gustaba en su otro significado.

Me pregunto qué dirán las pintadas del barrio de Salamanca. Lo cierto es que no me imagino a una "pepera" con abrigo de piel y tacones cogiendo el spray de pintura y grafiteando en la pared del Loewe: "Ningún cristiano usa preservativo" o "Viva el capitalismo" o lo que sea. De haber pintadas serán de gente de otros barrios que van por allí para "abrirles los ojos" a otra realidad o para tocarles un poco las narices. Aunque la verdad es que los radicales fachas también son de pintadas; cuántas burradas racistas habré visto escritas por ahí.

En cualquier caso, sean de quienes sean las pintadas, seguro que allí las limpian antes que en mi barrio.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Perros de Casino

Este sábado pasado aproveché la sorpresa de un cielo sin nubes para ganar terreno al invierno, habitando de nuevo el parque del Casino de la Reina. Como en una continuación de los últimos días soleados del otoño, Heather y yo fuimos a sentarnos en unas gradas que hay, donde por la mañana da el sol de frente. Al lado de estas gradas, en los bancos de siempre, estaban los dueños de los perros del parque reunidos con sus canes.

Los dueños no sé cómo se llaman, pero a fuerza de oírles llamar a sus perros, me he aprendido los nombres de muchos; están Toya y Dana; una pit bull y una perra de caza a quienes intriga mucho mi hurona cuando la saco a que le de un poco el sol, Gordo; un Hush puppy de patas muy cortas un poco sumiso y no muy ágil, cuya presencia es imposible ignorar, Sara; un cruce de galgo y quién sabe qué más, muy bonita, que siempre tiene una procesión de tres o cuatro perros detrás que la siguen como si fueran su estela… a determinadas horas se pueden juntar hasta unos quince o veinte perros, todos distintos, que interactúan entre ellos, que se huelen, que se eligen para compartir juegos.

El año pasado esbocé un proyecto de trabajo de campo tipo “Urban Nacional Geografic” del parque del Casino. La idea era aprenderme primero los nombres de los perros, y luego estudiar las personalidades de cada uno, a qué les gusta jugar, las interacciones entre ellos, saber a qué humano correspondía cada uno, ver cómo les trataban sus “mejores amigos”, analizar la relación entre el tipo de persona y el tipo de perro... Que bueno, tampoco es que vaya a ir al parque ex profeso, pero siempre me gusta dedicar un rato a observar a los perros de todas formas, ¡se lo pasan tan bien!

Es muy curioso, por ejemplo, ver cómo los perros grandes del parque por lo general no son amigos de los pequeños –con la excepción de un bulldog francés que se ha hecho su lugar entre “los grandes”. No sé si este “clasismo” se debe a los dueños, que se juntan entre ellos para vacilar de perros, y los de “perros llavero” no tienen nada que hacer, o si los perros se juntan por afinidad de carácter, que muchas veces tiene relación con el tamaño; esa sería una de las cosas que tendría que averiguar. Otra de mis muchas intrigas es hasta qué punto podrían condicionar las relaciones entre los perros las relaciones entre sus dueños. Por ejemplo, si un perro es apabullántemente dominante –que no agresivo- respecto a otro, ¿acabará reflejándose esto en la relación entre sus respectivos dueños?

Os iré informando sobre mis avances…

jueves, 14 de febrero de 2008


lunes, 11 de febrero de 2008

¡Viva la pepa!

Imagínate que es domingo. Ya son las doce de la noche y no tienes sueño, porque anoche saliste y te has levantado a las tantas, pero mañana es lunes y a las siete te suena el despertador. ¿Qué haces para dormirte? Los hay radicales que tiran de Lexatín o de alguna otra pirula; un poco heavy, eso. También están los “zen” que hacen meditación o relajación. Los “clásicos” se toman una tila o un vasito de leche caliente; es lo que nos recomendaban nuestras madres, y a ellas se lo recomendaban las suyas. Pero tú ¿que haces?

Entre mis amigos existen dos formas bastante populares, que desde luego no les han enseñado sus madres. Una es fumarse un chisme. La otra masturbarse. Y ya, para asegurar la jugada, una combinación de ambas. ¿He dicho algo que no supierais? Seguro que no; muchos conocemos ese “concepto”.

Por eso creo que debería haber un término que lo designara. Igual que “aperitivo” es la cervecita o el vermouthito de antes de comer, o “siesta” es la cabezadita que nos damos después de la comida, una “pepa” podría ser esa combinación de peta y paja de antes de dormir; “No, paso de peli; yo ahora una pepa y a soñar” Llevo un tiempo divulgando el término, y he de decir que tiene bastante aceptación, aunque el que lo prefiera, que se invente el suyo propio; yo sólo creo que el concepto merece un nombre que lo rescate de las sombras del anonimato.

Y ya por mi parte sólo me queda decir… ¡Viva la pepa!

miércoles, 6 de febrero de 2008

Existencialista perdía

De los 16 a los 19 años yo era existencialista. Leía Sartre, Camus, Simone de Beauvoir, Kafka, Kierkegaard... todo el elenco de autores pesimistas y oscuros. Y creía que la vida era eso. De Baudelaire, de Béquer, me quedaba con lo más mustio: “Mi vida es un erial, flor que toco de deshoja, que en mi camino fatal alguien va sembrando el mal para que yo lo recoja” A mi madre se le caía el alma a los pies oyéndome recitar.

