El nuevo vecino ya tiene nacionalidad –y su subsiguiente mote. Miré su nombre en el buzón –un nombre extrañísimo, con muchas consonantes- lo busqué en San Google, y resultó ser un nombre húngaro. Así que, aquí empiezan mis especulaciones sobre El Húngaro.
Ya me ha sucedido unas pocas veces que al entrar al portal había un leve pero inconfundible olor a marihuana –y si no es olor a marihuana, se le parece un montón. El caso es que me puse a repasar vecinos y se me ocurrió como la opción más plausible que viniera de la casa del Húngaro. Lo cierto es que vive en el cuarto piso, pero el olor de marihuana es fuerte y el portal pequeño, y cabría dentro de las posibilidades de lo real que llegara desde allí. Aunque son meras conjeturas, yo empecé a imaginar cosas divertidas -¡y eso sólo con el olor!
El otro día estaba en la cocina con la ventana abierta y le oí hablando por teléfono –por el patio se oye todo- y como no podía ser de otra manera, puse la antena para ver si sacaba alguna información reveladora. Hablaba muy escuetamente, de hacer una entrega –no con ese término, lo reconozco- de dónde encontrarse… por el tono de la conversación todo parecía indicar que estaban “talking business”, y montarme la película era demasiado tentador como para echar mano de la sensatez y la razón; a fin de cuentas también hubo en el bloque una “casa de citas” hace varios años, y por testarudez no quise creérmelo hasta que la evidencia se impuso.
El viernes pasado me acababa de echar la siesta cuando sonó el telefonillo de manera impertinente: “riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin” A esas horas y con esa forma de llamar no me cuadraba que fuera un cartero comercial, que optan más por una llamada mínima, como para ahorrar energías, así que pensé que tal vez era una visita sorpresa de algún conocido. Pero cuando fui a contestar, oí la puerta del portal cerrarse; algún otro vecino ya había abierto. Me asomé a la ventana por curiosidad, para ver si veía el carrito ese que suelen llevar los carteros comerciales para transportar cómodamente los fajos de publicidad, pero en vez de eso vi dos motos de la Policía Nacional aparcadas en la acera de enfrente -sin bicho encima. Rauda me asomé a la mirilla y al cabo de unos segundos vi a los dos policías subiendo las escaleras.
La puerta de Jorge -el vecino que me llama para pasarme revista mensualmente- estaba entreabierta, y cuando los nacionales llegaron a su piso él se asomó al quicio de la puerta. Mantuvieron un breve intercambio de palabras en el que adiviné que le preguntaban en qué piso vivía la persona a quienes buscaban: “Será el del cuarto X”, les dijo Jorge. La casa del Húngaro; lo sabía. Los policías siguieron subiendo las escaleras, y desde el salón les oí llamar al timbre con la misma insistencia con que habían llamado al telefonillo; "ding-dong, ding-dong, ding-dong, ding-dong..." Al no obtener respuesta aporrearon la puerta. Y luego otra vez el timbre. Y otra vez aporrearon. Pero obviamente allí no abrió nadie. He de reconocer que me sentí un poco defraudada de que no recurrieran al clásico: "¡Policía, abra la puerta!", y más defraudada aún de que se dieran por vencidos y se fueran por donde habían venido sin ofrecerme más pistas sobre la razón de su “visita”.
Comentándolo con Pacopepe el sábado, me dijo que quizás venían a entregarle una multa o algo así, pero ¿no son los carteros los que suelen traer las cartas certificadas de todo tipo? Y si lo trajera la policía, ¿no serían los municipales en vez de los nacionales? Todo son preguntas, todo son incógnitas y especulaciones, pero esto se pone interesante.
Ayer por la mañana saqué a la barandilla la toalla que se le había caído en mi tendedero y aún no la ha recogido. ¿Se habrá dado a la fuga...?
...Probablemente también él sea policia y sus compañeros venían a darle algún recado o a tratar algún asunto.
ResponderEliminarO tal vez el pobre ha puesto una denuncia sobre una vecina chismosa y acosadora que no le quita ojo, nariz ni oreja, que hocica en su buzón, olisquea sus sopas húngaras de yerbas frescas, comadrea sus conversaciones telefónicas y que le tiene en un sinvivir con el trajín de las toallas...
Joder,... no conocía yo esa faceta tuya tan... portera. Juas, juas...
Pd: Sí, :) soy yo*...
tal vez en su antiguo domicilio ha dejado una pila de toallas y calcetines sin recoger y la pobre mujer del segundo ya no sabe dónde guardarlas.
ResponderEliminarAnda *, qué bonito icono... como ya eres bloguero... ¡Anda, y tienes nombre nuevo!...¡Desde aquí recomiendo a todo el mundo leer sus Crónicas, que son muy, muy bonitas!
ResponderEliminarQue el Húngaro sea de la secreta ya lo había yo contemplado, no te creas... pero no era tan interesante como pensar mal... jejeje.
Respecto a mi faceta de portera, ten en cuenta que el vecino lleva ya un año en casa y aún no sabía ni su nombre, y todo lo que cuento -excepto eso- ha acudido a mi encuentro, por así decirlo.
Davidiego, no me extrañaría, porque su toalla sigue aún en la escalera, y van dos días.
ResponderEliminar¿No será ese delincuente húngaro que salió hace tiempo en las noticias, que se va mudando de piso y matando a todos sus vecinos, para después quemar todo el edificio?
ResponderEliminarSí, el que quema el edificio con kilos de maría dentro de su casa y todos los vecinos del barrio se acercan a inhalar los vapores que emanan de la gran hoguera y a pasárselo de puta madre! Lástima que si me mata no podré disfrutarlos yo también...
ResponderEliminarGracias, mi querida mentora por tus lindas palabras.
ResponderEliminarSí, ya no pude resistirme más... Aquí estoy con todo y nombre. Eres tú la cumpable de este juego irreal, ya lo sabes...
Extraño caso
ResponderEliminarY mira que el olor de los chismines lo tienes tu controlao eh?
Probablemente yazca sin vida en el salón de su casa tras un ajuste de cuentas, en cuanto deje de oler a maria empezará a oler a difunto, mantente alerta.
Kun*, mentora y pupila... pero culpable nunca. Aún así me alegro infinitamente de que te hayas decidido a compartir tus escritos en la blogosfera... a ver si el mundo está preparado para ellos.
ResponderEliminarVicent... ¡mató un perro y le llamaron mataperros!; que hasta mi madre a estas alturas tiene ya controlado el olor a maría! :D
Y mira, la de que haya sido defenestrado ni la contemplaba yo... imagínate; el y su Jack Russel yaciendo en el suelo de su piso! Porque el hecho es que la toalla ahí sigue! Pensé en ponerla en su piso pero he pensado que ahí en frente de mi puerta me sirve de testigo... jejeje...
jaja, muy buena la segunda hipótesis de Kum*
ResponderEliminarComo ciudadano comunitario de nuevo cuño, no debe tener un vulgar problema de extranjería.. seguro que ha armao un buen goulash en alguna parte.
.. y se recomienda mantener una discreta vigilancia por parte de la empleada de finca urbana :-)
ResponderEliminarAhí sigo Victor; al pie del cañón. Ya han pasado cinco días y la toalla sigue en la barandilla. Contemplé la posibilidad de subírsela y ponerla en su barandilla para que no me hiciera feo ahí delante, que la veo cada vez que salgo, pero así no sabría cuándo la recoge, ¿no? ;) Os mantendré informados. :D
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