sábado, 27 de junio de 2009

Qué cuento tenemos

Hace un par de findes conocí a Iñaki en la ciclonudista; el siguiente finde le sugería un cine: “Tengo unas entradas que me ha pasado una amiga…” “No digas una amiga, di Cari…” Yo no recordaba haberle hablado de Cari: “¿¿Pero tío, cómo sabes..??” “Es que sale en tu blog por todas partes.”

Cierto es. En el blog hablo con bastante frecuencia de Cari, de Heather, de Quique, de Pacopepe, de Pili, de Guy… de Flecha. Y claro, yo no me doy cuenta, pero hasta es posible que quienes me leéis tengáis una opinión de ellos –por supuesto sesgada por mi propia opinión.

Recientemente uno de estos “Personajes Cotidianos” me hizo llegar un cuentecito que había escrito, y he decidido –con su aprobación- publicarlo aquí para que conozcáis algo de su parte sin mediación mía. Eso sí, primero tendréis que adivinar quién de los mencionados más arriba es el/la artífice. Os dejo con su cuento.

LA COLEÓPTERA SE VA DE VIAJE

Mi primer novio me preguntó si yo era de las que veía el vaso medio vacío o de las que lo veía medio lleno; le respondí que el vaso casi siempre lo veía doble, porque lo que faltaba hasta llenarlo me lo había bebido yo, y resulta que era un cognac buenísimo, que además se me subía a la cabeza de manera fulminante. Discretamente, él me depositó en mi lugar de origen, y yo me dejé al vuelo mi par de gafas y las alas. Claro, aquella historia no podía funcionar y en seguida vertebré dos nuevas alitas, una petaca y, ya puesta, unas lentillas último modelo que tornasolaban los líquidos de las botellas.

Este nuevo equipamiento hizo que se me terminara de curar el existencialismo, así que salí de nuevo de mi establo dando alegres coces. Oh, tenían que llegar la navaja de Occam, el asno de Buridán y todas aquellas piedras del camino (al único que no encontré fue a Santo Tomás, andaría por sus vías, digo yo), así que todo se hizo bastante interesante.

Besé a mi segundo novio un amanecer en mitad del Puente de Toledo, hacía frío y cada vez que abríamos los ojos parecía que era más temprano. Tenía el pelo fuerte y cara de bruto y me escribió las cartas más preciosas que he recibido nunca, me dejó con ellas y volvió a la calle por la que iba cuando lo encontré. Yo lloré oyendo a Branduardi y seguí llevándole en ese trozo de corazón que él me descubrió, lleno de fibras sensibles y tiernas. Mi corazón…

Después tuve algunos novietes; unos venían con flores, otros con palabras, o penas y poses, o con la alegría de los veinte y los sobacos llenos de proyectos. Yo batía alegre mis alitas y era muy fácil despedirse. Les hice poemas a todos (entonces escribía mucho) y seguí volando, feliz abejorra veraniega.

Zumbando zumbando llamé la atención de un caza-polillas, ¡horror! que hizo un hueco entre sus manos y me hizo creer que ésa podría ser mi casa… la adornó con cubos de miel y olores hipnotizantes… y yo, pensando que eso debía ser lo que la gente-feliz-con-pareja construía para vivir, me quedé. Durante demasiados días mi irisada fuerza vital fue desapareciendo, se me secaron todos los apéndices (aunque, de no usarlos, ni me di cuenta) y, mientras él engordaba y engordaba, yo perdía las células de mi piel, capas enteras de mí misma que no sabía dónde iban a parar. ¡Deconstruirme sí, pero no así! ¡Eso era un desguace! Cuando quiso savia fresca, dejó mi cáscara detrás y corrió a atrapar nuevas bichitas… ¡pobres! ¡Inocentes navegantes del aire, huid! ¡¡Huid!!

Así que el estupor se me terminó pasando con mucho caldito y reposo y, como en la lenta rehidratación los vasos medio vacíos eran un comienzo que no podía despreciar, me los bebí todos. Poco a poco el cognac fue recobrando sus grados y sus tonalidades, y yo aprendí a no ver doble, aunque sin perder el gusto por hacer eses de vez en cuando.

