sábado, 29 de agosto de 2009

Intercambio de parejas

Hoy estoy haciendo de baby sitter de mis sobrinos Marcos (12) y Jara (6). Esta mañana mientras desayunaban estaban viendo unos dibujos animados de Batman y Robin; para incordiar un poco le he dicho a Marcos:

-¿Tú sabes que Batman y Robin son gays?

-Ah, ¿si?
-ha respondido sin inmutarse.

-Sí. Y Epi y Blas también.

-¿Son novios entre ellos?

-Sí, eso dicen... ¿No ves que están siempre juntos?

-Ah, pensaba que Batman estaba con Epi y Blas con Robin.


Listillo...

viernes, 28 de agosto de 2009

Flores 24 hs

Tu novia llega esta noche al intercambiador de autobuses de Moncloa, desde... un decir, Alpedrete. Pero ¡oh, contrariedad! se te ha olvidado comprarle un bonito ramo de flores de bienvenida, y a esas horas ya no hay ninguna floristería abierta... ¡No te aflijas, joven despistado! porque en la propia estación puedes adquirir de una máquina de vending, un magnífico ramo de rosas desde el módico precio de 11 eurillos, florero incluido!

Eso sí, quizás sería conveniente no revelar la procedencia de las flores, ya que es tan (poco) romántico como un pedo a la luz de las velas.

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martes, 25 de agosto de 2009

Laurita Sacapuntas

Esta semana pasada en Oxford, Pacopepe me preguntó por qué en el blog no había ninguna entrada "sacapuntas". Repasé mentalmente los posts de Cotidianas y no pude más que darle la razón; no había ninguna. Más tarde, meditando sobre ello llegué a la conclusión de que el “sacapuntismo” es algo que se revela más en conversaciones que en textos escritos; tiene que ser algo espontáneo, improvisado. Escrito ya no es lo mismo; con tiempo para pensar, sin poder recoger la reacción del otro...
El apelativo “sacapuntas” lo acuñó para mí Pablo, Pablo Satruspegui. Yo tenía catorce años, y él quince o dieciséis. Ahora creo que yo le gustaba, y tal vez a mí me gustaba él también un poco -pero no quería reconocerlo. Quizás por esa tensión sin resolver, nuestras conversaciones se convertían a menudo en un auténtico duelo: él hacía un comentario puntilloso o procaz hacia mí, y yo le devolvía la estocada en forma de ironía o comentario sarcástico -la ironía y el sarcasmo de que es capaz una niña de catorce años. Aunque a decir verdad, a veces no me hacía falta ni provocación para lanzarme a la yugular. “¡Es que le sacas punta a todo! –me recriminó un día- Te voy a llamar Laurita Sacapuntas.”
 
Desde entonces el término me acompaña. He de admitir que soy yo la que lo mantengo vivo; cuando me cruzo con personas con quienes se establece ese tipo de “pulso” y ellos lo acusan, lo confieso sin demasiado pudor: “Ya, me llaman Laurita Sacapuntas” Así he ido dejando a mi paso un reguerillo de personas que a menudo utilizan el apelativo para, básicamente, meterse conmigo cuando la ocasión lo requiere.
Un día me di cuenta de que sólo determinadas personas encontraban placer en llamarme sacapuntas; ¿Por qué éstas y no otras? ¿Qué tienen en común estas personas? A ver; Paúl, Cari, Pacopepe… ¡Que no dejan pasar la ocasión de hacer escarnio jocoso del otro, de buscarle las vueltas a todo! ¡Que son los mayores tocahuevos que hay! Está claro; solo los tocahuevos aprehenden el concepto en toda su dimensión y lo usan después en el más puro estilo Sacapuntas.
Así me he dado cuenta de que el término sirve perfectamente para destapar a otros tocahuevos, con lo que llamaré la prueba del sacapuntas: si suelto la confesión “me llaman Laurita Sacapuntas” y más tarde en la conversación mi interlocutor esgrime el término contra mí, ya está irremisiblemente descubierto. Es entonces cuando apostillo yo con gozo: “En realidad sólo los tocahuevos me llamáis sacapuntas.”

domingo, 23 de agosto de 2009

Gran Bretaña en carteles

Por favor, tenga consideración con sus vecinos. No use el contenedor de vidrio después de las 7.00pm. Qué "proper" que son, y qué pronto se acuestan, los jodíos, ¿no?

