miércoles, 20 de febrero de 2008

Perros de Casino

Este sábado pasado aproveché la sorpresa de un cielo sin nubes para ganar terreno al invierno, habitando de nuevo el parque del Casino de la Reina. Como en una continuación de los últimos días soleados del otoño, Heather y yo fuimos a sentarnos en unas gradas que hay, donde por la mañana da el sol de frente. Al lado de estas gradas, en los bancos de siempre, estaban los dueños de los perros del parque reunidos con sus canes.

Los dueños no sé cómo se llaman, pero a fuerza de oírles llamar a sus perros, me he aprendido los nombres de muchos; están Toya y Dana; una pit bull y una perra de caza a quienes intriga mucho mi hurona cuando la saco a que le de un poco el sol, Gordo; un Hush puppy de patas muy cortas un poco sumiso y no muy ágil, cuya presencia es imposible ignorar, Sara; un cruce de galgo y quién sabe qué más, muy bonita, que siempre tiene una procesión de tres o cuatro perros detrás que la siguen como si fueran su estela… a determinadas horas se pueden juntar hasta unos quince o veinte perros, todos distintos, que interactúan entre ellos, que se huelen, que se eligen para compartir juegos.

El año pasado esbocé un proyecto de trabajo de campo tipo “Urban Nacional Geografic” del parque del Casino. La idea era aprenderme primero los nombres de los perros, y luego estudiar las personalidades de cada uno, a qué les gusta jugar, las interacciones entre ellos, saber a qué humano correspondía cada uno, ver cómo les trataban sus “mejores amigos”, analizar la relación entre el tipo de persona y el tipo de perro... Que bueno, tampoco es que vaya a ir al parque ex profeso, pero siempre me gusta dedicar un rato a observar a los perros de todas formas, ¡se lo pasan tan bien!

Es muy curioso, por ejemplo, ver cómo los perros grandes del parque por lo general no son amigos de los pequeños –con la excepción de un bulldog francés que se ha hecho su lugar entre “los grandes”. No sé si este “clasismo” se debe a los dueños, que se juntan entre ellos para vacilar de perros, y los de “perros llavero” no tienen nada que hacer, o si los perros se juntan por afinidad de carácter, que muchas veces tiene relación con el tamaño; esa sería una de las cosas que tendría que averiguar. Otra de mis muchas intrigas es hasta qué punto podrían condicionar las relaciones entre los perros las relaciones entre sus dueños. Por ejemplo, si un perro es apabullántemente dominante –que no agresivo- respecto a otro, ¿acabará reflejándose esto en la relación entre sus respectivos dueños?

Os iré informando sobre mis avances…

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