miércoles, 11 de febrero de 2009

No vendo, regalo. El meollo

Cuando el domingo por la mañana me llamó Cari por teléfono para confirmar la quedada semanal en el Kiebro –o Chino-español- para tomar el aperitivo, le comenté mis planes de bajar al Rastro a intentar regalar mis corotos; sin que ni siquiera se lo insinuara se ofreció encantada a pasarse antes por casa y acompañarme en la aventura -a Cari le molan esas cosas. Federico ya se había ofrecido también motu proprio para hacer de reportero gráfico para la ocasión.

A eso de las dos estábamos los tres bajando las escaleras con todo lo necesario en ristre; la bolsa con los corotos, la manta, y los carteles –dos folios, uno de los cuales decía “NO VENDO” y el otro “LO REGALO”, que además de informar, podrían servir de declaración de intenciones ante la policía.

Una vez en la calle no anduvimos mucho para ponernos en la zona donde más tarde se ponen los “ilegales” a vender sus artículos variados. Empezamos a colocar la manta sobre el suelo, pero uno de los de la “grow shop” salió y nos dijo que en frente de su tienda no nos podíamos poner. Yo no sé muy bien por qué solté un ridículo: “Vale, pero es solo para regalar unas cosas” mientras recogía la manta. Me imagino que el tío –que me tiene que conocer de vista igual que le conozco yo a él- pensaría “Me la pela para qué es; delante de mi tienda no te pones y punto.” Porrero de mierda.

Nos movimos unos pocos metros más arriba y allí volvimos a intentar colocar el “chiringuito”. A nuestro lado había un tío con pinta de moro mirándonos desde el principio. Yo en seguida y sin ningún fundamento me monté la película de que era uno de los “vendedores sin licencia”, y nosotros nos estábamos poniendo en “su sitio”, que él estaba ahí reservando con su presencia, esperando a ponerse a vender su mercancía un poco más tarde. Pero nos miraba sonriente, como pensando “A ver qué circo están montando estos pardillos” Incluso se agachó para echarnos una mano extendiendo la manta, cosa que no era estrictamente necesaria.

Yo me centré en mi plan, según el cual inmediatamente después de poner la manta había que pegar los carteles, para advertir a la policía y vendedores ilegales de que no vendíamos, y avisar al público de que regalábamos. Un par de personas detuvieron sus pasos para mirar de soslayo lo que estábamos haciendo, y al ver los carteles se quedaron por ahí remoloneando, a ver qué íbamos a regalar. Como dice mi madre, “al toma, todo el mundo asoma”.

Entonces, con un modesto público, empecé a sacar las cosas. Primero una caja de té de madera...

-¿Me das la cajita?” me preguntó una mujer.
-¿Quieres la caja?
-Es gratis, ¿no?
-Sí, sí, toma. -le dije mientras se la alcanzaba.

De repente oí a mis espaldas una voz masculina “Señorita, no se puede usted poner ahí” Me giré y miré para arriba y me vi a un municipal. Me puse de pie.

-Pero no voy a vender, voy a regalar.
-Pero no se puede poner usted así en la vía pública sin licencia.
-Bueno, no puedo vender, pero no voy a vender. Usted puede comprobarlo.

Y el munipa me miró seriamente a los ojos y me dijo “Mira, mejor no te pongas aquí, en serio. Mejor que os vayáis” con cara de “te lo digo por tu bien.” A mí se me ocurrió que estaba insinuando tal vez algo sobre alguna mafia de vendedores ilegales que podría ser peligrosa, pero ¿cómo podría yo estar perjudicando a nadie regalando cuatro chuminadas? Cuatro chuminadas que si "los mafias" estaban por ahí y me las pedían se las iba a regalar. “Eh… mira –le digo- quiero regalar lo que tengo en la bolsa, va a ser solo eso, no tardo nada.” Y seguí sacando cosas de la bolsa con una parejita de munipas a mis espaldas a modo de escoltas, y el moro ojo avizor a ver qué ofrecía. Desafortunadamente Federico no pudo obtener reportaje gráfico a partir de la presencia de los munipas, porque le sugirieron que mejor no hiciera fotos, e incluso le hicieron borrar unas en las que salían ellos. Pedorros.

