lunes, 14 de junio de 2010

Me cago en el ayuntamiento

El viernes recibí una llamada de mi abogada: “Tengo dos noticias; una buena y una mala. La buena es que nos han dado la razón en que entregamos la documentación dentro de plazo. La mala, que han desestimado el caso, y ya no hay nada que hacer.”

Pues vaya mierda de forma de dar una pésima noticia; como si la entradilla de la buena noticia fuera a aligerar el drama. Es como uno de esos chistes malos; Bin Laden llama a Bush: “Tengo una noticia buena y otra mala. La buena es que voy a entregarme; la mala que voy en avión.”

Hace cuatro años iba circulando con la bici por la acera de Ribera de curtidores y me rompí el codo al caerme en un alcorque sin árbol que no vi. Me tuvieron que operar y estuve seis meses de baja. Demandé al ayuntamiento por 14.000€, de los cuales esperaba sacar al menos cinco mil –parece que hay una ordenanza municipal en Madrid que prohíbe a las bicicletas circular por la acera, y mi abogada me dijo que se consideraría como “culpa compartida”, y probablemente me dieran como la mitad. Pero parece que las arcas están vacías y han decidido desestimar la demanda, alegando que según las fotos se veía bien el agujero, y no necesitaba señalizarse. O sea, que me están llamando mentirosa o gilipollas, porque el hecho es que yo no lo vi y me hostié. Y ya no se puede recurrir, porque ya se han encargado ellos de hacerme agotar todas mis bazas por el camino. Hijosdeputa.

Todos estos años he fantaseado sobre qué haría con la pasta cuando me la dieran –viajecitos, fundamentalmente- mientras vencía los innumerables obstáculos que el ayuntamiento me iba poniendo, viendo el glorioso momento cada día más cerca… hasta el viernes, en que mis ilusiones se derrumbaron como las torres gemelas. Cuando me acuerdo procuro olvidarme de que ya no hay esperanza, porque vivir sin esperanza es mucho peor que esperar. Tendré que ganarme la pasta para los viajes con el sudor de mi frente…

En fin… que tan convencida estaba de que iba a salir victoriosa, que hasta había pensado en el post que escribiría cuando así fuera, en el que incluiría el relato que parí en su día sobre el accidente –relato que comencé escribiendo con la mano izquierda únicamente, porque el brazo derecho lo tenía en cabestrillo. Y bueno, la vida continúa, e intento seguir viviéndola lo más inalterada posible, así que ahí va la historieta, eniguei. Que no me jodan el proyecto –del todo.


domingo, 13 de junio de 2010

Pelos, pelos y más pelos

Conocí a Quique cuando yo tenía quince años; él tenía un año más, y el pecho lampiño. Cuando empezaron a salirle pelos, ya no dejaron de manar por toda su anatomía, que fue luciendo progresivamente más y más hirsuta; primero pecho, luego hombros y por último espalda.

Lo cierto es que a él no parece inquietarle en absoluto esta profusión de pelo; a la que salen unos rayos de sol ya se está quitando la camiseta sin el más mínimo pudor. Tiene suerte de no pertenecer a la generación actual de jóvenes en la que el vello corporal está tan denostado; nosotros pertenecemos prácticamente a una generación en la que “el hombre y el oso cuando más vello más hermoso” –amañando refranes en mi beneficio, lo sé...- así que nunca le ha dado por deshacerse de su “hermosura” afeitándose o haciéndose la cera.

El otro día hablando con Ray, no recuerdo a cuento de qué, él sostenía la tan recurrente creencia de que si te afeitas te crecen más pelos y más fuertes. Pamplinas. Yo creo que en esto de la depilación del vello corporal existe un efecto de correlación ilusoria, y para ilustrar mi hipótesis puse a Quique de ejemplo: si Quique se hubiera afeitado los hombros o la espalda cuando empezó a ver que se le cubrían de pelo, y hubiera observado a lo largo del tiempo cómo su espalda se hacía cada vez más peluda, no hubiera podido resistirse a atribuirlo erróneamente al hecho de haberse afeitado. Como las niñas que empiezan a depilarse; la primera vez lo hacen para deshacerse de una pelusilla oscura que apenas afea sus piernas. Con el tiempo esa pelusilla se convierte en “alambres”, pero ese proceso hubiera sucedido se hubieran empezado a afeitar o no; es parte de nuestra naturaleza llamémosla post-simiesca.

