
Las lauther cartas suelen, en efecto, recibirlas tíos, aunque también una amiga puede recibir una lauther carta en un momento delicado.
La función de la lauther carta es doble; por un lado te permite tener tiempo para pensar lo que vas a decir de la forma más efectiva posible, con las palabras justas y el tono medidito, y por otro, te permite soltar todo del tirón y sin interrupciones, negaciones o preguntas. ¡Y lo a gusto que te quedas!
La última lauther carta que envié se la enseñé a Quique para que me diera su punto de vista de tío. Por respuesta recibí una pregunta hecha con tono tremendista: “Pero… ¡¿la has mandado ya?!”
La forma que toma una lauther carta ha evolucionado, y aunque otrora solía ser un folio escrito a mano con su sobre, su sello, y su remite, ahora son mails. Lo malo de esto es que ya no te da tanto tiempo para pensar si mandarla una vez escrita; mandarla está a una tecla de ti. Antes entre que comprabas el sobre y el sello y buscabas el buzón para echarla, con un poco de suerte podías recobrar la sensatez.
Esta mañana he escrito una lauther carta. Me he propuesto no mandarla hasta el lunes, y seguramente el lunes la mande, demostrando así una vez más que no he aprendido de mis errores –o que he acabado cogiéndoles cariño
PD: (29/1) Al final no he mandado la carta. Debo de estar aprendiendo, después de todo.