Para mi fortuna hacía ya tiempo que no me pasaba eso de verme de repente en el suelo no sabiendo muy bien cómo me había caído de la bici. Un camarero de una de las terrazas de la plaza del Reina Sofía se acercó mientras yo aún me estaba levantando con perplejidad: "¿Te has hecho daño?" -me preguntó. "Pues un poco” Había parado la caída con la mano, pero lo que me molestaba era el codo. “¿Pero estás bien?" "Sí, sí, creo que sí..." -dije mientras me escaneaba al tacto, como para corroborarlo. "Es que está el suelo muy escurridizo –dijo el chico- no sé qué le han hecho; tiene como aceite..." Yo en seguida até cabos; habían estado limpiando los grafitis de la plaza, y lo hacen con una especie de disolvente a presión como aceitoso. "Has tenido mala suerte de justo resbalarte..." "Mala suerte no; en realidad buena de que no haya sido más. La última vez me rompí el codo."
Mientras me alejaba cabalgando en mi corcel de metal, aún con el shock y el fastidio en el cuerpo, me preguntaba: ¿Por qué será que siempre me caigo en situaciones que no entrañan peligro; siempre por la acera y de la manera más tonta? Aunque supongo que es mejor eso que caerme en medio de la circulación, está claro. Ese positivismo, que no decaiga.
El caso es que a lo largo del día el dolor se fue acentuando, y al final de la jornada me dolía flexionar o extender el brazo del todo, y ni siquiera podía coger el libro con las dos manos. El camino de vuelta en bici fue complicado; tendría que ir al médico al día siguiente -y con un poco de suerte me caería una pequeña baja de un par de días... lo suficiente para llegar al finde –jejeje...
El jueves por la mañana fui al médico. A la médico. La conozco desde lo de la fractura del codo hace ya como cuatro años, y no sé si será consciente, pero la mayoría de las veces que he acudido a ella ha sido por algún traumatismo -quizás debería revisar eso del buen sistema psicomotriz. El caso es que después de mirarme el brazo, de intentar extendérmelo y flexionármelo infructuosamente debido a mi resistencia en forma de quejidos y muecas de dolor, me dijo que habría que hacer una radiografía para descartar una fractura o una fisura, y si no estaba roto, al día siguiente me haría una infiltración.
Una infiltración. No me gustaba nada cómo sonaba eso. “Y eso de la infiltración... ¿en qué consiste exactamente?” “Pues se inyecta en el codo, en la articulación... (blablabla....)” Yo el blablabla ya no lo procesaba. ¿Cómo que inyectarme en el codo? –pensaba mientras ella seguía hablando- ¿No es eso un poco intrusivo para hacerlo así, del tirón? Un poco de paciencia con mi cuerpo, ¿no? Si yo tengo super-poderes de curación, que me lo dice mi chamana fisioterapeuta y quinesióloga. “...y el dolor se va inmediatamente” -concluyó satisfecha.
Mientras ella hablaba y yo me resistía mentalmente a sus cantos de sirenas, no pude evitar fijarme en la pulserita de Power Balance que llevaba. A ver, ¿una médica que da crédito a esa gran estafa? Y me acordé también de que la última vez que nos vimos, cuando me hice el esguince de tobillo, me habló maravillas de los zapatos esos de Frankinstein, los MBT “...porque están hechos para que camines como los Masai...” ¿Cómorrr? ¿Qué te crees tú lo de los Masai? -pensé para mis adentros- Te la han colao tía; te la han colao a ti también. Así que una vez la hube desacreditado por completo en mi mente le pregunté: “¿Pero cuánto tiempo me podría durar el dolor si no? Es que me da a mí un poco de aprehensión eso de inyectar nada en el codo... ” “Pues un par de semanas más o menos.” “Pues así sea” –pensé pa’mi.
Me firmó una receta para unos antiinflamatorios con lo que adiviné era un gesto contrariado -yo creo que le hacía ilusión eso hurgarme en el codo con una aguja; no lo debía de haber hecho en un tiempo, y como que tenía ganas, la muy sádica. “¿Y hielo y eso me sentaría bien?” –le pregunté. “Sí, el hielo puede ir bien” –aceptó a regañadientes. Nos despedimos hasta el día siguiente cuando recibiera la radiografía y descartáramos la fractura, y entonces ya decidiría yo si me sometía a su particular tortura.
Huelga decir que con mis super poderes sanatorios, los antiinflamatorios y el hielo, unidos todos ellos al miedo al sufrir -que hace milagros- al día siguiente mi codo estaba mucho mejor, y para demostrármelo a mí misma hasta fui a pilates. A la médica le hice una pedorreta cuando la vi y me dijo que no había fractura, y le dije que lo de la infiltración mejor lo dejábamos para la próxima -sin acritud.
Afortunadamente, aunque noté la decepción en su alicaída mirada, ella misma se debió de dar cuenta de que su infiltración no venía ya a cuento y me dejó ir en paz -demos gracias a Dios.
ojalá todos los pacientes fueran como tú.
ResponderEliminarpor cierto, este mes estás que te sales en la cantidad de entradas, calidad siempre muy buena. ;)
Jo, muchas gracias. Es que últimamente, además de que me pasan cosas "interesantes", estoy consiguiendo vencer la pereza de escribirlas. Pero creo que ya se me está pasando el "subidón". Aviso. :D
ResponderEliminar¿Y no fuiste a Urgencias?
