domingo, 19 de diciembre de 2010

No al cierre de webs

Mi vida de televidente ha sido bastante fluctuante; he alternado largos periodos de ver muy poca tele con épocas de rendición a la caja boba, en las que era capaz de estar enganchada  tragando lo que me echaran  durante horas y horas. Si tenía el día perro podía pasarme una tarde entera tirada en el sofá zapeando, sabiendo ya  de sobra que de los seis o siete canales que podía sintonizar, ninguno ofrecía nada que mereciera remotamente la pena. Pero aún así seguía con el mando en la mano apuntando a la tele, viendo cinco, diez minutos de un canal hasta hastiarme por completo, y pasar al siguiente, y morirme de vergüenza ajena, y pasar al siguiente... Estaba como abducida; me sentía “condenada” a conformarme con el programa que menos me asqueara, intentando sacarle el interés o el entretenimiento por donde fuera –misión imposible la mayoría de las veces.

Por si la ínfima calidad de los programas no fuera suficientemente disuasoria, estaba además el tema anuncios; intermedios de quince, veinte minutos, en los que hasta me daba tiempo de darme una ducha  y vestirme–tal  cual. A veces tenía la firme sospecha de que los programas eran solo una excusa para mantenernos enganchados entre tandas de anuncios. Y ya no era sólo la duración de los intermedios, sino el contenido de los spots; la estrategia publicitaria consiste básicamente en poner de manifiesto alguna terrible carencia de nuestras vidas para acto seguido prometernos la solución definitiva a nuestra miseria. Aunque seamos conscientes del engaño ya nos han plantado en la mente la semillita de la insatisfacción.

Y bueno, podría meterme con el tema telediarios, pero creo que con lo que he dicho ya, es más que suficiente.

El caso es que cuando me puse internet en casa hace ya más de un año, dejé de ver la tele; había tantas cosas interesantes entre las que elegir en el ciberespacio que pronto la televisión se convirtió en más que prescindible. Cuando se produjo el apagón analógico el pasado abril, estaba tan a gusto sin ese ruido en mi vida que así me quedé. Si quiero “descerebrarme” un rato, me pongo alguna serie (House, The IT crowd, The big bang theory, Cougar town...), algún documental, o alguna que otra peli de vez en cuando. Los únicos anuncios que veo son los pop-ups que Firefox no consigue bloquear, y los que hay en las páginas que visito –cada vez más, eso he de reconocerlo. Además, yo elijo mis fuentes de información.

Hoy he vuelto a casa después del aperitivo-comida-pacharán dispuesta a lobotomizarme un rato con una serie que empecé a ver ayer y que promete; Cómo conocí a vuestra madre. Al abrir mi habitual proveedor de entretenimiento, Series yonquis, ¡oh sorpresa! la página que se ha abierto ha sido esta. Lo mismo en Cinetube.


Mentiría si dijera que no me he sentido contrariada y que no me he acordado del árbol genealógico de quienes así me negaban mi dosis de evasión, pero ya que no iba a ver mi serie me he metido en el link para informarme extensamente sobre el por qué de mi infortunio.

Tras leer el manifiesto y aprovechando que no tenía nada mejor que hacer con mi tiempo, he decidido escribir este post y -como diría Cari- poner así mi modesto granito de arena en el engranaje de la maquinaria capitalista. Crrriiiichhhh... Que rule.

5 comentarios:

  1. Mi sombrero, Laura. Una entrada ferpecta.

    vivimos en un estado fascista. Digamos fascista-moderno... pero fascista. Con todas las letras. Ya lo sabemos, pero no queremos enterarnos.

    Cuelgo el enlace en mi blog, claro. Buenísima la página.

    Gracias, Laura.

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  2. Muchas gracias a ti, Kum*. No suelo yo irme por esos derroteros por aquí, pero ahí queda.

    ...¡Fascistas! :D

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  3. "Poner mi modesto granito de arena en el engranaje de la maquinaria capitalista." Genial, Cari.

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  4. Gracias, anónimo! Y es que poner y soltar tierrita por ahí sienta muy bien...

    Y gracias Laura, por tu granito!

    ¡Hoy finalmente no han aprobado la susodicha! ¡JA! Aunque volverán a la carga, es una buena noticia, felicidades :D

    Voy a ver si me bajo algo de Las Grecas, que creo que no tengo.

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  5. ¿Por qué las grecas así de repente, Cari, qué te pasa...? Me tienes preocupá.

    :D

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