lunes, 5 de diciembre de 2011

Juego de cartas

Hace mucho tiempo, irá ya para diez años, me contó Moe sobre una colega suya de Estados Unidos que de repente empezó a encontrarse cartas -naipes- por la calle constantemente. La tía estaba medio obsesionada con que aquello tenía que significar algo, y acabó de rayarse del todo cuando llegó a encontrarse dos cartas en un mismo día –en sitios distintos, obviamente. Cuando me lo contó Moe, yo en seguida pensé que probablemente si estamos alerta, cualquiera nos podemos “empezar a encontrar” naipes por todas partes, es cuestión de percibirlos conscientemente.

Recuerdo comentarle la historia a Ana poco después de oírla, y hacerle partícipe de mi explicación. “Yo no creo que sea tan fácil encontrarte una carta en la calle –objetó ella- pero encontrarte dos el mismo día… eso ya no me lo creo.” “¿Sabes qué? –le dije- Vamos a probarlo; a ver cuánto tardamos en encontrarnos una carta. La que encuentre una llama a la otra” Efectivamente, no tuvo que pasar mucho tiempo para que una de las dos –no recuerdo ya quién- llamara a la otra para decir que se había encontrado una, y al día siguiente o algo así le tocó a la otra también.


Pero ahí no acaba la historia, porque "la maldición" me pasó a mí, y empecé yo también a encontrarme cartas constantemente, así que decidí ir recogiéndolas, escribiendo con un boli la fecha en la que me las encontraba; podría ser divertido observar si había alguna frecuencia o alguna relación curiosa entre las cartas. Prácticamente todas las semanas me encontraba una o dos. En cierta ocasión lo que me encontré fue una caja de cartas, sin cartas dentro pero con un as de oros en el frente; la cogí, le estampé la fecha y ahí iba guardando las que me iba encontrando.

Aquel verano Ana y yo fuimos a Marruecos de vacaciones. Estando en Asilah me encontré media carta; un seis de bastos. Desde luego que fuera solo media no iba a ser óbice -ni mucho menos- para que la recogiera y la fechara como las demás, y así lo hice. Ese día teníamos planeada una excursión a Tetuán; fue allí, tirada en el suelo del mercado del zoco, donde me encontré otra media carta: Para nuestro infinito asombro, era exactamente la misma carta, un seis de bastos. Al ponerla junto a la otra vimos que era la misma mitad. Os podéis imaginar cómo la flipábamos Ana y yo; sobre todo ella, que no hacía tanto no había podido creerse que fuera posible encontrarse dos naipes en un mismo día.


Aquel “juego de cartas" mío se me pasó un buen día y dejé de encontrarme naipes en mi transitar por el mundo, pero guardé la cajita con mis hallazgos durante varios años. Desafortunadamente hace un par de navidades, en una de las limpiezas intensivas que suelo hacer por el solsticio, me deshice de esa basurilla fechada; ahora me da un poco de rabia no haber guardado al menos aquellas dos mitades del mismo naipe encontradas el mismo día –quién sabe si incluso rasgadas por idénticas manos.

Actualización: Ayer le conté esta historia a JC y me acaba de mandar la foto de esta carta que se ha encontrado hoy.  ¡Cuidado, es contagioso!

8 comentarios:

  1. Muy bien etiquetado!

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  2. Pero conste queno son pajas peregrinas, sino pajas basadas en la observación directa.

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  3. sabes encontrar el grano entre la paja.

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  4. Anda, cómo me gusta eso que me has dicho, gracias. ;)

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  5. Serendipity, John Cusack y Kate Beckinsale...

    Vicent.

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  6. Pues la peli no la he visto -¿está bien?- pero conozco el concepto de "serendipia", y me mola mucho observar las que ocurren en mi vida. Pajas mentales... :)

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  7. Te la aconsejo, es buena para pasar una tarde de domingo de forma tranquila y entretenida.

    Vicent.

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  8. Tomo nota, no te creas tú que no, gracias.

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