El viernes por la noche, cuando anuncié que yo ya me retiraba a casa, Heather me miró entre alarmada y suplicante; éramos un grupo de seis personas de procedencia muy dispar, y me necesitaba para mantener el equilibrio inestable del que formábamos parte, así que accedí magnánimamente a quedarme a tomar una última copa.
Sobre las dos de la mañana salimos del Travelling dando por concluida la noche. Me disponía a coger mi bici cuando me percaté de que no tenía el triángulo; la bolsa donde guardo el cuentakilómetros, las luces… y las llaves del candado. Tardé un rato en aceptar que debía de habérmelo dejado en los escalones del Centro Cultural en que habíamos hecho una breve parada antes de entrar al garito, y que alguien se lo habría llevado; lo sorprendente era que la bici siguiera allí, porque estaba justo en frente.
No estaba segura de tener otra llave en casa, pero como no se me ocurría otra solución decidí volver y probar suerte; no estábamos lejos, apenas a unos diez o quince minutos andando. Sintiéndose en parte responsable Heather insistió en acompañarme, y el portero del Travelling amablemente accedió a echar un ojo a la bici hasta que volviéramos.
Sobre las dos de la mañana salimos del Travelling dando por concluida la noche. Me disponía a coger mi bici cuando me percaté de que no tenía el triángulo; la bolsa donde guardo el cuentakilómetros, las luces… y las llaves del candado. Tardé un rato en aceptar que debía de habérmelo dejado en los escalones del Centro Cultural en que habíamos hecho una breve parada antes de entrar al garito, y que alguien se lo habría llevado; lo sorprendente era que la bici siguiera allí, porque estaba justo en frente.
No estaba segura de tener otra llave en casa, pero como no se me ocurría otra solución decidí volver y probar suerte; no estábamos lejos, apenas a unos diez o quince minutos andando. Sintiéndose en parte responsable Heather insistió en acompañarme, y el portero del Travelling amablemente accedió a echar un ojo a la bici hasta que volviéramos.
A la mañana siguiente volví con Quique a rescatarla; en no más de diez minutos, con una sierra y una pequeña cizalla, habíamos cortado el candado a plena luz del día sin que ninguno de los viandantes nos preguntara o se parara a ver qué coño hacíamos. Un poco preocupante si te paras a pensarlo.
En fin, que como conclusión de mi periplo diré que mañana se va Federico, y que espero que se lleve la maldición consigo. No es que le desee ningún mal, pero…