Es posible que algunos de vosotros os preguntéis a qué se ha debido mi ausencia; hasta he recibido algún mail preguntándome al respecto con lo que me ha parecido un fondo de preocupación. Para mi suerte mi ausencia no se debe en absoluto a una depresión estacional, sino más bien todo lo contrario.
Todo se hizo evidente el lunes de la semana pasada. Era un lunes festivo, día de la constitución, y yo iba a comer a casa de mis padres. Salí de casa para coger el bus, subiendo la calle Ribera de Curtidores. Aunque había Rastro, estos días festivos hay muy pocos puestos y suele estar muy poco concurrido; es como si fuera un mercadillo solo para los del barrio. El caso es que había unos pocos puestos y ni un solo coche aparcado en la calle, y las pocas personas que había, paseaban distraídamente, con total parsimonia.
La calle Ribera está escoltada por hileras de plátanos de paseo a ambos lados. El día anterior había hecho mucho viento, y las aceras y la calle estaban totalmente alfombradas de hojas. Estaba precioso. El asfalto perdía toda su rotundidad cubierto de hojas de otoño; venía un soplo de viento y esa alfombra de colores terrosos cobraba movimiento; las hojas levantaban un vuelo breve y tras hacer unas piruetas en el aire se volvían a posar sobre el asfalto, hasta que otra ráfaga de viento volvía a invitarlas a volar. La calle parecía más ligera, más romántica, y mucho, mucho más bonita...
Subía andando despacio, con una sensación plácida en el pecho, fijándome en las hojas; en cada hoja. ¿Os habéis fijado alguna vez en los colores que se ponen? Esos tonos de verdes, marrones, rojizos, ocres, amarillos... A veces una sola hoja de otoño de plátano de paseo es una auténtica obra de arte, un prodigio de la naturaleza. Un humilde prodigio.
Una vez en el bus el espectáculo continuaba: todo Madrid estaba cubierto de hojas, y tenía un aspecto maravilloso, tan cambiado y tan especial como cuando cae una buena nevada. No solo yo era consciente de cómo estaba, detrás de mi oí a una señora comentar con su compañera de asiento: “Cómo está todo lleno de hojas...” Claro, que no todos vemos las cosas de la misma manera; la otra contestó con tono quejumbroso: “Sí, qué peligrosas son, ¿eh? Es que a la mínima te resbalas...” Supongo que, como decía el poeta, todo es según el color del cristal con que se mira.
Yo desde aquel día soy consciente de que estoy enamorada del otoño. No podría encontrar otra forma de explicarlo; salgo a la calle, veo las hojas en el suelo y me sube una alegría por el pecho y se me pone una sonrisa bobalicona en la cara que ya no se va. Algunas hojas son tan preciosas que no puedo evitar agacharme para cogerlas y llevármelas conmigo para seguir admirándolas en casa. Incluso cuando voy en bici a trabajar, subiendo el boulevard del Paseo del Prado, me paro y cojo alguna hoja que sería casi imperdonable dejar ahí abandonada.
Luego llego a casa y las pongo debajo del cristal de la mesa del salón donde puedo verlas casi como si estuvieran expuestas en una vitrina, o las cuelgo del techo, para que floten ingrávidas por encima de mi escritorio. Cuando se secan y se vuelven marrones del todo, las sustituyo por otras policromas, recién caídas.
Luego llego a casa y las pongo debajo del cristal de la mesa del salón donde puedo verlas casi como si estuvieran expuestas en una vitrina, o las cuelgo del techo, para que floten ingrávidas por encima de mi escritorio. Cuando se secan y se vuelven marrones del todo, las sustituyo por otras policromas, recién caídas.
Me hubiera gustado ilustrar este post con fotos de algunas de mis hojas favoritas, pero me acaban de robar la cámara. Como estoy rebosante de los opiáceos del enamoramiento, apenas me ha hecho mella.
Hola. Ando de nuevo por aqui, visitando a todos los que me habia dejado olvidados tanto tiempo.
ResponderEliminarQue te puedo decir yo del otoño... es una epoca del año maravillosa, y como bien dices tu, en Madrid es una maravilla lo bonita que luce.
Un saludete
si la verdad es que mola mucho el otoño, para Trasgo es su primer otoño y deberías ver como juega con los montones de hojas agitandolas y saltando a cogerlas con la boca.. todo un espectaculo... Otoño rules! jajaja
ResponderEliminarBueno Chache, cuánto tiempo... y enhorabuena por la criatura en ciernes ;)
ResponderEliminar@ Danny: Qué guaaayy... Oye, Trasgo conoce la nieve ya, ¿no? Me suena que dijiste algo por aquí al respecto. A ver si nos hacemos una salidita al campo con perro, que quiero ver a mi can-sobrino disfrutando como un enano! :D
Cuando hablas desde el corazón (en lugar de hablar desde la vesícula biliar...), eres una ángel. Es un placer leerte, y dejarse envolver por las imágenes que transmites.
ResponderEliminarEres adorable.
Un beso con todo y Combi. Ya te conté, no?
molan las endorfinas del enamoramiento!
ResponderEliminarJoder, estaba leyendo el post y me estaba dando miedo. Tanto hablar de las hojas... del otoño... de lo resbaladizo del suelo en esta época, que pensaba que no escribias desde hace un mes porque habias tenido algún percance.
ResponderEliminarUfff... menos mal que no...
Hey Kum*, ¿cómo va? A ver si me pongo un ratito a escribirte, ahora que ya se me ha pasado la sequía un poco... :) ¡Y recuerdos a la Combi!
ResponderEliminarDavidiego, molan las endorfinas, pero quizás molarían más si tuvieran un objeto humano, ¿no? :D
Carlos, quizás lo que te ha pasado es que no te sabes que a veces me da por escribir en este plan "bonito" y no te podías creer que no viniera la parte chusca! :D