domingo, 30 de mayo de 2010

¿Qué pasa con los calcetines?

Hoy estaba echando un vistazo al blog “no puedo creer que lo hayan inventado”, y he llegado a una entrada en la que mostraban un mueble-lavadora (nada espectacular, la verdad; en El recetario hacen cosas mucho mejores). Pero la entrada en realidad da igual; el caso es que en uno de los comentarios, un ingenioso lector decía: “lo perfecto sería si los artículos de ropa se perdieran en ella; no hay lavadora que exista sin el tan famoso efecto…”

A ver, ese famoso efecto. ¿De dónde nos hemos sacado eso de que en la lavadora se pierden los calcetines, y luego se quedan todos desparejados? ¿Y por qué todo el mundo asiente cuando lo oye, como si fuera una verdad indiscutible? Porque a mí no me pasa. De hecho no conozco a nadie que me haya dicho en primera persona que tenga ese problema.

Bueno, miento; Guy decía que a él le pasaba cuando vivía en Inglaterra. Supongo que porque hacía la colada en lavanderías, y después del centrifugado los calcetines se quedarían pegados a las paredes del tambor, y al sacar la ropa apresuradamente, ahí se quedaban. Pero aquí, en España, la inmensa mayoría tenemos lavadora en casa, y si se te pierde un calcetín, ya sabes dónde buscarlo.

Así que deduzco que probablemente sea una de esas cosas que a fuerza de oírlas en las pelis americanas -o de países con lavanderías- la gente ha acabado aceptando como cierta, sin cuestionarse más. Ya se sabe que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.

Y de eso hay mucho. Por ejemplo, y siguiendo con el tema de los calcetines; ¿Por qué diantres se dice tanto eso de que no hay nada más ridículo (o anti-erótico) que un hombre desnudo en calcetines? A ver; de las personas –más bien mujeres- que lo dicen, ¿a cuántas se les ha ocurrido por sí mismas? ¿No serán más frecuentes aquellas que lo han oído, lo han visualizado, lo han categorizado como ridículo y luego van por ahí repitiéndolo?

Porque en primer lugar, a mí se me ocurren escenas mucho más ridículas que un hombre desnudo en calcetines, y sin tirar demasiado de imaginación. Supongo que si el hombre en cuestión llevara ejecutivos de esos transparentes que parecen de mujer, con los pelos ahí, pegados contra la pierna… vale. Bastante ridículo y anti-erótico. Pero para mi gran fortuna yo no salgo con el tipo de hombres que lleva ejecutivos. Los que yo conozco llevan calcetines de algodón, y francamente, cuando están desnudos no es a sus pies adonde miro; me da igual cómo vayan de rodilla para abajo.

Y claro, cuando la gente dice estas “verdades universales” y yo se las cuestiono, encima me llaman sacapuntas, pero es que hay que tener un poquito de espíritu crítico, hombre. Así que con esta entrada he decidido inaugurar una nueva sección de Cotidianas: “Rompiendo mitos”. Ya tengo unas cuantas ideas en el tintero. O bueno, en el teclado.

domingo, 23 de mayo de 2010

Niños con recursos

"Los niños de hoy en día han perdido la capacidad de usar la imaginación en sus juegos. La máquina -ordenador, televisor, video-juego, etc- ha sustituido al juguete tradicional o al creado por la imaginación del niño, y éste, en el mejor de los casos, se limita a responder a los estímulos que le llegan de la pantalla.

El marco es también otro muy distinto; la casa sustituye a la calle, a la plaza. Esto conlleva una forma de jugar más privada, más individual, y consecuentemente menos grupal e interactiva."
Pues al que se crea todos estos tópicos le diría yo que se dé un rulo por mi barrio un fin de semana cualquiera y que vea cómo se lo montan los niños con recursos (imaginativos).



(Una vez más -y supongo que no será la última- me disculpo por la calidad de las imágenes, tomadas con el móvil. No entiendo muy bien esa ondulación que ha salido, pero lo cierto es que ayuda a ver la escena "desde mis ojos" -ocho de la tarde, volviendo a casa después del aperitivito, la sidra, los pacharanes... yunouataimiin...)

viernes, 14 de mayo de 2010

Cucarachas

Dedicado a Kafka

¡¡¡BUAAAAJJJJ!!! ¡¡Me acabo de encontrar media cucaracha en mi casa!! Pero es que, ¿¡media cucaracha!? Claro, ha sido verla y poner los engranajes de mi cabeza a rular a toda máquina para dar explicación a la escena, y en seguida he deducido la historia que había detrás.

Hace un par de noches, en mitad de la noche me levanté a mear. Al encender la luz del baño vi una pequeña mancha negra que corría por el suelo a toda velocidad para refugiarse en las sombras. Aún con los ojos llenos de legañas pude identificar lo que era: una maldita cucaracha. Pero soy tan budista de mierda que no quise matarla. Bueno… en realidad es un rollo entre la conmiseración y el asco, para ser franca, pero el caso es que pensé a hurtadillas, como para escaquearme de velar por la salubridad de mi hogar: “bueno haré como que no la he visto. Total, si no me hubiera levantado... Otro día si la vuelvo a ver –o la veo por primera vez, si me creo mi auto-engaño- ya resolveré esta absurda disonancia cognitiva como mejor pueda.” O sea, que me pasé el marrón al futuro.