Además de esta correlación ilusoria, también viene a alimentar el mito el hecho de que después de afeitados los pelos no tienen el extremo fino y delgado que tiene un pelo sin afeitar, y por lo tanto resultan más rasposos al tacto. Como además salen todos a la vez, esto aumenta más aún la sensación de abundancia.

Y si estos argumentos no resultaran suficientemente convincentes de por sí, sólo hay que pensar que si el pelo saliera con más fuerza al afeitarlo, no quedarían hombres calvos.

lunes, 7 de junio de 2010

Rescatadas 17

Puede que sea intrínseco o extrínseco, pero “seco” va a ser. -Cari

Yo oía “estilo vinyú”, y pensaba que era un estilo. (de “Still loving you”) -Tía en un garito de Lavapiés.

Fucking motherfucker milestone, que tu hijo lleve ya la misma talla de pantalones que tú! -Manolo. (traducción: Hito de la puta hostia ...)

Él ladra, pero a mí me entra por un oído y me sale por el orto. -Cari

¿Cómo se llama el arroz negro en EEUU? Condoleezza rice. -Yo. ¡Mi primer chiste!

sábado, 5 de junio de 2010

¿Imprimido o impreso?

A mí me gusta que me corrijan cuando digo algo mal; cuando cometo alguna incorrección con el idioma, por ejemplo. Quizás el momento de la corrección “me pica” un poco, pero soy capaz de encontrar entre mi herido orgullo un sentimiento de gratitud hacia quien me corrige, porque entiendo que siempre hay lugar para la mejora.

Cierto es que en ocasiones recibo la corrección con escepticismo, y en cuanto llego a casa lo contrasto en el DRAE -o donde crea conveniente. Y si encuentro que mi corrector tenía razón, la siguiente vez que le veo le hago saber que en efecto, yo estaba equivocada. Ahora; cuando no tenía razón, también se lo hago saber, faltaría más. Y no puedo menos, que esperar de mi equivocado corrector la misma humildad con la que yo intento proceder.

Todo este civilizado prólogo es para cagarme a continuación en quienes hacen correcciones gratuitas, sin más respaldo que una creencia vaga, y las defienden con uñas y dientes como si no necesitaran cuestionarse si están en posesión de la verdad; hay que ser un poco riguroso, digo yo. Mejor te callas, buscas evidencia y luego vuelves, si tienes ganas.

Por eso cuando en una conversación digo: “Eso lo tengo aquí, imprimido”, y alguien me corrige "Querrás decir impreso" (de hecho el corrector de Word me está cambiando la palabra “imprimido" a “impreso”, cada vez que la escribo, y cuando insisto en escribir “imprimido”, me lo subraya en rojo) les pregunto cuales son sus fuentes para apoyar su afirmación. Y no tienen ninguna, porque si se hubieran molestado en buscarlo, hubieran encontrado lo que yo; el verbo “imprimir” tiene dos participios; imprimido e impreso, y ambos participios pueden utilizarse indistintamente –aunque de hecho haya cierta preferencia por el uso del participio irregular, “impreso” cuando se usa como adjetivo; "está impreso."

Otro tanto pasa con el verbo “freír”, aunque en este caso, en función adjetiva sólo se usa el participio irregular, de modo que no sería correcto decir “los huevos están freídos”, pero sí, que “ya me han freído los huevos con tanta corrección gratuita”.


jueves, 3 de junio de 2010

Etiqueta ciclista

El martes me dirigía al curro en bici, como siempre. En la glorieta de Carlos IV, en el comienzo del Paseo del Prado, esperaba junto con otros peatones a que el semáforo se pusiera en verde para poder cruzar, y a continuación incorporarme al tráfico en dirección a Cibeles. Llegó entonces una chica en bici, y se puso a esperar con el resto. Iba vestida de negro; unas mallas y una camiseta, y un pañuelo naranja tipo palestino anudado a la cintura como único toque de color. Me fijé en ella porque siempre me fijo en la gente que va en bici; además esta era una chica, y como de mi edad. Seguramente iba hacia El Retiro; en ese semáforo siempre coincido con personas en bici que luego tiran Cuesta de Claudio Moyano para arriba a dar un paseo por el parque.

