viernes, 30 de julio de 2010

Rescatadas 18

¿Y qué hacen ellas? Van, cortas y perezosas, y se compran toda la indumentaria. -Pili

Sara: ¡Esto parece Somorra!
Yo: ¡¡¡JAJAJA!!!… Somorra, ¿eh?
Sara: ¿Cómo es? Somorra y Gomorra...

La realidad no se porta bien ni con nosotros los optimistas. -Yo

Ray: Es que a los negros se nos ve como más viva la cara…
Yo: Tío, ¿¡Qué dices?!
Ray: ¡¡Qué envidiosa!!

Cari: Mi nuevo teléfono es 91 317 83 xx. Pero no me gusta… ¡es que no quiere decir nada!… (¿?)
Pili: Dale tiempo, Cari… (la otra, también…)

Manolo (hablando de su ex): Mira de lo que me di cuenta el otro día: Eva se multiplicó por cero, Eva por o… ¡se evaporó!
Cari: Hala, mooolaaa… ¡esa es de las mías!

jueves, 29 de julio de 2010

Sobre los sobacos y la felicidad

Estábamos saliendo por la puerta de casa el sábado por la tarde para ir a un concierto en el Templo de Debod. De repente Ray se paró en seco: "¡Oye espera, que se me ha olvidado echarme desodorante!" Volvimos a entrar, y después de pulverizarse un par de descargas debajo de cada brazo me ofreció el bote:

-¿Quieres tú también?
-No gracias; no suelo usar. Aunque quizás debería, porque el otro día me dijo mi hermano que me olían los sobacos.
-Sí, es que te huelen a veces -me dijo en tono confidencial.
-¿¿En serio me huelen los sobacos??
-Sí.
-¿Pero en verano, algún día puntual… o a menudo? -pregunté preocupada.
-No, muchas veces.
-Hala, ¿Y por qué no me lo has dicho nunca?
-Hombre, ¿quién soy yo para decírtelo?
-Pues mi colega, ¿no? Si no me lo dices tú quién me lo va a decir. Mi hermano, supongo. Lo que me extraña es que no me lo haya dicho nunca nadie más, aunque sea mi madre. Pienso preguntarle a Cari cuando la vea.

Un par de horas más tarde, mientras escuchábamos las percusiones del concierto de música africana al que habíamos ido, no pude evitar volver a interrogar a Ray con zozobra:

-Oye… lo de que me huelen los sobacos… ¿es verdad?
-¡Que sí, pesaaá!
-Jo.

Aunque no quería ser demasiado orgullosa para no creérmelo, y me daba cuenta de que cabía dentro de lo posible, me costaba dar crédito a que yo pudiera ser una-que-huele-y-no-lo-sabe. ¡¿Yo?! No puede ser. ¡Yo me hubiera dado cuenta! Pero claro, los que huelen y no lo saben… no lo saben. Oh, vaya. Lo cierto es que por alguna razón no aparecía por ningún lado el sentimiento de vergüenza que correspondería a un descubrimiento de tal jaez; quizás porque no acababa de creérmelo del todo.

Menos mal, porque el domingo, que Ray ya no tenía el humor de perros del día anterior, no pude resistirme a interrogarle de nuevo sobre el asunto antes de que se fuera -aún a riesgo de volver a ser tildada de plasta. Y esta vez el muy cabroncete me confesó tan sonriente -y obviamente divertido con su propia ocurrencia- que se lo había inventado todo para tocarme los cojoncillos y hacer que me sintiera mal un rato. "Mírale, qué majo".

Y voy a utilizar esta anecdotilla como un ejemplo ilustrativo de un fenómeno que llevo un tiempo observando, y es cómo nos relacionamos con los demás cuando estamos estresados o nos sentimos agobiados por algún problema personal que nos preocupa; cómo no podemos evitar comportarnos con las personas de nuestro entorno cuando menos peor de lo que se merecen, sólo porque estamos jodidos nosotros.

Resulta fácil concluir que lo mejor que podemos hacer por los demás es ser lo más felices posible. No parece mal asunto.

lunes, 26 de julio de 2010

Mozilla Fireferret


martes, 13 de julio de 2010

Googlewhacks y Googlefights

En el último post comentaba cómo mi hermano Manolo y yo tenemos muchas peculiaridades en común. Ejemplos ilustrativos los hay a cienes; uno de los más graciosos que recuerdo -y que conté aquí hace ya un tiempo- fue su absoluta implicación en cierto proyecto "científico" mío para el que era necesario medir mi volumen de micción; aquello me sorprendió hasta a mí. Aunque no sea tan sorprendente, el ejemplo que voy a contar a continuación también tiene su enjundia.

Ya he dejado patente en este espacio y en innumerables ocasiones cómo me gustan las palabrejas y todo lo relacionado con ellas. También lo devota que soy de San Google -hasta lo he llegado a utilizar para escribir poesías. Pues el viernes pasado recibí un mail de mi hermano en el que me enviaba la dirección de una página de lo más friki: Googlewhack

Googlewhack es una especie pasatiempo o juego -convertido ya en competición- consistente en buscar una combinación de dos palabras que tenga un único resultado en Google; es decir, que sólo estén contenidas conjuntamente en una página en toda la red.