A nuestro alrededor ya se había formado un buen corrillo, de forma que a medida que iba sacando cosas de la bolsa, iban extendiéndose brazos y apareciendo manos que se las llevaban. El moro-vendedor me preguntó “¿Das ese abrigo?" “Sí, sí, toma” Después saqué una chupa que se llevó una mujer sudamericana, y cuando saqué un forro polar, el moro y otro hombre con pintas muy parecidas se lo debatieron un poco, pero no seguí mirando y no sé quién acabaría llevándoselo. Una tímida mamá azuzó a su hijo para que cogiera un peluche, y el niño avanzó entre la multitud y lo cogió tan contento, un señor mayor extendió su mano desde la última fila para coger el tablero de parchís, incluso hubo otro que me preguntó si regalaba también la cinta de embalaje que había usado para pegar los folios, que la llevaba en la muñeca… “Sí, y los pantalones que llevo puestos también los regalo, no te…”

En bastante menos de cinco minutos el show había acabado y la multitud se disolvía al constatar que no quedaba nada que rascar. Entonces me di cuenta del rollo de pósters: “¡¿Alguien quiere unos pósters?!” Una chica se los pidió gritando “¡Para mí, para mí!…” Mientras le hacía entrega pensé: “pero si ni siquiera sabe de qué son” “¡Son de animaleees!” le dije a voces mientras se alejaba.

Cuando todo hubo acabado nos fuimos al Kiebro, donde repasamos algunas de las mejores jugadas. Hasta que la cabrona de Cari lo soltó:

-Así que “¡son de animaleees…!” “¡Para que sepas lo que llevas en las manooos…!” ¿no?

Qué jodía. Y luego la sacapuntas soy yo.

11 comentarios:

  1. lista, maja, graciosa y supervaliente, desafiando a la Autoridad Civil e Ilegal, e incluso a las leyes de mercado, regalando su mercancía.

    Y la historia vuelve a empezar, no acumules muchos corotos.

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  2. Ha merecido la pena esperar al desenlace.
    Da la impresión de que la experiencia ha sido emocionante, yo al menos me imagino ahí con la adrenalina por las nubes mientras vuelan corotos de mano en mano buscando nuevos rincones que conquistar.
    Me temo que soy mucho más tacaña, y me cuesta desprenderme de mis chismes inútiles. Quien sabe puede que a fuerza de leerte se me pegue algo!!

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  3. pues me ha gustado el meollo de la cuestión.

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  4. Davidiego,
    y yo que le he cogido el gustillo a esto... en cuanto pueda me hago otra sesión de "desafío"! Jajaja...

    Misstake,
    La verdad es que fue emocionante cuando hubo acabado todo, porque mientras tanto estaba tan concentrada que ni me enteré, pero al acabar estaba muy contenta :D

    Al principio cuesta deshacerse de cosas, pero luego le coges gustillo, en serio.

    Sislen:
    El meollo es siempre mejor que los prolegómentos, claro ;)

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  5. joder, retando a la mafia, a los pitufos.... yo en mi ultimo desafio me tire seis dias preso... y solo por decorar la calle!!!

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  6. Bueno, a lo mejor lo de "retando"... todo lo que he contado es cierto, pero lo de la "mafia" podría ser todo mi imaginación... ¡pero ahí estaba yo, regalando cosas a pesar de las presiones -reales e imaginadas! Si sigo haciéndolo me puedo convertir en un personaje de leyenda, o algo... XD

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  7. Por cierto, ¿seis días preso solo por decorar la calle? ¿Qué decoraste? ¿Los leones de las cortes?

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  8. no.. una pared... asi son los alemanes...

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  9. ¡Ah, que eres tú!¿¡Fue una semana!? ¡Eso no lo sabía yo! Joder con los alemanes; parece que aún conservan ese ramalazo nazi... :D

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  10. Pero es que tu ese año, tuviste muchos problemas con las rejas... un paso canadiense en La Pedriza, una celda en Alemania... en fin, un verano con un regustillo a metallll.

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