ResponderEliminar¿Y tienes una médico que estaba dispuesta a infiltrarte sin mandarte a Urgencias?
¿Y no te mandó a Urgencias a hacerte la placa?
¿Y puedes doblar el codo?
Debo de estar aún soñando...
;P
Qué guay que donde vives las cosas funcionen mejor. Aunque parece que tu médico es todavía más agresiva que yo. Un punto para ella y dos para tí por no dejarte.
A ver si aprenden estos mamarrachos!!
Las infiltraciones no curan, tan solo mitigan el dolor para que puedas seguir trabajando, jugando o lo que sea que haces. Si la lesión existe sigue ahi aunque te pinches y el dolor vuelve pasadas unas horas.
ResponderEliminarAdemas de que duele muchiiisimo, te lo digo por experiencia.
Misstake; Te cuento. No fui a urgencias porque no me pareció para tanto, pero me colaron en la consulta ese mismo día. Luego mi médica sí me dijo que podía ir a urgencias a hacerme la placa, pero como sé que allí se va a pasar el día y es un tostón, y me ofreció también ir al centro de al lado de casa, lo vi claro. Y luego a lo de la infiltración se ofreció ella amablemente. (Sádica...)
ResponderEliminarEl codo lo tengo ya bien, tirando a estupendo. Con un cardenal del trece, pero en plena forma.
¿Y lo del punto para mi médica es por sádica? ¿Eres tú también "del klan"?
Vicent; gracias por confirmar de primera mano lo que sospechaba: que eso no puede ser indoloro ni de lejos. Será capulla la médica... parece como si estuviera intentando darme "una lección" o algo, como si yo fuera una quejica y me quisiera mandar a casa escarmentada de ir al médico con "minucias"... Como a los vejetes cuando un médico hastiado le manda inyecciones de solución salina pa' que sepa lo que es bueno y deje de importunarle con hipocondrias.
O quizás un efecto secundario de los golpes en el codo es la paranoia...
A ver, lo de la infiltración consiste en que el médico te chute algo a tí, y no al revés verdad? Lo digo porque parecen que les guste; el otro día una médica me medio echó de la consulta por no querer infiltrarme! Me dijo: ¡¿que no quieres infiltrarte?! ¡pues hala, vete, de aquí quince días vas a tener que volver a venir!
ResponderEliminar?¿? Sindrome de abstinencia ?¿?
Un saludo!
No jodas; ¿en serio te echó, y encima con esas profecías fatalistas? Están mal... Además, ¿no tendrá el paciente derecho de estar acojonado/decidir sobre su cuerpo? Digo...
ResponderEliminar¿Y hace cuánto sucedió esta anécdota? ¿Cómo va tu lesión? ¿Crees que vas a tener que volver con el rabo entre las piernas (a ver...) a pedir "tu dosis"?
Laura verás,cada uno cuenta como le va.
ResponderEliminarA mí hace me infiltraron el codo por una lesión,hace tres años, apenas me dolió, fui incapaz de mirar la aguja cuando me pinchaban.
Me ha ido bien hasta ahora,espero seguir así y no nececitar más.
Y andete al loro con la bici que viene el tiempo malo:)
ponte casco y coderas cuando vayas por la acera...
ResponderEliminarsniff sniff... mi lesión sigue igual. Ya sospechaba que no se me curaría con las sesiones de UltraSonido que me propuso aunque he mejorado muchísimo. Llevo ya dos años y medio así... Así que sabía en el fondo que la volvería a ver, pero aún así quería intentarlo. La jodía en este caso tenía razón. Aún así voy a intentar otras cosicas con un físio y más gym para ver si soy yo es que rie el último... jejeje (va a ser que no...)
ResponderEliminarRecuerda, el deporte es malo para la salúuuuuuuuuuu!!!
Saludetes!
Pues mira Laura, no está de más que digas cuál fue tu experiencia, porque si en el futuro no tengo más remedio que infiltrarme (esto suena a espionaje ya) pues me acordaré de ti. Lo mismo también me acuerdo de toda tu familia cuando me lo estén haciendo! :D
ResponderEliminarDani, cuánta razón tienes. El otro día me adelantó un munipa en bici (yo iba en bici también) y el muy listillo me dice: "Muy bien todo, pero ¿el casco?" Así, como confraternizando. Yo le dije. "El casco no es obligatorio (gilipollas)" Esto último me lo guardé para mí, claro. Pero cuando me caí esta vez sí pensé: "Unas coderas, sin embargo..." Aunque de hecho ni me dí en el codo, la verdad.
Hombre Quico, no sé, si ya está la cosa así de malita... quizás no sea mala idea infiltrarse y quitarse ya todo de encima. Yo si estuviera en tu caso acudiría a mi "chamana" (mi fisioterapeuta holística) pero quizás acabaría hincando el pico -como dice mi padre.
Cuídate Laurita, no me jodas, haz el favor...
ResponderEliminarUn beso mexicano.
¡¿Qué passa, terrateniente?! Cuídateme tú también mucho, zen -utrio! Jajajaajjjaaaa... ¡Se me acaba de ocurrir, perdón! XD Un besote ;)
ResponderEliminarPorque las aceras no son para bicis, leñe!! No me queda más remedio que alegrarme de tu caída.
ResponderEliminarHola Leyre, bienvenida a mi blog. Gracias por dejar tu mensaje.
ResponderEliminarHola Leyre, ¿tu sabes que en el culo de un idiota cabe un pie y parte de la bota?
ResponderEliminar