Todo comportamiento relacionado con beber, drogas, de naturaleza sexual o actividad ilegal, está prohibido (personal del ayuntamiento y de la policía visita regularmente estos servicios). Baños públicos. Cómo se ponen.

Cuidado con los peatones de la izquierda. Starred by Cari & Pacopepe. Y Frankie.

¡Límpialo! Y una caca con moscas y vapores calientes y/u oloríficos. Y te pueden clavar mil pauns si haces caso omiso.
Y esta es la versión galesa, menos artística, pero en bilingüe: No a las cacas de perro. En Gales las cacas de perro tienen vapores pero moscas no.

Este cartel también es bilingüe, pero casi que no hacía falta. Me gusta tacsi.

Aquí resulta un pelín más difícil deducir que esto significa "farmacia" en galés.
Estamos cortando el césped. ¿Y qué? Además no estaban por allí, pero ¿a mí qué me cuentas y para qué? ¿Atención por qué? ¿Y qué son esas piedrecitas saltando centrífugamente?

Peatones precaución; planta cruzando. A ver quién es el listillo que me lo explica.

martes, 11 de agosto de 2009

Rescatadas del olvido 8

Las palabras son la punta del iceberg de la conversación. -Yo, filósofa.

¡Eh tú, “maribaiker”! -Paco, pariendo ante mí el magnífico término.

Moe: ...black labradors come from seals. (Los labradores negros vienen de las focas)
Me-Whatcha talkin’ ‘bout, woman?? (¿Qué coño dices?)
Moe-(...)I didn’t believe it , but it made sense! (No me lo creí, pero tenía sentido)

Veo menos que un pichón por (el) culo
- Juana, tía-abuela de Cari, 100 años.

Laura; nosotros somos más que los escarabajos peloteros. Yo, y tú. ¿No es verdad? Yo creo que soy más que un escarabajo pelotero. Soy más que un pobre. –Paul

domingo, 9 de agosto de 2009

Jabones

Los cajones de mi casa están llenos de jabones. Tengo jabones en el cajón de la ropa interior, en el de los calcetines, en el de las camisetas… Llevo años acumulándolos, y no es que los compre; me los regalan.

Tengo uno que me regaló Alfonso, un noviete de hace ya más de veinte años. Es de Loewe, y olía tan bien… Al principio lo usaba en los viajes, pero luego dejé de hacerlo, porque no quería que se me gastara. De vez en cuando me lo encontraba en su jabonera, aspiraba su olor y me traía recuerdos de aquella época -ya se sabe el poder evocador que tienen los olores. Pero lo cierto es que con el tiempo ha ido perdiendo su olor a la vez que su poder nostálgico.

Ronda por ahí también otro jabón con forma de pelota de golf que me trajo Guy de un hotel; no huele especialmente bien, pero es muy gracioso verle, con ese aspecto tan conseguido. Tuve dos, pero uno lo dejé en casa de Manu sustituyendo a la pelota de un set de mini-golf que se había comprado, por supuesto sin decirle nada. Cuando un día solo en casa fue a probar un golpe -me contó- "la pelota" se le partió en dos; me hubiera encantado ver su cara de desconcierto.

No sólo tengo jabones acumulados; tengo también botecitos de gel, de body milk, de champú… Por ejemplo tengo unos muy monos de un parador al que fui hace varios años que guardé y no llegué a usar nunca, otros de pera que me encanta cómo huelen, regalo de Cari y Pizarro por un cumpleaños... Y ahí están todos, dispersos por armarios, cajones, neceseres.

Recuerdo cuando hace ya mucho tiempo iba a Inglaterra todos los años, a casa de la familia de Guy o de sus amigos, cómo me llamaba la atención que en prácticamente cada baño hubiera un gran surtido de toiletries. Los acumulaban en un cestito o los exhibían en algún estante del baño: decenas de jabones, de botecitos de formas, colores y olores sorprendentes, todos tan bonitos y tan seductores. Yo los veía y no entendía por qué no los usaban; me parecía el colmo de la abundancia, casi del esnobismo. Siempre me sentía tentada a llevarme alguno, y aunque nunca lo hice, sí confieso que en alguna ocasión los usé, con un leve sentimiento de culpa.

