Hoy he cogido la “cartera del cole” para prepararme para la vuelta al curro. He sacado la carpeta con las fotocopias de antes de las vacaciones… y claro, eran navideñas; la letra de un villancico, un artículo sobre cómo celebran la navidad en Inglaterra… “Huy, esto lo dejo aquí, no me lo voy a llevar a la academia… qué “inapropiado””. Es una sensación rara, porque de repente todo lo navideño está tremendamente demodé.
No sé si me entendéis; Si, un suponer, vierais hoy un tío en el autobús con el típico gorrito rojo con borla blanca… ¿Qué pensaríais? Le mirarías con leve desprecio “¿No te enteras de que eso ya no, chavalote?” Igual que se mira a la maru que una semana después de acabadas las fiestas va en el metro con una bolsa de plástico con motivos navideños; “¿Es que no tienes otra? ¡Guárdala para el año que viene si es que la quieres aprovechar!”
Con el belén y el árbol pasa algo parecido; si tres días después de la llegada de los Reyes no has desmontado todo el tinglado eres un “dejado” como poco. Tres días; parece como si quisiéramos deshacernos de un cadáver antes de que empezara a oler. Por cierto; qué triste y descorazonador espectáculo el de tantos abetos, primero maltratados y robados de su dignidad vestidos con trajes de bufón y luego abandonados en la calle, desnudos de adornos y púas... ellos nunca lo harían.
En la televisión ocurre un raro fenómeno; se acaban los anuncios de perfumes y juguetes y empiezan los de parches de nicotina, de clínicas de adelgazamiento, de fascículos de lo más variopinto… Por cierto, me gustaría tener fe en el género humano y pensar que muchas de estas colecciones venden sólo los tres o cuatro primeros números... ¿¡Pero a quién?! ¿Quién coño compra “Zapatos y bolsos en miniatura” o “huevos Faberge”? ¿Y qué hace con ellos? ¿Los pone en una vitrina? Bueno, siendo sólo tres o cuatro... se los irá regalando a las vecinas a la primera ocasión que se le presente; “Toma cariño, un detallito por regarme las plantas”. “Eeee... muchas gracias... supongo”. Y a la pobre le queda el marrón de tener que ponerlo en la estantería cada vez que llama la vecina a la puerta. Luego están los fascículos que vienen con piezas para montar algo, como la que vi ayer: “Harley Davidson Fatboy”. Supongo que ni siquiera existirán más números a partir del... quince como mucho. Y los más perseverantes se joden con la moto a medio construir cuando cancelan la edición por falta de demanda. Demanda la que les metería yo si me hicieran esa putada a mí; menuda soy. Pero bueno… me estoy dejando llevar.
Lo cierto es que es demasiado fácil quejarse de las navidades, de la post-navidad... argumentos no faltan. Pero al menos todos estos ciclos nos dan un entretenimiento de fondo, un decorado diferente para distintas fases del año, y así nos distraemos un poquito de la monotonía cotidiana.
No sé si me entendéis; Si, un suponer, vierais hoy un tío en el autobús con el típico gorrito rojo con borla blanca… ¿Qué pensaríais? Le mirarías con leve desprecio “¿No te enteras de que eso ya no, chavalote?” Igual que se mira a la maru que una semana después de acabadas las fiestas va en el metro con una bolsa de plástico con motivos navideños; “¿Es que no tienes otra? ¡Guárdala para el año que viene si es que la quieres aprovechar!”
Con el belén y el árbol pasa algo parecido; si tres días después de la llegada de los Reyes no has desmontado todo el tinglado eres un “dejado” como poco. Tres días; parece como si quisiéramos deshacernos de un cadáver antes de que empezara a oler. Por cierto; qué triste y descorazonador espectáculo el de tantos abetos, primero maltratados y robados de su dignidad vestidos con trajes de bufón y luego abandonados en la calle, desnudos de adornos y púas... ellos nunca lo harían.
En la televisión ocurre un raro fenómeno; se acaban los anuncios de perfumes y juguetes y empiezan los de parches de nicotina, de clínicas de adelgazamiento, de fascículos de lo más variopinto… Por cierto, me gustaría tener fe en el género humano y pensar que muchas de estas colecciones venden sólo los tres o cuatro primeros números... ¿¡Pero a quién?! ¿Quién coño compra “Zapatos y bolsos en miniatura” o “huevos Faberge”? ¿Y qué hace con ellos? ¿Los pone en una vitrina? Bueno, siendo sólo tres o cuatro... se los irá regalando a las vecinas a la primera ocasión que se le presente; “Toma cariño, un detallito por regarme las plantas”. “Eeee... muchas gracias... supongo”. Y a la pobre le queda el marrón de tener que ponerlo en la estantería cada vez que llama la vecina a la puerta. Luego están los fascículos que vienen con piezas para montar algo, como la que vi ayer: “Harley Davidson Fatboy”. Supongo que ni siquiera existirán más números a partir del... quince como mucho. Y los más perseverantes se joden con la moto a medio construir cuando cancelan la edición por falta de demanda. Demanda la que les metería yo si me hicieran esa putada a mí; menuda soy. Pero bueno… me estoy dejando llevar.
Lo cierto es que es demasiado fácil quejarse de las navidades, de la post-navidad... argumentos no faltan. Pero al menos todos estos ciclos nos dan un entretenimiento de fondo, un decorado diferente para distintas fases del año, y así nos distraemos un poquito de la monotonía cotidiana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario