viernes, 23 de mayo de 2008

Esto va a ser que...

Como sabéis me hallo sin internet, de modo que me veo obligada a frecuentar locutorios, bares con Wifi, o la “sala multimedia” del curro; un cuartucho sin ventanas, con cuatro ordenadores, y la indudable ventaja de ser gratis. Ayer llegué a la academia media hora antes de mi primera clase para tener tiempo de mirar mi correo; me puse delante de uno de los ordenadores y abrí mi Hotmail: 230 mensajes nuevos… “¿¡¡QUÉEE?!! ¡No puede ser!” Cuando abrí mi bandeja de entrada no reconocí a ninguno de los remitentes, y al leer los “asuntos” vi varios alusivos a un programita…

Hagamos flashback; el finde pasado recibí un escueto correo de Manu, con quien hace bastante que no tengo contacto, en el que supuestamente me invitaba a probar un programa para ver quién te tenía bloqueado en el Messenger. Un par de días después descubrí que si usas el maldito programa (en adelante MP), se reenvía a todos tus contactos. Así me había llegado a mí, y así, yo a mi vez, lo había transmitido a los míos, como un constipado primaveral. O un virus.

Los asuntos de la mayoría de los mails tenían sin embargo un asunto completamente trivial: “Mi cumple”, “Concierto el viernes”, “Saludos”, el muy socorrido “Hola”… “No lo pillo.” Abrí alguno y parecía como si estuvieran dirigidos a otra persona, y empecé a cavilar; “Esto va a ser que... esta gente ha enviado estos mails, y de alguna forma el MP los ha enviado a sus contactos, y desde estos a otros que también han usado el susodicho MP... Al tiempo iba pensando en qué correos había podido mandar yo, que indudablemente habrían recibido completos extraños.

230 mensajes. ¿Y qué hago yo con esto? Me puse a eliminarlos –seleccionándolos uno a uno porque no conseguí averiguar cómo seleccionarlos todos en bloque- y cuando “solo” me quedaban ciento y pico, miro las fechas, y veo que eran de hace ya varios meses. “No entiendo. Bueno, ¿y los míos dónde están?” Bajo en la pantalla, y que ahí no estaban. “No puede ser, ¡hijos de puta!” Casualmente mi mirada se posó en la esquina superior derecha, donde te saluda Hotmail, y ponía: “Hola, Rodrigo” “¿Cómo? ¡Yo no soy Rodrigo! ¡Soy Laura, maldita sea!... Un momentito… o sea…” -reestructuración cerebral…- “Vale; esto va a ser que… cuando he abierto Hotmail, el usuario anterior, probablemente otro profe de la academia, ha dejado registrada su dirección y contraseña y yo he abierto su correo… y le he borrado ciento y pico mensajes… Yo me voy de aquí…”

Ahora sólo me queda averiguar quién es Rodrigo para sentirme culpable -en silencio-cada vez que le vea. En realidad también me gustaría averiguar por qué Rodrigo guarda –guardaba- 230 mails sin abrir, pero casi que me voy a quedar con la intriga.

1 comentario:

  1. Ahhh¡¡¡¡¡fuistes tu, soy Rodrigo,
    No hombre,,, es broma.
    Me gusta la sencillez que tienes de explicar las cosas, sin rodeos
    y explicito. Me ha gustado encontrarte.
    Un bonito finde.

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