Al día siguiente, al ir al baño y acordarme de la escena de la noche anterior, se me ocurrió que si Flecha se encontraba con la cucaracha por ahí lo mismo despertaba su instinto cazador, se la echaba pa’l buche y me resolvía el entuerto. El asco sigue ahí, pero el rollo budista, si Flecha la cazaba… eso es la naturaleza siguiendo sus leyes, y todo bien.

Total, que ahí de pie, viendo la media cucaracha, después del instintivo hostión de asco y de montar el hilo de acontecimientos en mi cabeza, no he podido evitar pensar con desaprobación –y asco, siempre asco: “Joderrr Flecha ¿¡te has comido una cucaracha?!” Ella, que andaba correteando por allí, se ha acercado al medio cadáver, lo ha olisqueado de pasada, y sin hacerle mucho aprecio ha seguido a su bola. Yo he pensado que no le debía de haber sabido muy buena. A ver…

El caso es que he ido a coger un poco de papel higiénico que hiciera de ataúd para el entierro de los restos mortales del bicho en el retrete. Y grande ha sido mi sorpresa cuando al coger el medio cadáver con el papel –la parte de la cabeza, dicho sea de paso- se me ha deshecho entre los dedos. Entonces me he fijado con atención, y me he dado cuenta de que no era media cucaracha sino media “camisa”; media muda de la puta cucaracha, que se ha hecho más gorda y ya no cabía en su piel. Hija de la gran chingada.

Así que tengo una cucaracha rolliza en casa, metamorfoseándose. Pues pienso dejar el insecticida a mano, y cuando me la vuelva a encontrar cara a cara no voy a tener miramientos. Haberse ido. Porque además con el mata-bichos… esta conciencia budista mía, se va de un plumazo. Es algo así como la diferencia que hay entre dar una puñalada y dar un tiro, supongo.

jueves, 13 de mayo de 2010

jueves, 6 de mayo de 2010

Rescatadas 16

Quique -Soy un tonto de Iscariote… Ah, no, que eso era Judas.
Yo-De capirote, quieres decir.
Quique- ¡Eso, eso!

No voy ni a intentar decir el trabalenguas; me trabo sólo pensándolo… -Marta. Y eso que no es rubia.

¿Cuál es el grito de guerra de la juventud galega cuando sale de marcha? "¡Rayas y centollos!" -Cari

¿Cómo se llaman los cohetes que van juntos en la misma traca? Cohetaneos. -Cari y Pizarro

Yo tengo un sensor de ínfulas.(...) Yo tengo aires, pero no me los doy. -Luis

martes, 4 de mayo de 2010

El Húngaro

El nuevo vecino ya tiene nacionalidad –y su subsiguiente mote. Miré su nombre en el buzón –un nombre extrañísimo, con muchas consonantes- lo busqué en San Google, y resultó ser un nombre húngaro. Así que, aquí empiezan mis especulaciones sobre El Húngaro.

Ya me ha sucedido unas pocas veces que al entrar al portal había un leve pero inconfundible olor a marihuana –y si no es olor a marihuana, se le parece un montón. El caso es que me puse a repasar vecinos y se me ocurrió como la opción más plausible que viniera de la casa del Húngaro. Lo cierto es que vive en el cuarto piso, pero el olor de marihuana es fuerte y el portal pequeño, y cabría dentro de las posibilidades de lo real que llegara desde allí. Aunque son meras conjeturas, yo empecé a imaginar cosas divertidas -¡y eso sólo con el olor!

El otro día estaba en la cocina con la ventana abierta y le oí hablando por teléfono –por el patio se oye todo- y como no podía ser de otra manera, puse la antena para ver si sacaba alguna información reveladora. Hablaba muy escuetamente, de hacer una entrega –no con ese término, lo reconozco- de dónde encontrarse… por el tono de la conversación todo parecía indicar que estaban “talking business”, y montarme la película era demasiado tentador como para echar mano de la sensatez y la razón; a fin de cuentas también hubo en el bloque una “casa de citas” hace varios años, y por testarudez no quise creérmelo hasta que la evidencia se impuso.

El viernes pasado me acababa de echar la siesta cuando sonó el telefonillo de manera impertinente: “riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin” A esas horas y con esa forma de llamar no me cuadraba que fuera un cartero comercial, que optan más por una llamada mínima, como para ahorrar energías, así que pensé que tal vez era una visita sorpresa de algún conocido. Pero cuando fui a contestar, oí la puerta del portal cerrarse; algún otro vecino ya había abierto. Me asomé a la ventana por curiosidad, para ver si veía el carrito ese que suelen llevar los carteros comerciales para transportar cómodamente los fajos de publicidad, pero en vez de eso vi dos motos de la Policía Nacional aparcadas en la acera de enfrente -sin bicho encima. Rauda me asomé a la mirilla y al cabo de unos segundos vi a los dos policías subiendo las escaleras.

