viernes, 30 de abril de 2010

Abajo las barbies, arriba las barriguitas

Hace un par de semanas mi hermano Manolo nos invitó a una barbacoa en su terracita. Allí estábamos los cuatro hermanos, un par de respectivas, y mis sobrinos Marcos y Jara. Hacía un solete primaveral estupendo y mis hermanos se quedaron a pecho descubierto. Si no hubieran estado las respectivas yo hubiera hecho lo propio, pero fui prudente y me quedé en sostén, muy mono él, que hasta me hacía juego con los pantalones.

Y yo veía que mi sobrina Jara, de seis años, me miraba mucho, pero no sabía por qué. Cuando me levanté para ir a la cocina se me acercó y mirándome la tripa me dijo: “Estás flaca” “No, no estoy flaca; estoy fuerte, mira” Me dió una palmadita en el estómago y me volvió a decir “Estás flaca. A ver; mete la tripa todo lo que puedas” Como habíamos estado jugando a ver si llegábamos a chuparnos el codo –y por cierto; llegábamos- yo me lo tomé como un nuevo reto y hundí la tripa todo lo que pude hasta parecer una anoréxica extrema. Las costillas protuberaban ostensiblemente. Entonces me puso sus manitas sobre ellas, como para taparlas, y dijo:

-Así está normal
-¿¡Cómo que así está normal?! ¡No está normal!
-Yo tengo una amiga que está así.
-Pues pobre.
-A mí me gusta así, flaquita.
-Tú también estás delgada, Jara.

-No, mira…
-Y se subió la camiseta y me enseñó su tripita preciosa de niña de seis años.
-Las chicas somos así Jara; tenemos tripita.

Y no me mola, porque ya en otra ocasión me preguntó si yo montaba en bici para estar flaca y le dije que no, que si acaso para estar fuerte. Qué leches. ¡Que una niña de seis años esté ya pensando en esos términos!

La semana pasada me contaron unas alumnas que en el Reino Unido e Irlanda una cadena llamada Primark había puesto a la venta un sujetador con relleno para niñas de siete a diez años. Por supuesto se había creado una tremenda polémica, y habían obligado a las tiendas que los distribuían a retirarlos, argumentando que suponían una “sexualización prematura de las niñas”, y que era como "acicalarlas para los pedófilos".

Considero esta última reflexión exagerada y quizás hasta ilógica, pero coincido con el primer ministro británico Gordon Brown cuando afirma que “algo va mal cuando las empresas están forzando a nuestros hijos a actuar como pequeños adultos, cuando deberían estar disfrutando su infancia” Es más; algo va mal cuando la sociedad en conjunto adoctrina a las niñas desde su más tierna infancia para que su identidad y su auto-percepción esté basada en su aspecto físico.

jueves, 29 de abril de 2010

Laura a través del espejo

¡Me acaba de hablar la voz otra vez! La de la otra; la de mi otro yo. Voy al baño, y a la salida me veo en el espejo mirándome así un poco de pasada, y la otra me ha dicho “Te quiero” Así, de buen rollo, como si se me hubiera enternecido de cariño. (¿!) Yo es que creo que como me ha visto mirándola sonriente, le ha gustado. Algo así ha debido de ser.

Y no se vaya a llamar nadie a engaño y vaya a creerse que esto es ficción, o que lo cuento para hacerme la excéntrica; lo cuento de puro flipada que me quedo cuando me pasan estas cosas del dividirme.

…Va, pero además me hace parecer super guay ¿no?

lunes, 19 de abril de 2010

Vaya diíta.

Ayer quedé en El Parque de El Retiro con Antonia. El sábado me había llegado un mail de Pacopepe en que me decía que su pobre esposa estaba en Madrid con Frankie –su hijo de dos años- en casa de la suegra, y que con eso del volcán que ha eructado en Islandia, no podía volver a Oxford. Según su propia expresión “se mascaba la tragedia” entre suegra y nuera después de tantos días de convivencia forzada, y me pedía que la rescatara quedando con ella unas horitas, para que pudiera huir así de aquella olla a presión en que se había convertido su hogar de acogida.

A las doce, a la hora que habíamos quedado, estaba yo en El Retiro con mi bici esperándoles a ella y a Frankie. A las doce y veinte me llegó su sms diciéndome que estaban aún en la parada del bus en Vallecas. “Bueno, estoy en El Retiro, qué mejor sitio para esperar” pensé para que no se me hiciera larga la espera de al menos media hora más.

No hacía mala temperatura, y aunque el cielo estaba encapotado, hubo hasta unos minutos de sol. Como llevaba un termo con café, me tomé un cafelito caliente en la espera. A la una, cuando acababa apenas de empezar a chispear suavemente, vi a Antonia aparecer con el carrito con Frankie. Lo primero que me dijo: “Por ahí atrás viene mi suegra”. ¡¿Cómorrr?! ¡¿Pero no era la idea que corriera un poco el aire?! A ver; la madre de Pacopepe es encantadora y a mí me cae especialmente bien, pero no es ese el asunto.