Era estupendo descubrir las prestaciones de mis nuevas alas, que volvieron a brotar a pares, pequeñitas y fuertes, o grandes y radiantes, a veces algo torpes y algunas hasta con airbag.

Bichito alegre al sol, conocí a P******. Y el corazón se me llenó de pececitos de colores y nos fuimos juntos a explorar antípodas, a canallear palabras, a cenar en los parques. A bañarnos en lentejas y subir montañas. Y como yo hablo inglés y él sabe conducir por la izquierda, en diez días nos cogemos la chaqueta, el bañador y un avión a Alaska y desde ahí a Hawai.

miércoles, 24 de junio de 2009

sábado, 20 de junio de 2009

Mente y Realidad

Guy tenía una paranoia según la cual él era una especie de sujeto experimental manipulado por científicos que se entretenían poniéndole en situaciones particulares o difíciles para ver cómo reaccionaba. En su versión más radical directamente era un cerebro en una cubeta y lo que él percibía como “la realidad” no era más que una ilusión creada por la estimulación eléctrica de su cerebro. Yo atribuía estas ideas a un egocentrismo exacerbado, y entre nosotros era un tema de mofa recurrente “Qué, los científicos están haciendo de las suyas, ¿no?” O él me decía “No voy a hacer X, porque eso es lo que “ellos” quieren que haga”.

Cuando Gordon, un colega a quien habíamos conocido hacía poco, nos contó esa misma paranoia en primera persona, Guy reaccionó con suspicacia: “A mi no me la das; a ti te han puesto “los científicos” para ver cómo reacciono ante la revelación de lo que llevo tantos años sospechando.” Gordon respondió ofuscado: “¡Ya veo lo que está pasando!! ¡Tú eres su cómplice, y has visto que os he pillado, y estás intentando confundirme…”

Unos años más tarde salió la película “El Show de Truman”; fuimos a verla en seguida. Yo me partía: “¿Y ahora qué? Han hecho una película sobre lo que te están haciendo para ver cómo reaccionas, ¿no?” Apenas unos meses más tarde salió “Matrix”, que prácticamente giraba en torno a su paranoia del cerebro electro-estimulado; aquello ya era demasiado. Entonces llegó a nuestros oídos que un español había denunciado al “Show” por plagiar un corto que él había hecho años atrás; la causa había sido desestimada básicamente porque se demostró que aquello era una paja común de la humanidad.

Recientemente he dado con el nombre de esta paja en cuestión: Solipsismo, del latín "solus ipse"; solamente existo yo. El solipsismo sostiene que lo único que podemos asegurar es la existencia de nuestra propia mente, y que todo lo que nos rodea puede ser un producto creado por ella. El cuestionamiento de lo que consideramos "la realidad", existe a lo largo de toda la historia del pensamiento humano; El mito de la caverna de Platón, Descartes, el Zen, la física cuántica aplicada…

¿Y qué implicaciones tendría abrazar la creencia de que sólo mi mente existe? Que soy yo quien crea mi realidad circundante y que por tanto también podría tener el poder de modificar esa realidad en mi mente; hacer que las cosas sucedan. Podría escribir el guión de mi propia vida. (Nota a mí misma: aprender a no auto-sabotearme).

Lo que es innegable es que resulta sospechoso el modo en el que a veces se desarrollan los acontecimientos; cómo casualmente recibimos una llamada de alguien del pasado apenas unas horas después de pensar en ella, o damos de manera fortuita en Internet con un artículo que nos rellena los huecos pendientes en la conversación que tuvimos el día anterior –la sincronicidad de que hablaba en mi anterior post- o se materializa en nuestra vida una persona que se parece demasiado a lo que días antes sólo existía en nuestra mente…

Es curioso cómo cuanto más me meto en este tema, más personas me encuentro que comparten este punto de vista… o quizás soy yo, que lo estoy creando con mi pensamiento...

Cuando llego a este paranoico punto muerto opto por la alternativa más cuerda y funcional de seguir viviendo en lo que parece ser la realidad consensuada y dejarme de pajas.