Las reglas del Googlewhacking son simples:
1. No se usan comillas en la búsqueda.
2. Las palabras buscadas tienen que estar en dictionary.com (o el equivalente en español diccionario.com)
3. La página debe ser un artículo real, no sólo una lista de palabras.

Por supuesto, la razón por la que me mandaba el mail era porque había conseguido su primer Googlewhack: L¡cantrop1a jen1zara. Al preguntarle por su sistema -“¿Cómo lo haces?; ¿Buscas dos palabras raras en el diccionario y las vas combinando?” - me contestó casi ofendido: “No, con palabras que me sé” "Uhúúu... perdooonaaa... L1cantrop1a vale, pero es que jen1zara es la primera vez..."

Quizás os preguntéis -si es que os habéis apercibido- por qué he puesto "unos" en vez de “íes” para escribir las palabrejas… pues porque soy buena gente y no quiero estropearle el googlewhack a mi hermano. Si publicara ambas palabras juntas, dejaría de ser un googlewhack inmediatamente, porque ya no estaría en una sola página, sino en dos. Y es que los googlewhacks pueden ser flor de un día…

El caso es que potajeando por Internet a raíz de este tema encontré una página en la que hablaban de  juegos chorras que la gente se ha inventado con Google; no pude resistirme a meter la naricilla por esos derroteros, y así fue cómo me encontré con Googlefight.

En Googlefight se puede proponer una "lucha" entre dos palabras -o grupos de palabras- de la cual sale victoriosa aquella que más presencia tenga en Internet. Algunos frikis lo usan como forma de dirimir confrontaciones tipo: "Firefox vs Explorer", "Pc vs Mac", "Microsoft vs the law"... Aunque también se pueden arbitrar asuntos más prosaicos como "sexo vs dinero", "tetas vs culo" o chorradas por el estilo. Yo he hecho mi propio googlefight: “Laura vs the world” ¿Adivináis quién ha ganado?
Ya es oficial.

domingo, 11 de julio de 2010

Peculiaridades familiares

El sábado pasado celebramos el cumpleaños de mi sobrina Elia, que cumplió cinco añazos. Como en mi familia somos un poco hippies –o cutres, o como se lo quiera calificar- en vez de celebrarlo en un espacio cerrado; en un Burrikín o mismamente en casa, la celebración fue en la p**** calle. En realidad en la placita de en frente de casa de mi hermano Carlos, a la sazón padre de la criatura, que vive en Vallekas.

La idea en realidad no fue originalmente suya; mi hermano Manolo ya había celebrado varios cumpleaños de Jara en la plaza de en frente de su casa, también en Vallekas. Y es que celebrar el cumple así tiene muchas ventajas; hay mucho más espacio que en cualquier casa para que los niños jueguen, no hay peligro de que rompan la tele de un balonazo, por ejemplo, y en este caso Elia pudo disfrutar como una enana de su flamante bici nueva. Cuando acaba el cumpleaños, se recoge la mesita plegable con los sándwiches, las papas fritas y demás, se vuelven a meter las bebidas en la neverita portátil, y p’arriba. Como encima ese día jugaba España, la plaza estaba casi vacía.

Además a mí me parece muy bonito y muy auténtico celebrar un cumple a la vista de todos los vecinos; niños y mayores. Muchos se acercan por allí divertidos, a felicitar a la homenajeada, y participan de la francachela tomándose una cervecita o una pichicola, un sándwich, un trozo de tarta… allí no hace falta ser invitado.

El caso es que estábamos mi hermano Manolo y yo manteniendo una animada conversación, saltando de un tema a otro, cuando en una de nuestras pausas, una chica como de unos treinta años que estaba sentada en un banco, al lado de nosotros, nos dijo muy sonriente: “¡Qué graciosos sois!” “¡Pero bueno! –respondí yo divertida- ¿y eso? ¿No nos conoces de nada, y del tirón nos dices que somos graciosos?” Ni siquiera es que estuviéramos haciendo chistes; me dio la sensación de que utilizaba la palabra “gracioso” como sinónimo de “peculiares”; le debía de estar pareciendo particular nuestra forma de comunicarnos, o los temas que estábamos tratando… “Sí, sí que os conozco -dijo ella- desde hace muchos años. Bueno, en persona no. Soy Ana Jarre.” “¡Aaanda claaaro, Ana Jarre! -dije yo- ¡Amiga de Carlos de toda la vida! De oídas te conozco yo a ti también, claro.”

Al volver a casa no pude evitar repasar la conversación que había tenido con mi hermano para ver si descubría a qué se podía haber referido con eso de que éramos “graciosos”. Y me di cuenta de que en efecto, para alguien ajeno a la familia, mi hermano y yo tenemos muchas peculiaridades -que además compartimos. No sé; un puntillo pedante en el uso del lenguaje, un componente sacapuntas, un escepticismo crónico que nos hace cuestionarnos todo,  un toque lúdico-payasil… Recuerdo por ejemplo que hice alarde de haber conseguido hacer una postura de yoga de equilibrio y flexibilidad que me resultó un poco chunga, y me puse ahí a ejecutarla. Mi hermano en vez de decir “Buah, ya está esta con sus tonterías” se puso a intentar hacerla también; él suele seguirme la bolilla con esas cosas.

