lunes, 19 de mayo de 2008

¡Estás en mi lado!

Este mediodía volvía a casa en metro. Iba sentada, leyendo uno de estos periódicos gratuitos, y a mi derecha tenía a una tía como de mi edad pero en versión secretaria/maruja precoz, haciendo lo mismo. Y me estaba rayando, porque la tía iba todo el camino tapando mi periódico con el suyo. Le miré un rato para ver si se daba por aludida y se cortaba un pelo, pero nada; “¿Y esta de qué va?”

Para asegurarme de que yo tenía razón, miré la línea imaginaria que marcaba la división entre nuestros asientos; como en el colegio cuando tu compañero de pupitre era demasiado “expansivo” y ocupaba constantemente tu espacio con sus cosas o con el codo, y le decías “¡Estás en mi lado!” marcando el límite con el brazo. Y si el otro persistía, acababas trazando una línea a lápiz con la regla, para señalar la frontera exacta entre tu territorio y el suyo. Yo no podía trazar una línea, pero ahí estaba, y confirmé que efectivamente Maruja Precoz se estaba “pasando de la raya” por un palmo o así; eso sólo podía significar una cosa: la guerra. Así que empecé a reclamar mi espacio poniendo mi periódico sobre el suyo. En plan despistado, como si no me diera cuenta.

Fuimos así como cuatro o cinco paradas; ella intentando expandir su espacio y yo contrarrestando. En realidad yo ya había acabado de leer las pocas páginas que tenía mi 20 minutos, pero no iba a dejarla ganar, así que volví a los artículos que en la primera vuelta había decidido no leer, para poder seguir el pulso. Hasta que por fin la tipa saltó:

-Bueno, pues esperaré a que acabes tú para poder leer yo.
-Ehm… ¿Perdona?
-Pues que estás tapándome el periódico con el tuyo todo el rato.
-Qué curioso, porque yo estaba pensando lo mismo.
-Pero yo tengo el periódico así, y tú lo tienes abierto, encima del mío. Así que nada, sigue leyendo y cuando acabes sigo yo.
-Ah, pues muchas gracias.

Y seguí fingiendo leer un par de paradas más hasta llegar a Puerta de Toledo.

Yo lo reconozco; en el metro me vuelvo muy defensiva con mi espacio personal - aunque probablemente sea el lugar menos indicado- pero es que cuando “gano” una de estas batallas… La satisfacción de la victoria es una recompensa a la que me cuesta demasiado renunciar.

4 comentarios:

  1. Comentario 1: intelectual y philosofico

    Cuando leo algo así se me ocurre pensar en las cosas que son importantes y las que no lo son.

    Yo diría que ESO no lo es.

    ResponderEliminar
  2. Comentario 2: la anécdota real

    En el autobús, yo agarrado a una barra baja, de esas horizontales que había delante de los asientos de atrás.

    Una chica de (muy) buen ver se sienta en la barra justo encima de mi mano mientras charla distraidamente con su amiga. Aun recuerdo los pantalones blancos ceñidos que llevaba.

    Culo en mano. Aunque no recuerdo si hacía calor, yo sudo. Será una broma. Es imposible que no se de cuenta. Rápido que se me ocurra algo gracioso. Vamoooos.

    (...)

    Pues nada. Pasados unos -al menos para mi- in tensos momentos quité la mano.

    Vale.

    ResponderEliminar
  3. Respuesta 1

    Pensé que quedaría manifiesta mi conciencia de la futilidad del asunto con la comparación con los pupitres del cole, pero es que siempre hay alguien con ganas de tocar los huevos ;)

    ResponderEliminar
  4. Respuesta 2

    Si Maruja Precoz hubiera sido Maromo Potente, en vez de echarle un pulso, le hubiera… me hubiera puesto a leer su periódico y me hubiera olvidado de mi espacio personal.

    ResponderEliminar