viernes, 27 de marzo de 2009

Vacas en Madrid

Me gustan las vacas. Me gusta su mansedumbre, sus ojos enormes y sus pestañas largas, que les dan esa expresión de buenas. Me gusta cómo comen, cómo rumian; la parsimonia con la que lo hacen. Me gusta la tranquilidad con la que andan. Me gustan sus ubres grandes, plenas.

Cuando era pequeña, en Semana Santa y verano, íbamos de vacaciones al pueblo de mi padre, en León. Es un pueblo muy pequeñito, de apenas 200 habitantes. Nos alojábamos en casa de mis tías abuelas Xion y Adonina. Allí había gallinas, dos cerdos y tres vacas; la Rubia, la Paloma y la Minerva. La Rubia era la favorita de todos, creo que porque era la más mansa. Cuando yo tenía cinco, seis años y mi hermano Manolo siete, ocho, nos encantaba acompañar a mis tías a llevar las vacas “al prao” -llevábamos "las nuestras" y otras dos o tres más del vecino. Nos sentíamos importantes; íbamos todos dispuestos, con nuestros bastones en ristre. Si alguna se paraba a comer yerba por el camino le dábamos con el bastón en la cadera con suavidad, casi como se le palmotea a un perro en la cabeza, a la vez que decíamos “¡Vaaaca-ve!” imitando la entonación con que lo decían nuestras tías, con un soniquete muy de pueblo.

Mis primeros recuerdos de “transgresión” son de entonces; de algunas ocasiones en que después de cenar, ya en pijama, cuando habíamos dado el día por concluido, mi madre nos preguntaba con sonrisa de conocer la respuesta “¿Queréis ir a buscar a las vacas al prao?” “¡¡Siiii..!!” Y entonces nos vestía encima del pijama –no recuerdo si por el frío o por hacer más rápida la operación- nos ponía las botas de agua -las “katiuskas”- y hala, a por las vacas.

Cuando fui un poco más mayor, a los trece, catorce años, ya no me gustaba tanto ir a Villager; me estaba convirtiendo en una niña de ciudad. Recuerdo lo cazurras que me parecieron mis amiguitas de allí cuando un día me preguntaron; “¿Y en Madrid hay vacas por la calle?” ¡Qué brutas! ¡Vacas por las calles de Madrid!

Más de veinte años después, ahí están.



9 comentarios:

  1. qué bonito tu blog primaveral!

    la primera vez que vino A. a Salamanca también había vacas maquilladas por las calles, aunque ahora lo único que hay son ovejas emigrantes de vez en cuando y borregos a mansalva.

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  2. ¡Hombre, bienvenido de nuevo! Oye, lo de los borregos lo pillo, pero ¿ovejas emigrantes? ¿Acaso has osado hacer un comentario políticamente incorrecto en este, mi blog? XD

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  3. cosas de la trashumancia, que creo también pasa por Madrid. ;)

    líbreme el presidente del Tribunal Supremo de hacer comentarios políticamente correctos por escrito...!

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  4. Cuanta vaca madre mia.
    Si las he visto repartidas por toda la ciudad.
    Un saludete

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  5. Vale, vale, las ovejas trasumantes... sí, también pasan por Madrid, y me encantaría ir a verlas un año con mi cámara en ristre a la Puerta de Alcalá, pero siempre se me pasan.

    Además de vacas y ovejas (y borregos) también hay de vez en cuando por Madrid caballos con un poli montado encima. Por Lavapiés. Desconozco las ventajas para los municipales del caballo respecto a la moto, salvo que vas más alto y te haces más el guay.

    El Chache!Ya decía yo que no podías habernos abandonado! :)

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  6. prefiero las vacas del campito... estas son unas Grunge!

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  7. el caballo de los maderos solo sirve para intimidar mas a los ciudadanos... y como los maderos son tan tontos asi no tienen ke dar al intermitente... y como se van cagando pues asi luego saben volver... no les exijas....

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  8. El link -que lo acabo de meter- es a la página oficial de Villager de Laciana, que es ¡de mi padre! Por hacerle publicidad, y eso... además tiene unas fotos muy bonitas. :)

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