Curiosamente, al día siguiente del cumple, tomando el aperitivo, Cari me sorprendió diciéndome la misma frase, casi calcada: “Eres muy graciosa” justo en el mismo sentido que lo había dicho Ana Jarre. Le conté la anécdota del día anterior y le confesé cómo me gusta en realidad descubrir que tengo esas cosas en común con mi hermano; cuando estamos juntos nos parece lo más natural, pero en nuestros respectivos círculos de amigos, nuestras particularidades no pasan desapercibidas.

/Continuará/

sábado, 3 de julio de 2010

Contemplando el suicidio

Transito por un páramo, por un terreno yermo en el que los días felices quedaron muy atrás. Sigo el camino, sabiendo que tarde o temprano habré superado esta etapa; intento no perder la esperanza, la ilusión de que esto acabará pronto… pero hasta ahora ha sido sólo eso; una ilusión. Cada vez que pongo mi corazón y mi fe en que algo va a salir bien, veo mis esperanzas defraudadas. Y tengo ya una pereza existencial tal, que muchas veces fantaseo con el alivio que sería poder pasar este erial en estado inconsciente, algo así como hibernar y ahorrarme toda esta mierda, y despertarme cuando la diosa fortuna me vuelva a sonreír, los pajaritos canten, las nubes se levanten...

Hace un par de semanas parí el siguiente aforismo; “si el suicidio fuera reversible, no me lo pensaría dos veces.” Y me dije con ufanía: “Cómo molo. Esto del suicidio reversible… seguro que no se le ha ocurrido a nadie”. Me equivocaba.

Ayer googleé el término parido; suicidio reversible, y salieron varias páginas que lo contenían -vaya chasco. Pero se abrió una interesante vía de investigación, ya que dí con Seppukoo.com.

El nombre Seppukoo deriva de Seppuku; harakiri o suicidio ritual samurai. Por lo visto esta página se ofrece para “asistir tu suicidio virtual” y unirte así a lo que denominan “The World Wide suicidal network” Es decir; si tienes una cuenta en Facebook y estás harto de recibir solicitudes de amistad de amigos de la infancia a los creías haber dado esquinazo, de tu padre, madre o jefe, de conocidos de conocidos -e incluso de completos desconocidos; cansado de ser etiquetado en fotos en las que ofreces una imagen de ti mismo más que dudosa, saturado de invitaciones a hacer tests ridículos con faltas de ortografía, harto de que tus datos personales hayan dejado de ser de tu exclusiva propiedad, y de todos esos inconvenientes que ignorabas cuando abriste tu cuenta de Facebook… esta es tu página.

Hasta hay ranking de Seppukoo para las personas que consigan inducir al suicidio (virtual) al mayor número de amigos.

Esto, como es lógico, no les ha sentado muy bien los de Facebook –a pesar de que se trate de un “suicidio reversible”- y han amenazado con emprender acciones legales para parar así la pandemia suicida que les está esquilmando las bases de datos. Como respuesta, Seppukoo.com ha lanzado su campaña de DIY Seppukoo (Do It Yoursef; hazlo tú mismo) con un vídeo en el que te guían en el proceso de suicidio virtual desde dentro del propio Facebook.

Pero esto es, recordemos, sólo un suicidio reversible, ya que toda tu información es conservada por Facebook para mantener tu vida virtual criogenizada para toda la eternidad. Si vuelves a entrar en tu cuenta, volverás a la vida y tus datos volverán a estar disponibles en la red.

Esta suerte de muerte transitoria es superada por otra página, Suicidemachine.org, que promete "borrar para siempre todos los perfiles de redes sociales que chupan tu energía, matar tus amigos virtuales ficticios y deshacerte de tu alterego de la red 2.0”

El caso es que pensé "Oye, ¿y si me apunto a esto del suicidio virtual, y me quito la espinita del suicidio reversible que tanto añoro? A fin de cuentas esto del Facebook, como que me la trota bastante. Y ciertamente llevo ya un tiempo experimentando las desventajas de pertenecer a esta "gran familia"". Así que le di al botoncito de "commit"... y me salió una pantalla que me decía que la máquina de suicidio estaba ocupada, y que por favor considerara suicidarme un poco más tarde. Tal y como. Estuve toda la tarde intentándolo infructuosamente; y no me sorprende, claro. Es como el tópico del suicida fracasado que no vale ni para suicidarse -qué lástima me doy.

Para concluir, si alguno de vosotros tiene dudas acerca de la naturaleza maligna de Facebook -y entiende inglés- no os perdáis este vídeo/parodia sobre "Friendface", extraído de la serie inglesa "The IT crowd" (los informáticos). Despiporrante.