La puerta de Jorge -el vecino que me llama para pasarme revista mensualmente- estaba entreabierta, y cuando los nacionales llegaron a su piso él se asomó al quicio de la puerta. Mantuvieron un breve intercambio de palabras en el que adiviné que le preguntaban en qué piso vivía la persona a quienes buscaban: “Será el del cuarto X”, les dijo Jorge. La casa del Húngaro; lo sabía. Los policías siguieron subiendo las escaleras, y desde el salón les oí llamar al timbre con la misma insistencia con que habían llamado al telefonillo; "ding-dong, ding-dong, ding-dong, ding-dong..." Al no obtener respuesta aporrearon la puerta. Y luego otra vez el timbre. Y otra vez aporrearon. Pero obviamente allí no abrió nadie. He de reconocer que me sentí un poco defraudada de que no recurrieran al clásico: "¡Policía, abra la puerta!", y más defraudada aún de que se dieran por vencidos y se fueran por donde habían venido sin ofrecerme más pistas sobre la razón de su “visita”.

Comentándolo con Pacopepe el sábado, me dijo que quizás venían a entregarle una multa o algo así, pero ¿no son los carteros los que suelen traer las cartas certificadas de todo tipo? Y si lo trajera la policía, ¿no serían los municipales en vez de los nacionales? Todo son preguntas, todo son incógnitas y especulaciones, pero esto se pone interesante.

Ayer por la mañana saqué a la barandilla la toalla que se le había caído en mi tendedero y aún no la ha recogido. ¿Se habrá dado a la fuga...?

sábado, 1 de mayo de 2010

El nuevo vecino

Dedicado a Pacopepe.

Traude, la p*** Alemana, se fue hace ya un año de nuestra comunidad de vecinos. A pesar de todos los roces que hubo entre nosotras –que dicho sea de paso, ella se guisaba y se comía- hasta nos despedimos como amigas o algo así; cuando se fue me dejó una breve nota de agradecimiento que guardé como muestra de mi modesta victoria sobre el mal.

El nuevo vecino, el que se ha mudado a la casa de la alemana, es también extranjero pero aún no sé de dónde –y eso que he hablado con él en un par de ocasiones. A veces me parece italiano, otras veces su acento parece como de Europa del este… no le acabo de ubicar. Podría deducirlo por su nombre, pero no sé cómo se llama; lo miraré en el buzón y así puedo ponerle un mote, que la verdad es que ya lo va pidiendo. El caso es que tiene unas cuantas cosas jugosas que comentar; ayer fue el colofón, y la razón por la que me pongo al teclado.

El chico es guapete, rubio, y tendrá sus treintaymuchos. Tiene un Jack Russel al que nunca se oye ladrar, salvo cuando sale a pasear, que da un pequeño ladrido de alegría bajando las escaleras; sólo uno. A mí por eso me cae muy bien. Pero sigamos con el dueño.

Por ejemplo con su torpeza a la hora de tender la ropa. En el tiempo que lleva en casa ya se le han caído prendas a mis cuerdas como… ¿diez veces? Yo las dejo un tiempo en mi tendedero para que vea que están ahí, pero el tío no baja a por ellas. Cuando me canso de esperar las pongo en la barandilla de la escalera, y supongo que será él quien se las lleva. En una ocasión subí yo a devolvérselas en plan vecina afable. Era de noche y en la casa había luz, pero yo llamé al timbre un par de veces y allí nadie abrió la puerta; al final tuve que dejárselas en su barandilla. Ahora de hecho tengo en el tendedero una toalla blanca suya –que ya no lo es tanto- desde hace más de tres semanas, y ahí sigue.

Hace como dos meses se me hizo una gotera en el baño; la humedad venía de su casa. Subí a decírselo y previsiblemente la puerta no se abrió, así que le dejé una nota contándole el tema y pidiéndole que por favor bajara a hablar conmigo. Así lo hizo; yo le invité a pasar a casa a ver la gotera, hablamos sobre los posibles orígenes de la filtración, el tío muy razonable, muy normal -aunque muy serio- y me dijo que hablaría con su casero. A los pocos días nos encontramos por la escalera y me comentó que su casero no tenía seguro de la casa y que estaba mal de pasta. Y quién no. Pero a mí me da tanta pereza empezar el periplo de llamadas al casero, a mi seguro… que como la gotera se ha secado, lo postergaré todo hasta que vuelva a salir.

El caso es que desde entonces cuando el vecino y yo nos cruzamos en la calle o en el edificio nos saludamos muy escuetamente y seguimos nuestro camino. Supongo que él intenta evitar que le pregunte sobre el asunto, y yo… pues también paso, pero está visto que el tipo es un poco huraño.

En fin; estas son las primeras pinceladas sobre este nuevo personaje, pero no quiero cansaros, así que dejaré mis jugosas especulaciones para otro día, que la historia da para otro post... por lo menos.