Cuando el semáforo se puso en verde y yo me disponía a avanzar oí una voz de mujer que decía: “Mírala; vestida del Corte Inglés”. La frase apenas llegó a mi conciencia, y menos aún me hizo sentirme aludida. Pero entonces volví a oír la misma voz: “Va en bici vestida del Corte Inglés” En bici; ¡O sea, que iba por mí! Yo llevaba una camiseta, una falda del Rastro y unas sandalias; ropa normal,vaya, pero supongo que lo que le ofendía era que fuera con falda. Miré hacia mi derecha, donde estaba a la tipa de la bici, pensando: “Tú eres gilipollas, chica”, pero decidí ser más diplomática, y le contesté en un tono de absoluto desdén: “Es que voy a currar, tía.” “Pues te llevas la ropa en una mochilita, y luego te cambias allí.” ¡¡¡QUÉEEE…!!! ¿Pero a esta tía qué coño le importará cómo vaya yo? ¿Por qué le ofende tanto cómo voy vestida, que hasta se permite el lujo de reprochármelo? ¡Como si hubiera una etiqueta ciclista! Que lo piense vale, pero que me suelte su admonición, y se permita además darme su consejito de mierda sobre llevar "una mochilita"...


Me limité a soltar el manillar con la mano derecha para responder a su último comentario mostrándole mi dedo corazón ya de espaldas a ella, mientras cogía el Paseo del Prado por el carril de la izquierda. Ya tengo controlado ese semáforo, y para cuando se pone en verde para los coches, yo ya he alcanzado el boulevard del medio, por donde puedo ir paseando despreocupada de la circulación. En eso estaba cuando oí a mis espaldas “No vayas por ahí, que es peligroso” La gilipollas esta otra vez “¿Pero me quieres dejar en paz tía? ¡Que ya llevo muchos años circulando en bici por Madrid!” “Ya llevo muchos años circulando en bici por Madrid…” –repitió ella en un irritante tonito de burla. “¡¡Anda y que te peten!!”

Yo la flipo. Parece que a la gente -incluidos ciclistas- le sale el instinto de consejero condescendiente/"te-lo-digo-por-tu-bien" al ver a alguien en bici -sobre todo si ese alguien es una tía, sospecho; que si deberías llevar casco, que te pongas las luces –¡incluso cuando las llevo puestas!-, que no circules por ahí… pero esta es la primera vez que me reprochan cómo voy vestida. Supongo que también será la última.

miércoles, 2 de junio de 2010

¡Hoy cumplo 40!


El domingo comentaba mi padre abrumado, con la mirada perdida y moviendo la cabeza de un lado a otro “Este año cumplo ya los setenta. Es increíble cómo pasa el tiempo…” Yo le escuchaba empatizando totalmente con lo que decía, porque ya son muchos años de pasmo cada vez que sube una cifra en el marcador de mi vida.

Cuando tenía 36 escribí: “Tengo la sensación de que cumplo años con mayor velocidad de lo que puedo asimilarlos. Es como si tuviera una estela, y me creyera que soy esa estela; no asumo la edad totalmente hasta cinco años después de haberlos cumplido.”

Parece que cumplir años sólo nos gusta hasta los 19, luego ya empezamos a quejarnos “¡Ya veinte años! Dios mío, qué vértigo.” Y luego vienen los treinta, en los que te sientes expulsada de la juventud. Y después ves cómo se van acercando los cuarenta... ¡convertirte en una cuarentona, qué horror! Cuando tenía 17 ó 18 decía que yo no quería llegar a los cuarenta, que prefería morirme antes.

Me contaba Cari cómo su tia-abuela Juana de cien años le decía un día: “¿Cuarenta años? ¡Eres una niña” Y lo entiendo, claro. Dónde le quedarán a ella los cuarenta, si a partir de entonces ha vivido otros sesenta años. Si hasta me pasa a mí cuando oigo a alguien quejarse de que ya se acerca a la treintena, “¿¡Pero qué me estás contando!?” Después recuerdo que yo decía lo mismo, y lo entiendo, y me callo. Pero he decidido aprender de esta perspectiva que me da la vida desde la edad que tengo, y dejar de lamentarme de seguir viva. Porque a fin de cuentas la única opción a cumplir años es palmarla, y de momento me gusta vivir.

No podemos pasarnos la vida lamiéndonos las heridas; la vida es un regalo y deberíamos sentirnos agradecidos y dichosos de poder disfrutarla. Además, ¿qué significa un número?-aunque suene manido. Lo que importa es ahora. Que haya un ahora y hacer de él lo mejor que podamos. Y no me refiero a hoy; me refiero al instante, al verdadero yo. Al que ve, oye, siente. Al que no entiende de edades ni de otras patochadas del ego. Parece que los cuarenta vienen "místicos".

Quizás ayude ser conscientes de vez en cuando de que ahora somos lo más jóvenes que vamos a ser, así que tengas la edad que tengas, no mires atrás y disfruta estos años, que no volverán.