Total; que llegó la suegra... con los dos sobrinos de Pacopepe, de trece y quince años. Aquello no paraba de sorprenderme. Como estaba lloviendo ya un poco más de firme, nos resguardamos un poco bajo los árboles mientras intercambiábamos frases intrascendentes, y cuando nos empezaron a caer goterones gordos desde las ramas se nos ocurrió ir a la Casa de Vacas, allí en el parque, con el pretexto de ver la exposición que hubiera.

Una vez hubimos paseado por las salas de exposición un tiempo prudencial salimos de allí, y aprovechando un claro de nubes, Frankie y los sobrinos se pusieron a jugar con un balón. Entonces a Frankie debió de entrarle el cansancio después de dar una patada a la pelota y decidió descansar sentado en un charco, y ya no hubo más remedio que pensar en emprender el regreso.

Para estar un ratito más con ellos les acompañé con la bici a la parada del 20. Ya resguardados en la marquesina empezó a diluviar, y al cabo de un rato caía hasta granizo. Cuando se subieron los cinco al bus yo me quedé ahí en la parada viendo el panorama, no atreviéndome a salir, y preguntándome cuándo amainaría; cuánto tiempo iba a tener que quedarme en aquella suerte de limbo absurdo.

Los lados de la calle se habían convertido ya en ríos, y la gente para cruzar tenía que dar un buen salto para acabar poniendo el pie en la otra orilla, mojándose de todas formas. Y luego lo mismo en la otra acera. Los coches pasaban sobre aquellos ríos, salpicándome inevitablemente -algunos cabrones más que otros- y yo ahí, con mi bici, como una gilipollas.

Cuando ya sólo llovía normal –que no poco- salí de mi patético refugio resignada a calarme. Por el camino iban aterrizando en mí gotas desde todos los ángulos posibles, como si yo fuera su centro de gravedad; lluvia, salpicaduras de mis propias ruedas en espalda y en la cara, salpicaduras laterales desde los coches... Intentaba despistarme de mi desdicha cantando en voz alta mi propia versión de aquella canción de Kiko Veneno: “Enamorao de la vida, aunque a veces lluevaaa…”, pero aquello no convencía a nadie.

Llegué a casa a la hora en que normalmente salgo para tomar el aperitivo, efectivamente calada, chorreando por el pasillo hasta llegar a mi habitación, donde me quité toda la ropa empapada. Luego me dí una buena ducha caliente, me vestí con ropa confortablemente seca, y me prometí a mi misma no salir en lo que quedaba de día.

Desde mis ventanas vi que se asomaba un rato el sol, y hasta creo que la lluvia dio tregua toda la tarde, pero ya daba igual.

domingo, 18 de abril de 2010

Un personaje amigo.

No sé si recordáis aquella historia truculenta que conté aquí sobre un colega mío, que se encontraba en la difícil tesitura de decidir entre dar otra oportunidad a la madre de su hija -que después de dejarle le suplicaba volver- y rehacer su vida con una rubia explosiva quince años menor que él con quien había comenzado un affair de los de flores, mariposas y arco-iris.

El quid del post no era de hecho este triángulo amoroso per se, sino la trama de espionaje que se había generado a raíz de la situación -leyéndose los unos a los otros los mensajes del móvil, echando mano a todo lo que podían en el ordenador ajeno...- y que él veía justificada.

No mucho más tarde de que yo contara aquí su historia, mi colega, se acabó decantando por la de las mariposas y los arco-iris y en seguida empezaron a vivir juntos. Hasta ahí sabía yo cuando me llamó ayer para charlar tras varios meses de no saber de él, y después de ponerme al día de sus cuitas me confesó abrumado que la rubia le llora día sí día también porque tiene celos de la ex. Yo la flipo.

Y es que hay personas cuyas vidas, así, escritas, parecen el argumento de una novela melodramática sobreactuada. Mi colega es una de esas personas; un personaje desde que nació. Ya describir su personalidad sería tarea ardua, porque es de una forma de ser que cada adjetivo que utilizara para explicarle tendría que estar inmediatamente contrapuesto por su contrario. Es oximorónico; un caradura encantador entre otras muchas cosas. Y narrar siquiera un diez por ciento de las historias estrambóticas que le suceden -o que se busca- sería una tarea del todo inabarcable.

Imaginaos la convivencia con él. Yo pasé por esa difícil prueba durante un par de meses; quizás leer mi diario de aquellos días os ayude a conocer un poco al “personaje” que es.

miércoles, 14 de abril de 2010

Cosas de pueblo

El lunes estuvieron mis padres en casa para hacerme entrega de los chorizos y el jamón que me habían traído de Villager, el pueblo de mi padre. (¡Y un par de ramitos de gritsándanas preciosas!) Es una especie de tradición; de vez en cuando nos traen viandas a mis tres hermanos y a mí cuando vuelven de aquellos lares, y entonces hacen tour por las casas de los cuatro para ir dejándonoslas. Hace un tiempo mi padre dijo que él ya no iba de repartidor, que si queríamos los chorizos que fuéramos a por ellos, pero o bien se le ha olvidado, o no le molesta demasiado hacer la ronda de visita a sus hijos, porque esta vez ni me dieron opción a que fuera yo.

