Después de que Yoda se fuera el domingo, me lancé a las calles atestadas del Rastro en busca de mi disfraz de Halloween. No soy yo muy de disfrazarme, de hecho creo que la última vez que lo hice fue hace casi veinte años, pero había decidido hacer un esfuerzo y participar en una fiesta que celebraba Ricardo en su casa. Además tenía una idea de disfraz que me molaba: iba a ir de Wally; discreto, efectivo, y sobre todo fácil -o eso pensaba. Y no se me reproche que no sea de temática de zombies, brujas, fantasmas o dráculas, que en USA no son tan puristas, y la fiesta viene de allí.

Cuando ya casi había tirado la toalla, en el tercer puesto en que miré, encontré por fin la camiseta en cuestión por ocho leurillos de ná. Era de una talla L, pero pensé que no sería difícil estrecharla, así que la compré y pasé a la siguiente misión; las gafas las tenía, pero el gorro blanco con el pompón y la banda roja tendría que confeccionármelo también, así que compré un gorro blanco, y cavilando cómo apañarme los complementos rojos llegué a la plaza de los gitanos con el tiempo pegado al culo -ya eran las dos de la tarde y algunos puestos empezaban a recoger.
En un puesto allí vi unos calcetines rojos de estos peluditos y suaves por sólo un eurillo, y pensé que quizás podrían servirme para mi propósito, con lo mañosa y apañá que soy yo; además no tendría muchas más opciones, porque la fiesta era esa misma tarde. Así que decidida a hacerme con los calcetines eché mano del monedero para pagar, y ¡maldición! ¡me había gastado toda la pasta que llevaba conmigo! Había ido al par de cajeros de mi banco de los alrededores pero me los había encontrado fuera de servicio, y en casa no tenía nada... ¡ah, si... los cincuenta euros de Yoda!
Bajé corriendo la “costa da morte”-que es como llamo a la cuesta sumamente empinada que hay desde la plaza de los gitanos a mi casa- cogí el dinero y subí corriendo de nuevo esquivando gente. Llegué al puesto jadeando y con la lengua fuera, y cuando fui a pagar... el gitano me dijo que no tenía cambio de cincuenta euros. Le supliqué y le supliqué, explicándole que necesitaba los calcetines para un disfraz, y cuando ya estaba maldiciendo mi mala suerte, el gitano se apiadó de mí y se fue al puesto de al lado apara pedirle cambio a un primo. Al finalizar la transacción le di las gracias efusivamente con mis calcetines en la mano y una sonrisa sincera, y me fui tan satisfecha calle abajo para empezar a confeccionar el disfraz.
De bajada me entretuve en un puesto, mirando ya no recuerdo qué. De repente noté una garra sobre mi hombro; me giré y vi al gitano de los calcetines muy alterado: “Oye –me dijo sujetando el billete en la mano, con cara de tremendo mosqueo- este billete es falso. Mi primo lo ha pasado por el móvil (¿?) y dice que es falso. Así que acompáñame ahí que está la policía, y lo aclaramos todo".
Continuará.
soy primer!!!!!
ResponderEliminarAy Dios mío, si es que son como niños... :D
ResponderEliminarhuy!! (en mi descargo digo que no me importa, que a esas horas ya estaba acostado y para mi eso es mucho más difícil que superar a danny...)
ResponderEliminar;p
Davidiego; eso no es excusa y tú lo sabes.
ResponderEliminarHay que estar alerta, hermano!
ResponderEliminarq@-p
oye esta tardando mucho la segunda parte quiero saber como termina todo esto...
Hermano, prisa mata... Esto lo publiqué anoche -de hecho, ya era miércoles- y la continuación, llegará esta noche. Y he de decir que es buena.
ResponderEliminar¿q@-p Eso qué éh lo que éh?
Vamos que esto es conmo en la tele.En lo mejor te dejan pa la semana siguiente...
ResponderEliminarNo lo demores más de esta noche:)
Pd.Laura por casualidad oyes el programa de radio "Cinco lunas".Esta frasecita... Pero eso qué éh lo que éh?...
Ah, Laura, se me olvidaba contestarte: El programa ese de la radio no lo conozco; la frase es andaluza y es muy utilizada!
ResponderEliminarq@-p
ResponderEliminarmiralo de frente, son las orejitas un ojo abierto y otro guiñado... lo ves??
Lo veo, lo veo... pero hay que tener estudios para ese! Qué nivel de abstracción, ¿que no?
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