jueves, 13 de marzo de 2008

El burka occidental

Sharbat Gula fue fotografiada por Steve McCurry en junio de 1984, en un campamento de refugiados de Pakistán durante la guerra contra la invasión soviética. Tenía 12 años. Casi veinte años más tarde, en enero de 2002, encontró a aquella niña convertida en una mujer de 30 años y volvió a fotografiarla.

Tengo 37. Desde los 31 empecé a estar realmente asustada; el miedo fue aumentando a medida iba cumpliendo años; supongo que me estaba sintiendo expulsada de esa edad tan idolatrada e idealizada que es la juventud.

Nuestra cultura asocia la edad con el deterioro físico, y la imperfección física es inadmisible; un síntoma de indolencia, de dejadez. Parece que tenemos la imposición moral de ponerle remedio con horas de gimnasio, cremas anticelulíticas, cremas anti-edad, botox… y para casos críticos, tirar de bisturí. ¿Cómo nos podemos dejar engañar así? Si al menos fueran más felices los más atractivos... pero no. Para quien basa su auto-estima en su apariencia física ser muy atractivo/a puede significar una esclavitud; la gente sin defectos no existe, y perseguirlo es una lucha sin fin.

Si vivimos en un pueblecito pequeño, “El manco” es el manco y ya no le miramos el muñón, la maestra es lo suyo, y la tendera lo que le corresponde. Y la hija del Eulalio es el bellezón del pueblo. Y como les conocemos, les tratamos a cada uno como se merecen. La tendera se esforzará en realzar sus ojos verdes con rimel, y la maestra que tiene unas piernas muy bonitas se pondrá minifalda... pero ni se planteará ponerse lentillas verdes, u operarse las tetas para tener tanto como la hija del Eulalio. Cada mujer tiene un “punto fuerte” que intenta realzar, y hasta ahí todo bien. Lo enfermizo viene si te empeñas en tener tu punto fuerte y el de cada una de las demás mujeres del pueblo. Más si ese pueblo es Madrid.

Cari me habló el otro día de una mujer musulmana que decía que el burka de la mujer occidental es la presión social de mantenernos eternamente jóvenes y bellas. Llevamos tanto tiempo esclavizadas por esa idea, que apenas somos conscientes.

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