Gritsándanas. Narcisos en castellano.

Cuando estábamos tomándonos un vinito después de la entrega, mi madre confesó no sin cierto sentimiento de culpa: “Esta vez no te han tocado retorcidos, porque como luego dices que no deberías comerlos o nosequé, como venían divididos en dos paquetes le hemos dado uno a Manolo, que son tres, y otro a Carlos, que tiene a Elia.” Y como yo estoy sola en la vida, no me han tocado. Menos mal que entre los hermanos no hay envidias… “Por cierto –continuó mi madre dirigiéndose a mi padre- que esta vez como nos dio los retorcidos el día antes de volvernos, no hemos podido comprarle los ingredientes.”

¿Cómo se llama esta mujer que les hace los retorcidos? Ahora no me sale. Bueno, pues esta mujer es vecina de Villager. Es ya muy mayor, tendrá como ochenta años, y le gusta hacerles retorcidos a mis padres cuando van para allá. Recuerdo que al principio ellos se sentían un poco violentos, porque esta mujer vive de una pensión más que escueta, e intentaban compensarla con algún regalito útil para la casa –unos trapos de cocina, una lamparita… lo que fuera. Pero un día llegaron a la conclusión de que en vez de eso quizás le vendría mejor que le dieran los ingredientes que ella había utilizado para hacer los retorcidos –harina, aceite, azúcar y huevos, básicamente. Así lo hicieron una primera vez, y ella lo aceptó sin oponer demasiada resistencia.

Desde entonces, es así. Han llegado todos a este acuerdo tácito en que esto es lo normal. De modo que el regalo de esta mujer… -¡Cesárea se llama! El regalo de Cesárea es en realidad el tiempo y el esmero que dedica a hacer algo para agradar a mis padres. Y a mí me parece algo muy bonito, muy auténtico... y muy “de pueblo”.

sábado, 10 de abril de 2010

"Yo te lo hago"

El jueves se quedó Pili a dormir en casa. Por la mañana, mientras hacíamos el desayuno en la cocina, me preguntó mirando la frase escrita en la nevera:

-“¿Y eso?"


-Ya… eso... es que el otro día me apetecía mucho un té rojo, pero lo tengo suelto, no en bolsitas, y me daba pereza sacar la bola, abrirla, llenarla, cerrarla… se me hacía trabajoso solamente pensarlo. Entonces una voz diligente dentro de mí dijo de repente “No te preocupes que yo te lo hago”. Y yo pensé “Pues guay, si me lo hace otro…” y después “Ay qué bien. Voy a hacerte el té y ya verás como te gusta”. Así, en serio. Y como me pareció tan bien, que salía ganando por todas partes, decidí apuntar la frase para ponerla en práctica cuando estuviera floja para hacer las cosas.

Hace un par de horas siguiendo esta filosofía me he llevado p'al cuerpo una cena de lujo. Me he puesto un vinito, música tranqui, y he sacado mi faceta de servicial anfitriona; he elaborado cada plato con toda dedicación, cuidando cada detalle, sin reparar en el tiempo que me llevaba; como si fuese para otro. Cuando he acabado he puesto la mesa bonita, con vela y todo, y entonces mi yo agradecido ha tomado el relevo a la anfitriona y me sentado a seguir disfrutando hedonistamente. Hasta un licorcito me he tomado después de cenar.

Y lo cierto es que no le veo más que ventajas a esto de dividirse.

martes, 6 de abril de 2010

Rescatadas 15

A los chicos hay que ganárselos con cariño. Pero como sólo tengo un mes, hoy he puesto cinco partes. Pili

Profesora-Cuando vaya a bostezar póngase la mano en la boca.
Adolescenta-Es que me ha salido esporádico.

Chiste de Cari: Cuando hago cola me siento alineada.

Y tía, revindiquemos el coño como algo estético, ahí con los labios abiertos. ¡A la mierda, tía!
-Cari me obligó a copiarlo, y yo me siento en la obligación moral de publicarlo.

Yo soy muy ordenado; doblo el condón después de follar…
-Pacopepe

lunes, 5 de abril de 2010

Alicante en imágenes

Alacant Vice

Macetero espontáneo en el barrio de San Roque.

Siesta de un indigente en el parque de la Ereta, después de dar betún a los zapatos -digo.

Encuentra las cuatro caras humanas

Paradita en el Café Noray.

Plaza de Santa Paz. Creo.

Áaah... si no lo escribes bien, no hay que hacer caso.

Diseño alicantino de muy cuestionable gusto