(Continuación del post anterior, Verduras con personalidad)
Total; que ahí estaba yo con Aguacato recién nacido, pensando cómo hacerle disfrutar un poco su probablemente corta vida; qué experiencias regalarle, dónde llevarle… De repente algo me llamó la atención en sus ojos, en sus pupilas; estas desafiaban extrañamente la fuerza de la gravedad, y se dirigían más bien hacia arriba y a la izquierda. “¿Cómo puede ser? –me pregunté escamada –qué cosa más rara…” Entonces se me ocurrió seguir la trayectoria su mirada… “Nooo, ¡imposible!…” Pero ahí estaba ella, Aguacato estaba sin duda mirándola; ¡la naranja verrugosa!
Total; que ahí estaba yo con Aguacato recién nacido, pensando cómo hacerle disfrutar un poco su probablemente corta vida; qué experiencias regalarle, dónde llevarle… De repente algo me llamó la atención en sus ojos, en sus pupilas; estas desafiaban extrañamente la fuerza de la gravedad, y se dirigían más bien hacia arriba y a la izquierda. “¿Cómo puede ser? –me pregunté escamada –qué cosa más rara…” Entonces se me ocurrió seguir la trayectoria su mirada… “Nooo, ¡imposible!…” Pero ahí estaba ella, Aguacato estaba sin duda mirándola; ¡la naranja verrugosa!
Permitidme por un momento retroceder en el tiempo para contaros la historia de Naranjita: diciembre del 2011, paseando alegremente con JC por los barrios de la capital hispalense en una escapada de fin de semana; sin saber muy bien por qué icé la mirada hacia la copa de uno de los muchos naranjos que adornan las calles de Sevilla y allí la vi colgando de su rama, con el terrible aspecto de haber sido picoteada por un furioso enjambre de abejas. Curiosamente parecía ser la única víctima de entre todas sus compañeras de árbol, que lucían un cutis terso y lozano. Me apiadé, soy una blanda, no me pude resistir a intentar procurarle el afecto y reconocimiento que merecía; pedí a JC que me subiera a hombros para alcanzarla, me la traje al Foro y le di un hogar en mi escritorio... donde la descubrió Aguacato.
El resto de la historia os la podéis imaginar, la típica -pero no por ello menos entrañable- historia de amor interfrutal.
Aguacato conoce a Naranjita, se enamoran,
van a la disco,
pasan un estupendo día en el campo,
comparten experiencias con sustancias prohibidas,
Naranjita lleva a Aguacato a Sevilla para enseñarle la ciudad que la vio crecer,
...y finalmente se mudan juntos a la nevera de mi casa.
wiiiiiiiilllllsoooooon, corre wilson!!! que te van a hacer guacamole!!!
ResponderEliminarUna bella historia de amor, acción y drama, diría que le falta picante para una gran receta, échale tabasco, XD
ResponderEliminarOh, pobre Aguacato Wilson, era tan tierno... una delicia de aguacate, se podría decir.
ResponderEliminarBro, lo del tabasco me ha matao XD
Y Naranjita, ¿cómo está?
ResponderEliminarMe han encantado las instantáneas de los mejores momentos de su historia de amor...
A Naranjita le quité los ojos, por aquello de que ojos que no ven, corazón que no siente. Así que está bien; de nuevo sobre el escritorio :)
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