Pacopepe y yo estábamos en el Salón del Cómic, en Barcelona. Después de un par de horas pululando por allí, viendo frikis disfrazados de personajes japoneses, tipos gordos tallando modelos de monstruos extraños con increíble habilidad, grafiteros en acción y algunas atracciones más por el estilo, pensé que había tenido suficiente, le dejé a él disfrutando de sus cosas a su rollito y me fui a patear las calles de Barna.
Paseando por Las Ramblas la vi allí, en un puesto, junto con su camada de hermanos huroncitos. Llevaba tiempo contemplando la posibilidad de adoptar un hurón, pero aún no me había decidido a hacerlo. Al verla no me pude resistir; llamé a Pacopepe y le pregunté si le importaría que la pillara, -teníamos que volver a Madrid con ella en su coche, y no sabía si él tendría alguna objeción. Para mi gran dicha no opuso resistencia, así que la pillé –aunque me dio muchísima pena separarla de sus hermanitos- y pillé también una jaula grande, que conseguimos meter en el hotel de extranjis. Al día siguiente emprendimos el camino de vuelta a Madrid, y así fue como Rambla, mi primera huroncita, llegó a mi vida. (Me acabo de acordar mientras escribía esto, de que Pacopepe, supongo que para tocar un poco los cojoncillos, insistía en que debería llamarla Montse, y aunque desestimé su propuesta una y mil veces, y su nombre oficial era Rambla, cuando él me preguntaba por ella lo hacía por ese nombre. Pa' joder, vaya.)
Con Rambla aprendí lo que era un hurón. Supongo que antes de ella pensaba que los hurones eran poco más que hamsters grandes. Recuerdo una vez, al principio de tenerla, que la vi empujando algo que había encima de la mesa del salón, aparentemente con la intención de tirarlo al suelo, y me sorprendió que tuviera “inteligencia” para hacer ese tipo de cosas. Eso no fue más que el comienzo de mis pasmos, claro.
Rambla era muy, muy lista. La muy jodía aprendió a abrir la nevera tumbándose boca arriba, y “rascando” la puerta hacia fuera, hasta que conseguía abrirla. Adquirió una gran pericia y afición a hacerlo, y con demasiada frecuencia me encontraba la nevera abierta y a ella dentro, gulusmeando. Hasta el día que acabé con sus incursiones comprando un seguro para la nevera, de estos para niños; qué penita daba verla intentando abrirla toda afanada, y yo sabiendo que sus esfuerzos eran en vano.
No sé si es que Rambla era muy lista o que Flecha es un poco tonta la pobre, o ambas cosas, pero Rambla aprendió en seguida a ir al baño en su sitio y nunca se “despistaba”. Le gustaba dormir en la cesta de la ropa sucia en mi habitación, así que cuando se despertaba, trepaba hasta el borde de la cesta, saltaba al suelo, iba al baño, plim, plim, plim… y si la puerta estaba cerrada la rascaba y se quedaba esperando a que yo se la abriera.
Una mañana de julio, después de salir de la ducha, Rambla no aparecía por la casa. Normalmente me esperaba al lado de la bañera, porque le gustaba lamerme las gotitas de agua de las piernas, y me extrañó que no estuviera ahí. Mientras me iba vistiendo para ir a currar me extrañaba cada vez más que no anduviera zascandileando por la casa. Luché contra la sospecha de que hubiera saltado por la ventana que había dejado abierta, hasta que la realidad se impuso; efectivamente había saltado -desde un tercer piso. Sobrevivió. Una super-hurona.
La historia del intento de suicidio fallido tenía enjundia, y en seguida me di cuenta de que probablemente iba a tener que contarla muchas veces. Entonces me acordé de Pacopepe, de cierta ocasión en que tuvo un accidente con la moto y se fracturó una costilla y la clavícula creo recordar, y estuvo una temporada convaleciente en casa. Cuando llegamos a hacerle una visita nos extendió unos folios: “Así fue” -nos dijo. El tío había dibujado un cómic de cómo había sido el accidente, para no tener que contarlo mil veces. A medida que iban llegando los colegas, antes de que le preguntaran cómo había sido les endosaba los folios.
