Estaba el viernes pasado plácidamente leyendo cuando sonó el teléfono; era Jorge, mi vecino, el que vive a ocho escalones de mi casa. La conversación fue como siempre; él me pasó su cuestionario, y yo intenté seguirle el rollo y hacer como que sus llamadas me parecen algo natural, y como que somos colegas: “Qué tal todo, qué tal los papis, cómo va el trabajo -me preguntó, como siempre. Luego pasó a las preguntas improvisadas: ¿Y los caramelos?” (se refería a aquella bolsa de caramelos para mi tos que me dio hace ya la intemerata de tiempo, y que sabía yo que iba a traer cola).
- ¡Huy Jorge, los caramelos! ¡¿dónde estarán ya?! Jajaja.
- Bueno, que me debes un café -me dijo, como tantas otras veces.
- Sí, –le contesté despreocupada- un día de estos...
-¡¡¡JAJAJAJAAAA...!!! -soltó una tremenda risotada, que me desconcertó sobremanera y me hizo preguntarme: "¿¿¡wtf!??" Luego continuó a lo suyo: Pues cuando estaba subiendo las escaleras he oído a... ¿cómo se llama la del primero?
-Laura.
-Ah, pues he oído a Laura que estaba llorando...
-Esto... –¿qué coño comento yo a eso, Jorge? Que eso se lo guarda uno para uno, que no nos conocemos tanto...- Vaya, pues esperemos que no sea nada serio... (yo que sé...)
-Ya... ¿Has visto los nuevos vecinos?
(Breve inciso: el piso de arriba del mío, en el que vivió la p*** alemana y el presunto traficante húngaro, ha cambiado de dueño, y durante este último mes mi despertador ha sido el persistente y muy irritante golpeteo de los obreros desde horas harto tempranas para mi buen descanso -incluyendo sábados, domingos y fiestas de guardar.)
-¿Los de las obras? No, aún no he tenido el (dudoso) placer...
-Pues están haciendo la mudanza, ¿no les oyes por las escaleras?
-Ah, sí, ¿son ellos entonces?
Fue en definitiva una conversación bastante similar a los cienes de conversaciones que hemos tenido en estos muchos años; todas ellas con sus pequeños toques desconcertantes a la par que pseudo-entrañables.
Unos minutos más tarde, cuando salía yo por la puerta para ir a currar, seguía oyéndose el trasiego de la mudanza en las escaleras. Estaba echando la llave cuando oí a mis espaldas una voz masculina: “Hola...” Me giré, y lo que me encontré fue... tremendísima aparición.
venga, segunda parte, ya!
ResponderEliminarpd: yo no soy el nuevo vecino, será el conejo?
Bienvenida!!
ResponderEliminarEn algun momento llegue a pensar que habias sido abducida precisamente por tu vecino...
No nos llevara tres semanas saber si tu nuevo vecino es tu jefe, tu companero de pupitre o tu ex-novio del instituto, no?