Mi existencialismo no era una pose; era mi religión. Juanan, un amigo de aquellos tiempos dos o tres años mayor que yo, me comentó un día sin darle importancia que él también había tenido una época existencialista. Me ofendió la ligereza con que hablaba de su deserción y pensé con la arrogancia de quien se sabe en lo cierto, que yo no lo dejaría nunca, porque el existencialismo era La Verdad.

Un año o dos más tarde a mí también se me había pasado, y para acompañar y decorar mi nueva actitud vital encontré otros escritores; incluso Baudelaire me ofrecía otra cara: “Embriagaos; de vino, de poesía… o de virtud. ¡pero embriagaos!”

A veces pienso que quien ha sido existencialista es como quien ha sido alcohólico; lo sigue siendo toda la vida de manera latente y hay que tenerlo controlado. Por eso cuando me veo preguntándome qué cojones hago en este mundo, cuál es el sentido de todo esto, y si no debería dejarlo todo y que sigan los demás… (o tener un hijo) me voy a mis estanterías y busco. La última vez fue La conquista de la Felicidad, de Bertrand Russell, y funcionó bastante aceptablemente. Esta he empezado por Walt Whitman, pero no ha sido suficiente, necesito algo más directo al núcleo, así que ayer recuperé Optimismo inteligente. A ver qué tal me sienta.

lunes, 4 de febrero de 2008

Canto de mi mismo. Walt Whitman (1819-1892)

Yo me celebro y yo me canto,
Y todo cuanto es mío también es tuyo,
Porque no hay un átomo de mi cuerpo que no te pertenezca.

Ando vagabundo e invito a mi alma a que también lo haga
Ando vagabundo y me tiendo a mis anchas a mirar un tallo de hierba estival
Mi lengua, cada átomo de mi sangre, se formaron en este suelo, de este aire.
A mis treinta y siete años, con una salud perfecta
He empezado a vivir, y sólo espero no dejar ya de hacerlo hasta mi muerte.
(…)
Surgen en mí voces reprimidas
Voces de sexo y de lujuria, veladas voces cuyo velo aparto
Voces indecorosas que yo purifico y transfiguro
No me tapo la boca con la mano
y trato con igual delicadeza al vientre que a la cabeza o al corazón.
La cópula no es para mí más vergonzosa que la muerte.
Creo en la carne y en los apetitos,
ver, oír, tocar… ¡Cuántos milagros!, y cada parte de mi ser es un milagro.
Divino soy por dentro y por fuera, y santifico todo lo que toco o me toca
El olor de mis axilas es más hermoso que una plegaria.
Mi cabeza más bella que los templos, las biblias y que todos los credos.
Si hay algo que venere más que a nada en el mundo es toda la extensión de mi cuerpo o cualquiera de sus partes:
A ti venero, arcilla clara mía,
A vosotros, mis bordes sombreados y mis robustos pies,
A ti, la reja de mi arado masculina y fuerte
A todo cuanto hay en mí que se siembre y labore
A ti, mi rica sangre, a ti, jugo lechoso, pálido extracto de fecunda vida,
A ti, pecho que estrechas a otros pechos
A ti, cerebro mío, con tus circunvoluciones escondidas
(…)
Estoy loco por mí ¡Hay tanto en mi de bueno!

Cada momento y todo lo que pasa me llena de alegría.

sábado, 2 de febrero de 2008

Estaciones

Los meses no son verdad; son una arbitrariedad humana. Las semanas tampoco son verdad. Ni las horas, ni los minutos, ni los segundos…

Los días sí son verdad; una vuelta de nuestro planeta sobre su propio eje. Los años también son verdades irrefutables; una vuelta completa alrededor del sol, de ahí no hay nada que rascar -bueno, un día extra cada cuatro años; este año nos toca recuperar. Pero son verdad. Igual que las estaciones.

Las estaciones me encantan; las tengo cariño. Me gusta la sencillez de la lógica de cuándo entra cada una; al verano lo da entrada el día con la noche más corta, el invierno empieza el día con menos tiempo de luz. Y la primavera y el otoño empiezan en los equinoccios; los días con igual tiempo de luz que de oscuridad.

Me encanta cómo las estaciones nos decoran los años. Me gusta esa manifestación de la naturaleza; esa manifestación de vida tan abrumadora y humilde a la vez.

Suelo intentar solapar que tengo una estación favorita, porque me parece injusto para las demás; es como tener un hijo favorito… está feo. Pero es que la primavera… toda esa vida estallando después del letargo… Incluso en la ciudad no hay quien la retenga; en las ramas desnudas de los árboles de las calles empiezan a despuntar brotes de color verde claro, tiernos pero llenos de fuerza. Aparecen grupitos blancos de margaritas diminutas diseminadas por el césped de los parques, amapolas en los solares desocupados, hierbas sin pedigrí se abren paso entre las grietas del asfalto… Las jardineras de mi casa desbordan literalmente de flores y empiezo a abrir las ventanas para que entre el aire cálido, que huele distinto; huele a primavera.

Y bueno, ya en el campo… en el campo la primavera es una espectacular orgía para los sentidos.

La primavera cambia hasta nuestro humor; nos pone mucho más fácil estar contentos; yo empiezo a llevar la canción “Here comes the sun” en la cabeza como banda sonora y una sonrisa en la cara entre bobalicona y satisfecha, mientras ando por las calles de mi barrio, que son las mismas de siempre pero parecen otras.

Por eso aunque aún quedan 49 vueltas sobre nuestro eje para que empiece la primavera, yo ya estoy haciéndole un sitito en mi pecho.