Pero no del todo, por si acaso...


martes, 2 de junio de 2009

Dos de Junio

¿Cuántas personas conocéis que cumplan los años el mismo día que vosotros? Yo no conocía a nadie hasta este año, cuando hablando con Silvia, una profe de la academia que me cae muy bien, me preguntó mi horóscopo. Géminis -le dije. “Ah, ¿si? Yo también. ¿Cuándo los cumples?” –me preguntó. “El dos de junio” “¿¿El dos de juniooo? ¡¡Yo tambiéeen!! ¡Mira!” - y me extendió su carnet hasta colocarlo bajo mis ojos, quizás para vencer mi posible incredulidad. Yo miré por el gusto de ver la fecha escrita: dos de junio. Me gusta verla. Soy yo. Un poco como mis treinta y doses -además tenía curiosidad por saber su edad, a qué engañarnos…- Pero su gesto, mi mirarlo, alargaron un poquito más aquel acontecimiento y pudimos así saborearlo un ratito más. Me gustó saber que compartíamos ese “Dos de junio” a la vez tan mío.

Unos meses después, en una de mis clases, una alumna a la que tengo mucha simpatía contó una historia tan conmovedora que me hizo escribir un post sobre ella. Enlazado con la historia me enteré de que sus dos hijos cumplen años el mismo día que yo, ¡aunque se llevan tres años entre ellos! Qué dato más curioso en sí, que sus dos hijos hayan nacido el mismo día de distintos años, pero encima es el Dos de junio, mi cumpleaños.

Poco después, en otra clase hablando de nuestras mascotas intentaba hacer cálculos en voz alta sobre cuánto tiempo hacía que tenía a Flecha; “Bueno, en mi cumpleaños acababa de adoptarla, y mi cumple es el dos de junio…” “¡Anda, mi hijo también cumple años el dos de junio!” “¡pues vaya cúmulo de casualidades, porque…” y le conté lo que hasta aquí he narrado.

Muchas casualidades… Qué raro, ¿no? Hasta ahora no conocía a nadie con quien compartiera cumpleaños y ahora…

Recientemente he empezado a liberarme de la tiranía de la razón, y a permitirme un poco de fantasía en mis teorías de la vida; algún elemento no empírico. Una de las ideas con que he empezado a juguetear es con eso de que “las casualidades no existen”. La Teoría de la Sincronicidad postula algo así como que todos somos parte de un rompecabezas cósmico donde las casualidades nos guían hacia nuestro destino. La dificultad reside en dilucidar su significado, claro. ¿Qué me podrían estar señalando a mí estas casualidades? -me pregunté.
Hoy en mi clase de niños de nueve años, Paula me ha sorprendido con un regalo de cumpleaños sorpresa hecho por ella; unas flores de papel, una pulsera y un bombón envuelto por ella. No hay nada que me haga más ilusión que los regalos sencillos, y si son artesanales, mejor, así que me ha encantado. Entonces otro de los niños ha preguntado si era hoy mi cumple “No, es mañana” “¡Andá, como el de mi madre!” “¿¿Siii?? ¡No me digas! –he dicho yo-¡Vaya casualidad!”

En mi última clase del día (las otras tres casualidades sucedieron en mi primera, segunda y tercera clase de los lunes y por orden) tengo un alumno que me pone. Me mola; es atractivo, con pinta de muy tranqui… Como en clase de inglés se acaba hablando de todo, hace unos meses contó que tenía novia (oh…) pero recientemente me pareció entender que ya no. Y no os sorprenderá ya a estas alturas que al decir que mañana era mi cumple él haya dicho “¡El mío también!” Y me ha sacado su carnet para que me lo creyera. Yo he estado tentada a mirar para ver el año, pero me ha parecido que estaba feo y le he dicho riéndo “Noo… I trust you!” Él, como leyendo mi mente, ha confesado “Forty-two” y yo correspondiéndole: “Me, thirty-all”

En definitiva, que ha sido todo esto una escalada de casualidades; cuando yo ya estaba sorprendida sucedía la siguiente, hasta que un día antes de mi cumpleaños me entero de las dos últimas. O de la última, en la última clase de mi último día antes de mi cumple ¿Es todo esto solamente una casualidad, sin más... o es que me está señalando el cosmos al tío este?

Me parece mucho menos aburrida la opción del cosmos conspirador, así que ya estoy elucubrando sobre cómo componérmelas para echarle una mano. Al cosmos.