jueves, 29 de diciembre de 2011

La belleza de un cuerpo maduro

Hoy paseándome por internet he dado con una página en la que se hacía una fantástica recopilación de más de cien fotografías del holandés Erwin Olaf. No le conocía, pero me han parecido unas imágenes muy impactantes.

La última serie era de mujeres sexagenarias e incluso septuagenarias con poca (incluso ninguna) ropa, en actitud sexy, y me ha resultado muy interesante; me ha gustado mucho.





Inmediatamente después de ver las fotos, he pasado a leer los comentarios, y he llegado a uno que decía: “Las fotos de "grannies" del final me han traumatizado un poco... por lo demás, bien.” Qué curioso, ¿Cómo puede “traumatizar” ver estas fotos? Supongo que porque en nuestra sociedad suele estarnos vedada la visión de cuerpos “marchitos”; es como si todo lo que no sea lozanía fuera… ¿vergonzoso?

He seguido leyendo los comentarios y he llegado a otro que expresaba un sentimiento muy diferente: “(...)Me gustan mucho todas las series, pero esa y la de las abuelitas sexys (¡guapas!) me han encantado.” Por el nick he visto que quien escribía ese enternecedor comentario era una mujer que las ha mirado con benevolencia; quizás, como yo, poniéndose en la piel de esos cuerpos maduros, pensando que tendrá suerte si a la edad de estas mujeres es capaz de habitarlos con tanta alegría y tanta dignidad.

Y me he acordado de un artículo que leí hace tiempo, en el que una mujer musulmana decía que el burka de las mujeres occidentales es la imposición que sufrimos de ser físicamente perfectas y eternamente jóvenes. Las mujeres musulmanas, explicaba, acostumbran a ir a los hammams o baños árabes desde su infancia; allí se juntan a diario mujeres de todas las edades, de todas las formas, cómodas con su desnudez -porque tienen una concepción de su cuerpo que probablemente desconocemos en nuestra sociedad. Y esta experiencia cotidiana, contaba, hace que vean con naturalidad cómo va a evolucionar su cuerpo a lo largo de los años; igual que la cara, igual que las manos… es ley de vida, y se acepta sin aspavientos.


(¿después del fotochop?)

Qué bonito sería y qué sano que nosotras pudiéramos vivirlo un poquito más de esa manera.

viernes, 23 de diciembre de 2011

¿Qué utilidad tienen las guías telefónicas?

Un día de la semana pasada, cuando volví del curro me esperaban en mi puerta las guías telefónicas que tan obstinadamente reparte telefónica año tras año. Francamente no entiendo cómo en pleno siglo XXI, cuando una parte considerable de la población tiene internete en casa, pretenden que recurramos a esta manera tan obsoleta de encontrar un mecánico para el coche, un pintor, o el teléfono de un compañero de trabajo.

De hecho al día siguiente del reparto ahí estaban todas las guías en el portal formando una pequeña pila; los vecinos habían ido dejándolas ahí supongo que en la esperanza de que alguien menos vago que ellos las llevara al contenedor de reciclaje de papel -ese alguien fui yo. Está claro que los costes medioambientales de la impresión y distribución de estas guías no están justificados ni remotamente.

Porque a ver, ¿Cuántos de vosotros habéis hecho uso de las páginas amarillas o las páginas blancas en los últimos... cinco, incluso diez años? ¿Veo alguna mano levantada ahí al fondo? ¿Sí? No, no vale usarlas para subirse a ellas y alcanzar el estante más alto. ¿Alguien más? No, ¿verdad? Me lo imaginaba.

Lo cierto es que poca utilidad se les puede encontrar, incluso fuera de aquella para la que han sido fabricadas; Yo este año he hecho un esfuerzo imaginativo y les he dado primero un uso catártico partiéndolas en dos con mis propias manos en un minutito que tenía libre.


Y a continuación nada de echarlas a reciclar que estamos en crisis; las tenemos listas para otro uso, se podría decir escatológico:


Es lo más que las guías telefónicas jamás han dado de sí en mi casa, y no creo que muchos ciudadanos hayan encontrado una salida tan satisfactoria a esta antigualla que por algún motivo se resiste a abandonarnos.

Si tú también eres de los que nos indignamos por este innecesario derroche de recursos, en esta página están recogiendo firmas para que solo reciban las guías las personas que las quieran y vayan a utilizarlas; yo, por supuesto, ya he dejado mi autógrafo.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Otoño en Madrid


Estos días las aceras y las calles de Madrid están cubiertas, adornadas por doquier de hojas. Quizás los árboles, sabedores de que al otoño le quedan apenas unos días, se apresuran a dejar caer las últimas que van quedando en sus ramas para comenzar de cero la nueva estación.

O quizás existe una explicación más tristemente prosaica relacionada con los servicios de limpieza de nuestro querido ayuntamiento y sus ubicuos recortes -ya no saben por dónde esquilmarnos.

Sea como fuere, no quería que pasara el otoño sin rendirle mi humilde homenaje con estas bonitas imágenes que recogí la semana pasada en El Retiro.

¡Viva el otoño y sus colores! (¡Viva!)

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Juego de guantes

Anoche obedecí por fin a mi espíritu curioso y me agaché para recoger el guante aguamarina que yacía inerte sobre la acera.