Así fue cómo decidí escribir la historia, y así fue cómo parí -sin ser consciente de ello- mi primera historia Cotidiana.
Paseando por Las Ramblas la vi allí, en un puesto, junto con su camada de hermanos huroncitos. Llevaba tiempo contemplando la posibilidad de adoptar un hurón, pero aún no me había decidido a hacerlo. Al verla no me pude resistir; llamé a Pacopepe y le pregunté si le importaría que la pillara, -teníamos que volver a Madrid con ella en su coche, y no sabía si él tendría alguna objeción. Para mi gran dicha no opuso resistencia, así que la pillé –aunque me dio muchísima pena separarla de sus hermanitos- y pillé también una jaula grande, que conseguimos meter en el hotel de extranjis. Al día siguiente emprendimos el camino de vuelta a Madrid, y así fue como Rambla, mi primera huroncita, llegó a mi vida. (Me acabo de acordar mientras escribía esto, de que Pacopepe, supongo que para tocar un poco los cojoncillos, insistía en que debería llamarla Montse, y aunque desestimé su propuesta una y mil veces, y su nombre oficial era Rambla, cuando él me preguntaba por ella lo hacía por ese nombre. Pa' joder, vaya.)
Con Rambla aprendí lo que era un hurón. Supongo que antes de ella pensaba que los hurones eran poco más que hamsters grandes. Recuerdo una vez, al principio de tenerla, que la vi empujando algo que había encima de la mesa del salón, aparentemente con la intención de tirarlo al suelo, y me sorprendió que tuviera “inteligencia” para hacer ese tipo de cosas. Eso no fue más que el comienzo de mis pasmos, claro.
Rambla era muy, muy lista. La muy jodía aprendió a abrir la nevera tumbándose boca arriba, y “rascando” la puerta hacia fuera, hasta que conseguía abrirla. Adquirió una gran pericia y afición a hacerlo, y con demasiada frecuencia me encontraba la nevera abierta y a ella dentro, gulusmeando. Hasta el día que acabé con sus incursiones comprando un seguro para la nevera, de estos para niños; qué penita daba verla intentando abrirla toda afanada, y yo sabiendo que sus esfuerzos eran en vano.
No sé si es que Rambla era muy lista o que Flecha es un poco tonta la pobre, o ambas cosas, pero Rambla aprendió en seguida a ir al baño en su sitio y nunca se “despistaba”. Le gustaba dormir en la cesta de la ropa sucia en mi habitación, así que cuando se despertaba, trepaba hasta el borde de la cesta, saltaba al suelo, iba al baño, plim, plim, plim… y si la puerta estaba cerrada la rascaba y se quedaba esperando a que yo se la abriera.
Una mañana de julio, después de salir de la ducha, Rambla no aparecía por la casa. Normalmente me esperaba al lado de la bañera, porque le gustaba lamerme las gotitas de agua de las piernas, y me extrañó que no estuviera ahí. Mientras me iba vistiendo para ir a currar me extrañaba cada vez más que no anduviera zascandileando por la casa. Luché contra la sospecha de que hubiera saltado por la ventana que había dejado abierta, hasta que la realidad se impuso; efectivamente había saltado -desde un tercer piso. Sobrevivió. Una super-hurona.
La historia del intento de suicidio fallido tenía enjundia, y en seguida me di cuenta de que probablemente iba a tener que contarla muchas veces. Entonces me acordé de Pacopepe, de cierta ocasión en que tuvo un accidente con la moto y se fracturó una costilla y la clavícula creo recordar, y estuvo una temporada convaleciente en casa. Cuando llegamos a hacerle una visita nos extendió unos folios: “Así fue” -nos dijo. El tío había dibujado un cómic de cómo había sido el accidente, para no tener que contarlo mil veces. A medida que iban llegando los colegas, antes de que le preguntaran cómo había sido les endosaba los folios.
Así fue cómo decidí escribir la historia, y así fue cómo parí -sin ser consciente de ello- mi primera historia Cotidiana.
