jueves, 19 de junio de 2008

Hay poetas

¡Qué semanitas! ¡Qué agobio, joder! Escribiendo exámenes e informes de los grupos que se acaban, preparando algún curso intensivo que empieza, haciendo una traducción del informe anual de una empresa de ingeniería -tan coñazo como suena-, concertando entrevistas para un curro para el verano… Uno de esos periodos en los que tienes mil cosas pendientes, y resolver una no significa que te la quites de encima, sino que pasas a la siguiente fase. Con un tiempo de mierda, y en la tele y en los periódicos sólo hablan de huelgas y de crisis, y vas al supermercado y una horda psicótica lo ha esquilmado... Uno de esos periodos en los que relajarse no cala, en los que el fin de semana se acaba en un suspiro… En fin, un puto agobio.

Un día de la semana pasada, no recuerdo para qué, tenía que ir al centro, y por alguna razón que tampoco recuerdo no cogí la bici. Iba andando por la calle Toledo, llegando ya a la Plaza Mayor, viendo los caretos de la gente, todos malhumorados, acelerados. Iba esquivándolos cuando pasaban por mi lado casi rozándome… la típica imagen que tanto deplora y repite la gente que critica la vida en las grandes ciudades. Y yo era uno de ellos; malhumorada, acelerada, estresada.

Y no sé cómo tuve un momento de lucidez y me dije: “No, a ver, yo paso de estar así.” Me metí en mí misma –no sabría otra forma de decirlo- cogí aire y me intenté tranquilizar y convertirme en observadora de todo aquello, y empecé a andar de otra manera, más relajada, más pausada... Y de repente era como si los demás y yo estuviéramos en dos películas distintas; yo a cámara lenta y los demás a cámara rápida. La gente seguía pasando casi rozándome, pero era como si yo sólo viera sus estelas, y casi sintiera su brisa al cruzarse conmigo. Yo estaba en mi burbuja de sosiego y de paz.

Así llegué, paseando, a la Plaza Mayor. Y estaba cruzándola en diagonal, en mi globo, plácida, casi sonriendo –o tal vez sin casi- pensando como hago a menudo cuando paso por allí en la suerte que tengo de tener un sitio tan bonito de camino…. Y noté un chico como de mi edad, aún a unos metros de mí, parado en medio de la plaza, con la mochila a los pies. Yo andaba en dirección a donde él estaba; sin ser consciente del todo de su presencia, “le notaba” ahí. Cuando me crucé con él le miré, vi sus ojos mirándome, y le oí decirme con una sonrisa cómplice: “Yo también.”

12 comentarios:

  1. joder... y todo eso sin LSD???

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  2. Qué historia tan bonita, niña. De esas que da lo mismo si han pasado o no. Vaya, que hablamos de literatura
    Besos
    Chiki

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  3. Lo más bonito es que pasó de verdad :)

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  4. Que bonito que esas cosas pasen...que existan las burbujas y los desconocidos compinches... y que nos demos cuenta...

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  5. Me llamo Joan y soy el de la Plaza del otro día.

    Siento romper la burbuja pero la mirada cándida era porque te estaba mirando el culo embelesado.

    Vive la vida,

    Joan Padrón

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  6. Sí, y lo que yo tomé por una sonrisa cómplice era una mueca ufana, y su “yo también” quería decir “Sí, qué pasa, yo también soy un cerdo machista que mira a las tías como a objetos sexuales” Qué ganas de joder la historia, ¿no? :)

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  7. Bonita historia mejor contada.

    Lo más fuerte lo de "ir al centro"... Si tu no eres centro... ¿qué es más allá del río?

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  8. Joder la historia...

    Ya me conoces, Laurita y es que soy casi tan scpnts como tú.

    Saluti,

    J. Padrón Delosquenopican

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  9. Pues J.Padrón, aparte de que obviamente me había dado cuenta de que el comentario era tuyo, estoy esperando a que pongas ALGUNA entrada en "tu blog" para dejarte yo algún comentarlo bienintencionado... :D

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  10. ¿¿Me vas a hacer preguntártelo aquí?? ¡¡¿QUÉ COÑO ES NÁBEAH, joderrrr...?!! :D

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  11. JA,JA,JA,JA,JAAAAAA.... Y tú me lo preguntas??? ja,ja,ja.. si fuiste tú quién se lo inventó, ja,ja,ja,ja,....

    Me mondo.

    *

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