miércoles, 11 de mayo de 2011

Cosas materiales.

Siendo profe de inglés trato con muchas personas a quienes en mi círculo habitual jamás hubiera llegado a conocer; bien por la edad (niños o personas bastante más mayores que yo) o por su “círculo social”. Y les llego a conocer mucho más de lo que cabría pensar; en clase acabamos hablando de todos los temas imaginables; de lo que a cada uno le gusta, de lo que opina del mundo, de lo que hace los fines de semana...

A veces me llevo grandes sorpresas con las personas que conozco, como cuando di clase a un pez gordo de BMW; aquel hombre no mediría más de un metro cincuenta y cinco, tenía una voz que parecía que estaba perpetuamente afónico, votante del PP... y un tipo encantador; inteligente, con un sentido del humor genial, sensible... era un auténtico placer darle clase. Aún no logro explicarme lo de que votara al PP; prejuicios que tiene una.

O Maite, una alumna de cincuenta y pico cuyo nacimiento conté aquí; escucharla era deleitarse con su sencilla sabiduría. O un grupo maravilloso que tuve, de seis chicas adolescentes en sus catorce, quince años, a cual más maja: todas listas, graciosas/puñeteras y muy, muy buena gente. Era muy interesante compartir sus historias y recordar cómo era tener esa edad.

No siempre tengo experiencias positivas –aunque afortunadamente son las más. Recuerdo hace un par de años un alumno, torpe como él solo para la gramática y a quien no fui capaz de hacer pronunciar de una manera medianamente inteligible. Pues este individuo se deleitaba viniendo a clase con alguna palabreja extraña que había sacado de algún periódico o libro, y me la intentaba colar con calzador a la mínima ocasión. Si yo no conocía la palabra –como sucedió en algunas ocasiones- se le encendía la cara de gozo; no me extrañaría que al llegar a casa usara el recuerdo de su “triunfo” como inspiración en sus pervertidas prácticas onanísticas.

Tratar con tanta gente me ofrece una visión del amplio abanico de fauna humana que hay por ahí; y hay especímenes bastante peculiares –cuando menos. Este año tengo a Marcel, un alumno de mi edad o quizás unos años más joven, majete, pero con una personalidad algo “infantil”, y cuyo fantástico plan tooodos toditos los sábados es ir con su novia a un centro comercial a comprarse algo para sí mismo. Aunque no necesite nada. Va a mirar, a ver qué se puede comprar, y siempre cae algo. Todos los sábados del año -enriquecedor hobby. ¿¿No se aburrirá de hacer lo mismo todos los fines de semana?? ¿No se hartará de comprarse cosas? Tengo que preguntarle si de vez en cuando hace limpieza para deshacerse de corotos, porque si no, dios mío cómo tendrá la casa.

Aparte de ir de compras –o como un ejemplo más, supongo- a Marcel le flipan los relojes. Tiene cinco, imagino que carísimos, guardados en una caja especial para relojes. Cuando cierto día hablamos de el tipo de libros que nos gustaba leer, él dijo: “Bueno, yo no leo libros, pero leo revistas. De relojes” Aha... fascinante. Yo es que el tema de los relojes no lo acabo de pillar, lo reconozco.

El caso es que el otro día no me pude resistir, y para picarle un poquillo –y porque en clase de inglés cualquier excusa es buena para hacer hablar a los alumnos- le dije: “Oye, imagínate que te pudieras tomar una pastilla que te quitara tu afición por los relojes; ¿te la tomarías? ¡Porque imagínate la de dinero de que te ibas a ahorrar! Y podrías disponer de toda esa pasta para viajar, por ejemplo ¿no?” “Ya –me contestó muy seguro- pero es que a mí me gustan las cosas materiales.”

No sé si se me notaría en la cara lo que yo opinaba al respecto; intenté no mover el gesto ni un ápice y seguir mirándole como si nada, invitándole a continuar hablando. Y continuó:Porque te vas de viaje y luego vuelves y ya no tienes nada. Sin embargo yo tengo mis relojes en mi caja, y cuando quiero la abro y los miro, y ahí están siempre.” Aha...

 Me le imagino cada noche: “Las doce y diez, las doce y diez, las doce y diez, las doce y diez y las doce y diez. Vale, todo en orden.” Besito, besito, besito, besito, besito, cerrar la cajita y a dormir. A soñar con los relojitos. Tic, tac, tic, tac...

8 comentarios:

  1. jajaja, ¡a soñar con relojitos!, la vida de este hombre no se puede definir como trepidante, pero lo del centro comercial los sábados, para mi que ha aprendido a decirlo en inglés, y ya tiene plan para toooodas las veces que le preguntes.

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  2. Jajaja, ¿pero que clase de personaje es este?

    No me había parado a pensar, pero a lo mejor Bro tiene razón, ¿le has preguntado si sabe decir "ir al cine" o "sabado, sabadete, camisa nueva y casquete"?. Porque camisas nuevas tiene que tener.

    Un beso, niña.

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  3. Joooder!!!....

    buenísima entrada, Laurita. Ciertamente hay de todo en este planeta. Uno acaba preguntándose... ¿Habrá vida inteligente en la Tierra?

    "...a la vuelta no tienes nada. Yo tengo mis relojes en una cajita"....

    Da miedo.

    Besos sin cosas.

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  4. Que no Bro, que no. Que el tipo sabe perfectamente cómo decir "me voy al campo" o "me voy de bares con mis amigos".

    Ardilla, muy bueno tu comentario: "Porque camisas nuevas tiene que tener..." :D

    Ya Kum*, y encima relojes, para medir el tiempo, cuando todos sabemos que siempre es "ahora", ¿no? ;)
    Un besito gerbero (¡las tengo preciosas!)

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  5. Yo tambien tenia hobbies y manias. Luego tuve hijos y todo se fue a tomar por culo.

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  6. Eeres Paaco-peepe. Yaa no tieenes mooto. Tus coomics estaan encaajas.¡Pero tienes unos hijos más guapos que un San luis, por diosss!:D ¡Anda y dales un beso de mi parte!

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  7. Jo Laura, cuanto tiempo hija!!
    Madre mia... el de los relojes me ha dejado picueto...

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  8. JAJJAAAJAJAA!!! ¿¿PICUETO?? ¿¿Eso qué é lo que é?? Como "flipado" supongo, ¿no? La primera vez... :D

    Pues sí, ha sido una larga ausencia. Quiero volver pero no me siento ahí cien por cien... a ver si va saliendo y me voy reincorporando al mundo bloguero.

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