...Lo siento Davidiego : )
ResponderEliminar*
Yo no lo siento, tomaaaa.
ResponderEliminarProbre Rambla. Nosotros teníamos dos tortugas y una se cayo, en un despiste, de la encimera de la cocina. Se partió la concha la pobre y lo pasó fatal. Aun sobrevivió tres años más pero ya no estaba igual. Dicen que esos bichos no dan compañía pero joer, se les termina cogiendo un cariño mu'grande.
La imagen de la Cloti**, que así se llamaba, entre las tetas de mi madre a la hora de la siesta, al calorcito, las dos dormidas... impagable.
**que conste que no era un bicho pequeño :)
bueno, una vez asegurado el primer comentario... a lo serio:
ResponderEliminarNo me ha gustado nada eso de que andes diciendo que mi querido fuet es tonta-normal o algo por el estilo. Ella es más bien... hmmmm... cómo decirlo... eehhh.... bueno, ya sabes... estooooo.... joder!! pues vas a llevar razón, ja,ja,ja,ja...
Un placer leer los "comienzos", Laurita. Y, hablando de placer... con tanto tanga en camiseta, tango tanga a juego, tanta ducha... y (¡por caridad!!) tanta... "porque le gustaba lamerme las gotitas de agua de las piernas"... en fin, ya me entiendes...
ah, muy bueno lo de el té que se convierte en café y luego vuelve a ser té.
Eso te pasa por no tener una correctora tan chingona como yo.
Nábeah... :)
*
Popi, no es la primera vez que oigo lo de que se coge mucho cariño a las tortugas. Yo tengo una compi de curro que tiene tres, grandes ya, y habla de ellas con muchísimo cariño, como si fueran sus niñas, y cada una tiene una personalidad, y andan por ahí por la casa a su pedo... y parece que tiene muy buen rollo con ellas. Te hace querer poner una tortuga en tu vida :D
ResponderEliminarKarlos; Nábeah,… Ah´nobu sintéi. Dígneah sibrethales.
Y muchas gracias por lo del café/té; lo he cambiado ya. Eso me pasa por hacer un cambio en último momento; que tenía que hacer dos. Va a resultar que vas a ser tú mi corrector también!
Me ha encantado. Lo que más, el "blim, blim, blim" de Rambla en la entrada.
ResponderEliminarEs plin plin plin, tío! :D Y eso es lo que más te ha gustado? Oh, vaya...
ResponderEliminarHe puesto blim, blim, blim, porque es como suenan las patas de los gatos por la tarima. Sería plin, plin, plin, si fueran patas de hurón por el terrazo.
ResponderEliminarComo yo nunca he oído hurones caminando por el terrazo, pongo un plin, plin, plin, porque me lo imagino mejor.
Preguntaselo a Cari, pregunta, pregunta.
Y me ha encantado. La entrada y el relato.
Bueno Feroz; te has hecho la picha un lío con plin plin y blin blin en tu comentario, pero no te lo tendré en cuenta porque dices que te ha encantado la entrada. La verdad es que llevo una temporadita con falta de inspiración, así que los halagos son muy bien recibidos especialmente en estos momentos ;)
ResponderEliminarHasta que descubrí tu blog no tenía yo conocimiento de los hurones como animal de compañía, eso sí, me partía con la discusión en "El Gran Lebowsky", cuando amenazan al Nota con meter al hurón en la bañera donde se está bañando. Me parto con los vídeos de Flecha. En tiempos tenía a Apu, un perro que era más un colega gamberrete que otra cosa. Me costó separarme de él... y de la dueña :).
ResponderEliminarOye, es muy gracioso lo del comic para explicar lo del accidente, vaya crack.
Ya... no se conocen mucho los hurones en España, pero en USA y UK (que yo sepa) son populares hace tiempo. De ahí lo del "Dude" -o El Nota- de El gran Lebowsky. Aunque que un hurón que sea una amenaza... pobre Flechita.
ResponderEliminarLo del cómic fue muy buena idea, por eso me copié :)