He llegado a ver esos jabones como una manifestación de la cultura del derroche. Ya no los queremos para lavarnos, sino… ¿para hacer bonito? Cuando no se nos ocurre qué regalar, recurrimos a ellos, pero cuando los recibimos rara vez los usamos; nos limitamos a acumularlos –y el que esté libre de pecado que tire el primer jabón. Quizás haya quien tenga su marca favorita y no quiera usar otra cosa... cada cual tendrá sus motivos; en mi caso es porque tengo moral de pobre como dice Paúl, y me da pena gastarlos; huelen tan bien y son tan bonitos que hasta me daría pena tirar el bote cuando se acabaran.

Como me he dado cuenta del gran absurdo, hace ya más de seis meses me propuse dejar de comprar jabón y cremas hasta fundir mis reservas -empezando por los menos bonitos. A ver cuánto me duran, pero creo que tengo para otros seis meses al menos.

domingo, 2 de agosto de 2009

Piscina y helados

Qué día más bueno, ayer. Ángela, El Chato y yo estuvimos en la casa de unos colegas suyos que se habían pirado de vacaciones y muy generosamente se la habían cedido en usufructo. La casa está en el campo, en Fresned¡llas, y su mayor atractivo es que tiene una piscinita estupenda.

Cuando llegamos nos faltó tiempo para quitarnos la ropa y tirarnos al sol en las tumbonas. No hacía demasiado calor, y además hacía una brisita fresca que daba gusto. De vez en cuando se nublaba un poco, luego volvía a salir el sol, y cuando empezaba a "picar", nos dabamos un chapuzón y volvíamos a tirarnos en las hamacas. Así estuvimos unas horas, vagueando mientras hacíamos hambre.

Estábamos ya poniendo la mesa para comer debajo de un emparrado cuando vimos unos nubarrones negros que se iban acercando. Entonces oímos unos truenos en la distancia, y poco después empezaron a caer los primeros goterones, así que tuvimos que recoger rápidamente la mesa y comer en el salón.

Cayó una maravillosa tormenta de verano mientras la veíamos por unos enormes ventanales -ver llover en las montañas es una de las cosas más bonitas que hay. Luego volvió a salir el sol y ¡hala!, de nuevo a las tumbonas aún mojadas, con la modorra de después de comer y un maravilloso olor a tierra mojada. De de vez en cuando nos llegaba el kikirikiiii de un gallo, el sonido de un caballo relinchando, de unas ovejas balando… todo perfecto.

-Yo no soy muy de piscina, pero es que claro, esto es otro concepto –pensé en voz alta.

-Además es que teniendo la casa puedes meterte cuando te da la gana; lo que a mi no me mola es estar todo el día torrada al sol. Yo si voy a la piscina me estoy tres horitas o así y luego ya me canso. -comentó Ángela.

-Sí, pero os acordáis de cuando éramos canis… Ahí sí que molaba ir a pasar el día a la piscina; te sentías el amo del mundo, con catorce, quince años… solo con tus amigos. Era como una pequeña aventura.

-Y te llevabas el bocata para comer allí, y no te ibas hasta que te echaban. Y ya si tenías pasta para un helado a la salida… aquello era el súmmum.

- Es verdaaad… ¿A ti qué helados te gustaban? -le pregunté.

-A mí los de leche. De nata y chocolate, o algo así…

-Pues yo tenía espíritu de pobre, porque los que más me gustaban eran los de hielo. ¿Os acordáis del Frigurón, que tenía forma de tiburón? Era azul, de piña. Yo siempre empezaba por las aletas, qué bueno estaba. ¿Y el drácula? Era negro por fuera…

-¡Sí, de coca-cola! –intervino El Chato saliendo de su sopor.

-Sí, y luego por dentro tenía una sustancia medio pegajosa, roja, que estaba buenísima. Y por abajo nata, que era lo que menos me molaba a mí, y los cabrones cada vez ponían más nata y menos de lo rojo. Y el Frigodedo, que era rojo y te dejaba la lengua teñida, qué guarrería. Y luego también me gustaban mucho unos que había de no sé qué marca que eran de horchata, y costaban 25 pesetas...

...

-¿Hace otro chapuzón?

-Venga.