Ignatia, la lectora de la farola, es un personaje tan
entrañable como misterioso; muchas incógnitas se ciernen en torno a su persona desde el principio, como
planteé en el post en que os la presentaba:
¿Quién será Ignatia? ¿Será una homeless? ¿O quizás baja a la calle buscando la tranquilidad, huyendo de una casa demasiado bulliciosa? ¿Qué libros leerá? ¿Novelas de Corín Tellado? ¿ensayos sesudos?
Hoy vuelvo para compartir con vosotros, triunfal, importantes
avances en la definición de este nuevo personaje de Cotidianas. Así fue como recopilé los nuevos datos:
Hará como un mes salía de casa en dirección al Día. Caminaba
distraída repasando la lista de la compra en mi cabeza cuando me topé con una silueta que me resultó familiar: Ignatia...
¿¿eres tú?? –pensé. Me costaba reconocerla de pie, sin el
bolardo debajo del culo y su farola al lado… pero sí, efectivamente era
ella. En vez de su libro, portaba en la mano un manojo de llaves, ¿Se dirigía a su casa, quizás?
Me hice la remolona y me apoyé en una pared mientras la observaba
alejarse caminando muy trabajosamente calle arriba –mi calle. Unos
interminables minutos más tarde –se movía con muuucha parsimonia- la vi desaparecer
dos portales más arriba de mi casa, resolviendo así el primer misterio: Ignatia no es una
homeless, sino una vecina de mi misma calle. ¿Por qué baja entonces a leer a la
luz de una farola? ¿Buscando tranquilidad? Puestos a especular, quizás no tiene luz en casa porque se
la han cortado por falta de pago -ya se sabe, en estos tiempos, la crisis…- y tiene que buscársela en otra parte; podría
ser, por qué no.
El caso es que el sábado pasado, cuando salía de casa a las
seis de la tarde, me vi obligada a descartar esta hipótesis con la más sorprendente de las imágenes: Ignatia leyendo bajo su farola… ¡a plena luz del día! ¡Pero
Ignatia! ¿¿qué me haces, alma de cántaro?? ¿Qué sentido tiene sentarse en un
bolardo a la luz de una farola apagada, máxime teniendo como tienes bancos a
tutiplén apenas unos metros más allá?
Maldije una y mil veces mi suerte cuando me percaté de que no llevaba la cámara
conmigo: ¿Por qué permitía el destino que me cruzara con esa imagen sin poder recogerla como prueba? ¡¡¿¿Por quéee??!! Pero
quiso el cosmos, generoso, darme una segunda oportunidad ayer a la vuelta del curro, que no desaproveché. He aquí las imágenes.