Llevaba ya muchos inviernos preguntándomelo; ¿cuántos guantes puedo llegar a ver tirados en el suelo en los largos meses que dura el frío, huérfanos para siempre de progenitor y hermano? ¿Serán cinco, ocho, superará acaso la cifra la docena?

De momento, si sigue el ritmo de las últimas 24 horas, la cifra será mucho mayor que esas: apenas una hora después de mi primer guante recogido, encontré un segundo (punto, dedos negros y mano a rayas negras y grises. Guante derecho) Y este mediodía, otro (punto, tinsulate 40 gramos, negro, talla muy grande. Guante izquierdo.)

En menos de 24hs tres guantes; empieza fuerte la cosa.


Ya me estoy preguntando, ¿Qué colores me encontraré? ¿Serán negros en su mayoría? ¿De qué materiales? ¿Alguno de cuero, por ejemplo? ¿Encontraré alguno de niño pequeño? ¿Alguna manopla, quizás? ¿Algún mitón? ¿Serán mayoritariamente guantes derechos o izquierdos? ¿Encontraré tal vez dos guantes solitarios que puedan formar una pareja funcional?

Todo un mundo de posibilidades en vías de definirse, por fin, este invierno.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Juego de cartas

Hace mucho tiempo, irá ya para diez años, me contó Moe sobre una colega suya de Estados Unidos que de repente empezó a encontrarse cartas -naipes- por la calle constantemente. La tía estaba medio obsesionada con que aquello tenía que significar algo, y acabó de rayarse del todo cuando llegó a encontrarse dos cartas en un mismo día –en sitios distintos, obviamente. Cuando me lo contó Moe, yo en seguida pensé que probablemente si estamos alerta, cualquiera nos podemos “empezar a encontrar” naipes por todas partes, es cuestión de percibirlos conscientemente.

Recuerdo comentarle la historia a Ana poco después de oírla, y hacerle partícipe de mi explicación. “Yo no creo que sea tan fácil encontrarte una carta en la calle –objetó ella- pero encontrarte dos el mismo día… eso ya no me lo creo.” “¿Sabes qué? –le dije- Vamos a probarlo; a ver cuánto tardamos en encontrarnos una carta. La que encuentre una llama a la otra” Efectivamente, no tuvo que pasar mucho tiempo para que una de las dos –no recuerdo ya quién- llamara a la otra para decir que se había encontrado una, y al día siguiente o algo así le tocó a la otra también.


Pero ahí no acaba la historia, porque "la maldición" me pasó a mí, y empecé yo también a encontrarme cartas constantemente, así que decidí ir recogiéndolas, escribiendo con un boli la fecha en la que me las encontraba; podría ser divertido observar si había alguna frecuencia o alguna relación curiosa entre las cartas. Prácticamente todas las semanas me encontraba una o dos. En cierta ocasión lo que me encontré fue una caja de cartas, sin cartas dentro pero con un as de oros en el frente; la cogí, le estampé la fecha y ahí iba guardando las que me iba encontrando.

Aquel verano Ana y yo fuimos a Marruecos de vacaciones. Estando en Asilah me encontré media carta; un seis de bastos. Desde luego que fuera solo media no iba a ser óbice -ni mucho menos- para que la recogiera y la fechara como las demás, y así lo hice. Ese día teníamos planeada una excursión a Tetuán; fue allí, tirada en el suelo del mercado del zoco, donde me encontré otra media carta: Para nuestro infinito asombro, era exactamente la misma carta, un seis de bastos. Al ponerla junto a la otra vimos que era la misma mitad. Os podéis imaginar cómo la flipábamos Ana y yo; sobre todo ella, que no hacía tanto no había podido creerse que fuera posible encontrarse dos naipes en un mismo día.


Aquel “juego de cartas" mío se me pasó un buen día y dejé de encontrarme naipes en mi transitar por el mundo, pero guardé la cajita con mis hallazgos durante varios años. Desafortunadamente hace un par de navidades, en una de las limpiezas intensivas que suelo hacer por el solsticio, me deshice de esa basurilla fechada; ahora me da un poco de rabia no haber guardado al menos aquellas dos mitades del mismo naipe encontradas el mismo día –quién sabe si incluso rasgadas por idénticas manos.

Actualización: Ayer le conté esta historia a JC y me acaba de mandar la foto de esta carta que se ha encontrado hoy.  ¡Cuidado, es contagioso!

jueves, 1 de diciembre de 2011

Rescatadas n

Tú has tenido una feminidad muy difícil, esta pobre. Así has salido. –Manolo, mi hermano. Lo decía en serio.

(Sobre Rajoy antes de las elecciones, cuando dijo “Como gobernamos nosotros, perdón, cuando gobernemos…”) “Puede que no lo dijera adrede; habrá sido un guiñapo de esos” –Laura (no yo; otra)

Sí, yo soy todo sensibilidad... desde la punta de la p***a hasta los c*j*nes –JC

De estos tíos babosos que dicen chocho y se les llena la boca de pelos –JC

Diálogo oído ayer por la escalera, entre mis vecinos Jorge y La Francesa -parece que él iba a hacerle la compra:

Jorge: ¿Las sardinas de algún tipo en especial?
La Francesa: Semi-desnatada.